Te elegí a ti.

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-¡Te elegí a ti!

Dijo desesperada. Su corazón apenas colgaba de un hilo antes de caer al abismo de la tristeza. La espalda de Raelle nunca antes le había parecido tan atemorizante. Siempre le había parecido reconfortante verla. Seguirla y espiar sus movimientos y acciones. No solo por la misión, le parecía alguien interesante.

Pero Anacostia lo había dejado claro. El lugar al que la enviarían no era un sitio del que se volviera con vida. No volvería a verla jamás.

Y eso la había sentir vacía. Si Alder estuviera ahí, quizá podría rogar por estar con Raelle. Pero ya había dado la información que poseía y sus creencias jamás apoyarían a la milicia.

Y Raelle... Oh su hermosa Raelle. Estaba ahí a unos pasos. Quería abrazarla, sentir sus besos y llenarse de ella hasta que jamás pudiese olvidar. Que su sistema se llenaste de la chica para soportar lo que sería su condena.

Daría mil vidas por un minuto más en sus brazos.

Quizá aquello habría ido mejor si Raelle fuera quien la interrogará. Si hubiese sido ella, habría hablado. Habría confesado todo. Habría traicionado a la ola. Habría dado todo lo que la hacía ella si la dejaban volver a lo que era.

Pero Alder y Anacostia... No, toda la milicia, cualquier persona que no fuera Raelle le hacía recordar lo que eran. Brujas obligadas a servir a una nación que las despreciaba por nacer distintas. Por tener poder. Eran las siguientes en la escala evolutiva y aún así servían como esclavas.

Parte de ella le decía que Raelle no merecía eso. Raelle merecía una vida, una fuera de esos campos. Vivir con ella cerca de una playa. Salir a nadar, bailar lento y acurrucarse en las noches.

-Tenia órdenes de entregarte.

Confeso. Ni siquiera a Anacostia le había dicho eso. Todas ellas creían que el plan de Scylla era atacar la boda Bellweather. Pero ella ni siquiera sabía nada sobre la boda. Ella estaba ahí en medio del desastre creyendo que iban tras ella.

-¡Te elegí a ti! En vez de a ellos. Te elegí a ti.

Ver a Raelle alejarse rompía su interior a cada paso.

Y se pregunto dónde comenzó a ir mal.

¿Fue cuando le contó sobre sus padres usando el rostro de Helen?

¿Fue cuando la vio cerca de la muerte al tratar de salvar a Porter?

¿Fue cuando le dijo sobre su lugar seguro?

¿Fue el día en que escapó de su entrenamiento para conocerla?

Y la verdad, aquello que no quería admitir, es que quizá fue desde el inicio. Quizá fue ese instante en donde vio su foto y leyó su expediente  de misión. Quizá fue al escuchar su voz por primera vez.

Y la verdad es que no lo noto en ese momento tan importante. Porque en su cabeza era fácil engañar a la chica. Acercarse y actuar como un inocente cordero. Ella misma conocía su propia belleza y encantos, no es como si tuviera que esforzarse.

Pero Raelle era igual de hermosa. Era igual de interesante e incluso más valiente que ella.

No tuvo que buscar a Raelle. Ella solo apareció, cerca de la reja donde obtuvieron sus demeritos.

Scylla creía que su objetivo sería una chica igual de recta que Abigail. Igual de elitista al venir de una familia de médicos. Pero Raelle era mestiza. Era rebelde y solo quería morir. Acabar de una vez por todas con ese juego de guerra que no le interesaba. No le importaba servir o salir siendo una heroína, le valía poco la liberación de las brujas. Solo quería ser libre y para Raelle, la muerte podía ser una especie de libertad.

Y aún así era una chica dispuesta a dar su vida para salvar a los demás.

No tuvo que buscarla, solo la vio caminando a lo lejos en horario de entrenamiento y se aventuró a escapar de sus propias prácticas para conocerla.

Y ella fue... Tan... Raelle.

Tan amable, divertida y salvaje en cierta forma. Jamás se había preguntado si le atraían las mujeres hasta que la conoció. Solo había estado con Porter y apenas le importo cuando lo abandono para unirse a la ola.

Pero no podía hacerle eso a Raelle. No podía irse sin que supiera nada de ella, no podía dejarla sin que supiera que era real todo lo que sentía. Aún era real en ese momento.

Sabía que la chica sufriría si no sabía nada de ella, y se atrevió a mandarle una señal a través de la marca en su mano. Ella no podía rescatarla, pero quería que supiera que aún estaba viva.

Aún podía sentir la calma de abrazarla, como si tuviera un hogar. Eso que nunca antes había encontrado. Podía oírla reír y sentir que estaba bien ser feliz de esa forma. 

Y solo tenía que decirle.

Que la elegiría mil veces más.

Pero el daño ya estaba hecho. La rubia camino sin mirar atrás agradeciendo a Anacostia con cierto veneno en sus palabras. Y Scylla lo sintió. Su corazón cayendo a ese abismo de dolor. Un dolor similar al duelo de perder a un ser querido. Algo más profundo.

No es que doliera menos que la muerte de sus padres. Era más algo en consecuencia a sus actos. Ella no pudo evitar la muerte de ellos. Pero si que podía haber evitado perderla. Ella misma las había conducido a ese punto. Y la culpa mezclada con el dolor le hicieron gritar y sollozar amargamente.

De todas sus decisiones, quizá había podido cambiar algo. Se veía a si misma disfrutando de una vida con la médico. Y deseaba regresar a cuando aún podía arreglarlo todo.

Motherland fort Salem One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora