Unión eterna.

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Scylla tomo el lazo con cierta emoción. Si alguien pudiera realmente atención, vería sus manos temblando ligeramente. Y sus ojos a punto de soltar las lágrimas.

Sabía que para nada era así el ritual, pero no había nadie ahí que las ayudara. Y sus atuendos eran horribles. Si en verdad querían escapar, debían conseguir más ropa.

Ato la mano de Raelle con la suya y vertió el agua sobre sus manos entrelazadas.

Solo en ese momento, sintió la primera lágrima descendiendo en su mejilla. Y levantó la vista para ver a su novia mirándola con cariño.

-Yo, Scylla Ramshorn, acepto a Raelle Collar como mi compañera.- Comenzó a decir mirándola fijamente a los ojos. Cómo si suplicar que lo creyera. Porque era la verdad de lo que sentía.- Para amarla y honrar esta promesa con la diosa de testigo.

Raelle estaba consciente de que aquello era una mezcla entre la tradición civil con la de las brujas. Porque no había votos sobresalientes en un contrato de cinco años. Y los civiles si eran más de unirse a alguien para toda la vida. La misma boda de sus padres había sido de esa forma, jurandose amor para toda la vida. Su padre lo describía como el momento más feliz de su vida. Cómo el momento en donde más nervios sintió y el único que consideraba especial hasta antes de su nacimiento.

-Yo, Raelle Collar, acepto a Scylla Ramshorn como mi compañera. Para amarla y respetarla. En la salud y enfermedad, honrando esta promesa eterna con la diosa como testigo.

No había nadie más ahí. Solo el sonido de las olas golpeando la arena.

Nadie les dijo que podían besarse. Pero era como contener al mar. Tras terminarse los votos, lo hicieron en consecuencia. Unir sus labios con lentitud y suavidad. Cómo si aún procesarán que la persona frente a la otra era real.

Porque aquello era real. Era válido para ellas. Aunque no estuviera una casamentera aprobandolo o un cura. Raelle a partir de ese momento diría que le pertenecía a Scylla y Scylla ya se había hecho a la idea de que le pertenecía a esa mujer desde la primera vez que bailaron juntas.

No había invitados aplaudiendo. No estaban sus hermanas vitoreando por la unión ni su comandante asintiendo orgullosa. Estaban en el lugar más seguro del mundo.  Rodeadas de mar y arena. Del cielo y la tierra. Cómo si el mundo se hubiese terminado.

A sus dieciseis años, Raelle Collar jamás imagino que se casaría con alguien. Incluso llegó a decir que jamás se casaría, que no podría pertenecer a alguien.

A sus diecisiete se encontraba despidiéndose de todo lo que conocía y acostumbrándose a lo que sería su vida como militar. Había planeado su muerte prematura. Porque para ella la vida no tenía mucho sentido y mucho menos siendo esclava de una nación que odiaba a las brujas. Dando su vida por guerras que apenas y entendía.

Y a los dieciocho conoció a Scylla Ramshorn. Cerca de la reja que limitaba su acceso como cadete de unidad básica. La primera vez que la miro, pensó que era hermosa. Pero no imagino una vida con ella. Quizá, en ese momento Scylla significaba lo mismo que una piedra para Raelle. Una piedra que le parecía bonita.

Nadie se imagina pasando la vida con alguien a quien ha visto una sola vez. Ni siquiera lo imaginan. Podrían estar parados frente a esa persona y no saberlo. Solo lo sabes cuándo estás ahí, con sus manos entrelazadas y dando un juramento.

No lo imagino cuando se besaron por primera vez. Fue más como un arranque de deseo. Porque ambas eran atractivas y Scylla era encantadora y cualquiera la desearía.

Si tuviera que decir cuando cambio, realmente no estaba segura. Podía decir al menos un millar de cosas que le parecían atractivas de esa mujer. Y siempre cambiaban sus respuestas. Siempre encontraba algo nuevo que le parecía adorable o hermoso. Incluso su actitud picara le parecía refrescante. Era la mujer más descarada que había visto. Y aún así era amable y buena persona. Aunque retorcida.

Así que si, en algún momento cambio. Al punto de querer arrastrar a la casamentera de la boda Bellweather a un rincón para que las casará a ambas en ese momento.

Pero no importaba no haberlo hecho. Porque todo las llevaba a ese punto.

Su madre solía decir, que tenían un encanto especial las bodas civiles. Una promesa eterna de amor. Es como un juramento que haces a la otra persona, prometiendo que tus sentimientos seguirán vivos. Prometiendo que se cuidarán y querrán sobre todas las cosas.

Y ella sabía que quería cumplirlo. No se veía escapando con nadie más. Y Scylla estaba ahí, con la misma determinación ardiendo en sus ojos. Además había escogido a una chica Necro. Quizá ni la muerte misma podría separarlas.

Sin nadie que lo presenciara más que ellas dos y quizá la diosa. El mar y la arena. Y el faro como templo.

Ambas dieron una promesa de amor. Olvidando todo lo que dejaron detrás antes de aventurarse a escapar del mundo. De la guerra y la gente en general. Sin hermanas o amigos, sin familia. Solo ellas.

Motherland fort Salem One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora