✰OCHO ESTRELLAS✰

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Las peores persona a veces son las mejores.

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—¡Gracias Sra Marta!—Me despedí con la mano y la mirada en Ayla.

La señora Marta es como una madre para nosotras, desde que mi madre murió y el señor que sería nuestro padre se fue un como un cobarde ella se ha preocupado mucho por nosotras y en cierta forma nos ha cuidado, es una gran persona.

Estabamos saliendo de la casa cuando ella se ofreció a Cuidar A Ayla, se claramente que ya debió enterarse lo de la panadería y solo quiere ayudar.

Esa señora es un amor.

Miré por un pequeño reloj la hora, donde exactamente marcaban las 3:50 pm

Estoy repartiendo volantes para empleo, y es en verdad raro he incluso incómodo colocar tu número telefónico por casi toda la ciudad.

Debo apresurarme y sinceramente... No puedo decir que esto es mucho de mi agrado, sin embargo lo hago por Ayla.

—¡Ey Gritona! —Por sorpresa al girar encontré a Ryan, con las manos dentro de los bolsillos de su larga chaqueta, con el pelo algo desordenado como siempre y un cigarrillo en la boca.

¿Que hace aquí?

—¿Puedes dejar ese apodo?—Hice comillas con los dedos y me acerqué.
—¿Me estás siguiendo?—El lanzó el cigarro al suelo y lo pisó.

—No creas que eres importante, tengo mejores cosas que hacer como para seguirte—Aclaró y se recostó sobre un muro, yo bufé y continúe pegando los volantes por diferentes muros.

A él parecía extrañarle.

¿Qué?

¿Nunca había visto a una chica pegar volantes para trabajo?

—¿Que haces, estorbo? —Bufé ante su nuevo apodo, sin embargo no respondí y continúe con lo mío —¿No piensas responder? ¿Y tus modales, Carter?

—Tú no respondiste a mi pregunta por lo que no tengo porqué responder la tuya, es justo, Robles —Como si ignorara su presencia continúe, estaba por salir de callejón cuando volteé a verlo.

Él... ¿¡Él que está haciendo!?

Estaba quitando los volantes como si nada, con mucha tranquilidad y normalidad qué estoy segura que no tiene, me devolví hecha furia hacia el buscando alguna explicación lógica del porqué lo hacía.

—¡Que haces!—Me miró y siguió quitando los como si nada.

Cuando iba a quitar el último lo detuve tomándolo de la muñeca, su mirada intimidante oculta por su cabello despeinado se encontró en mí, tragué en seco y hablé.

—¿No te da vergüenza?—Bajé la mirada al instante.

Sí. Me da mucha vergüenza caminar como si nada y pegar volantes.

¿Por qué? Resulta que jamás fuí buena para socializar por lo que soy una persona sumamente tímida, pero esto ya es diferente, no lo hago por mí, si no por Ayla.

Sí. Igual él no tenía que saber eso.

—A mi me da vergüenza que me vean con una chica que pega volantes por todos lados — No, Él me estaba... Humillando de cierta manera.

Sus palabras me importaron más de lo que quisiera admitir.

Mis lágrimas querían salir pero me contuve.

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