IX

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Con los rayos de luz dándole de lleno sobre su rostro, Samuel desistió finalmente de la idea de seguir durmiendo. No sabía con exactitud por cuánto tiempo había logrado conciliar el sueño, pero estaba 100% seguro de que su mente no había descansado como lo hubiese querido, todo debido a que las imágenes de la noche anterior no dejaban de rondar por su cabeza.
Sin duda había sido una extraña forma de recibir la navidad.

Después de levantarse, darse una ducha y hallarse con energías renovadas, echó un último vistazo a su apariencia en el espejo de la habitación, y abandonó esta con toda la intención de buscar o prepararse algo de comida.

Grande fue su sorpresa cuando al pasar por el comedor principal se encontró con la presencia de cierto castaño desayunando en completa soledad y silencio.
Resultaba extraño ver que Rubén sin cierto pelinegro a su lado, pero una parte de él se sentía egoístamente aliviado por ello.

- Bu... Buenos días - Saludó con voz trémula acercándose al mayor, quien de inmediato levantó la mirada al notar su llegada.

- ¡Sam! ¡Al fin bajás! - Exclamó animadamente. Samuel sintió su corazón dar un vuelco ante tal recibimiento. - Adelante, siéntate... Estuve a punto de subir a buscarte, pero ya me has ahorrado el trabajo - Agregó con una pequeña risa.
El azabache parpadeó confundido. - ¿A mí? ¿Por qué?

- Bueno... Necesito hablar contigo sobre un par de cosas - Admitió vacilante - Pero antes de hacerlo... ¿Gustas acompañarme? - Dijo señalando sus alimentos, Samuel asintió lentamente antes de tomar asiento.

- Cla... Claro

Dicho esto, Rubén le pasó un plato que el azabache no dudó en llenar de panqueques y fruta picada, además de sus respectivos aderezos favoritos.

El mayor sonrió inevitablemente ante la determinación que mostraban los ojos violetas del chico mientras colocaba y preparaba su desayuno con la mayor perfección posible; Samuel parecía tener cierta manía con el orden y la simetría incluso a la hora de comer, y eso le resultaba extrañamente adorable.

Pasaron algunos minutos desayunando en silencio hasta que Rubén carraspeó decidido a tomar la palabra, y comenzar a decir aquello que llevaba horas rondando dentro de su mente.

- Samuel... - El ojimorado lo miró curioso. - No sé cómo empezar con esto pero yo... Quiero disculparme por lo que pasó anoche - Espetó con sinceridad. - Sé que mi actitud y mis comentarios estuvieron algo fuera de lugar, y no voy culpar al alcohol por ello, sería inmaduro de mi parte hacerlo, pero lamento si en algún momento te hice sentir incómodo... Nunca fue esa mi intención

Conforme lo escuchaba, un nudo se formó en el estómago del azabache, el mismo nudo que había sentido durante la madrugada cuando Rubén se había negado a besarle.
¿Era porque en pocas palabras una vez más lo estaba rechazando? Sí, seguramente.

Aún así cierta parte de él se alegró de oírle, pues demostraba que a Rubén le importaba lo que sentía, y eso ya era algo ¿no?

- Tranquilo, yo entiendo que no estuvieras pasando por tu mejor momento, pero... Gracias por disculparte - Masculló dándole una pequeña sonrisa, gesto que de inmediato el mayor le devolvió.

- Eres un chaval muy majo, De Luque... ¿Lo sabías?

Samuel rio con nerviosismo. - Me lo han dicho un par de veces... - El contrario asintió.

- Bien, sólo por eso y porque me caes bien, te diré de una vez lo que tenía preparado para ti

- ¿Qué...?

Antes de que terminara con sus palabras, Rubén se giró hacia el asiento a su costado, tomando de este una caja que sinceramente se sorprendió de no haber notado antes.

ℍ𝕒𝕤𝕥𝕒 𝕢𝕦𝕖 𝕥ú m̶e̶ 𝕢𝕦𝕚𝕖𝕣𝕒𝕤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora