Capítulo 1

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CHLOE

—Chloe —escucho cerca de mi.

Refunfuño y me doy la vuelta entre las sábanas tapándome hasta la garganta. Mi mente comienza a deslizarse de nuevo hacia las sombras del sueño tan maravilloso que estaba teniendo con Tom Holland. Pero otra vez, esa voz asquerosa y a la que me dan ganas de patear aparece en mi otra oreja.

—Chloe.

Gus-hus —balbuceo ignorándola de nuevo.

Admito que me estoy despertando, la cara de mi marido está desapareciendo,
y eso me está poniendo de mal humor.

Al cabo de un rato cuando parecía que por fin iba a poder seguir durmiendo, Natalia prácticamente agarró toda la fuerza vital de su cuerpo para gritarme.

—¡Chloe levanta el maldito culo de una vez o vamos a llegar tarde!

Se acabó la paz.

Me incorporo rápidamente sobre la cama y agarro la almohada para lanzársela a la cara. Gracias a sus dotes genéticos de atleta africana, Natalia la esquiva y solo le falta ejercer una mortal hacia atrás para dejar claras sus habilidades.

Resoplo de mala manera hacia el flequillo que se ha colado en mi cara y levanto los brazos en el aire, indignada.

—¿Qué haces Natalia?

—¡Llegamos tarde! —vuelve a gritar.

De golpe y sin previo aviso, la luz ilumina la habitación. Automáticamente mis ojos se cierran ante este ataque tan malvado, para a demás de dejarme sorda, ciega también. De mi garganta sale un sonido de bufido de gato enfadado que se ahoga con una bola de pelo y me escondo debajo de las sábanas dolida.

—¿Ahora eres un Vampiro? —la escucho decir mientras lanza al suelo prendas de ropa —¿Cuándo vas a ordenar tu parte de la habitación?

—Nunca.

Estos últimos días no he estado de humor para ordenar y no iba a hacerlo ahora.

Levanto un poco la sabana para mirarla mientras mis ojos comienzan a acostumbrarse a la luz y me la encuentro con varios envoltorios de chocolatinas en la palma de su mano señalando hacia mi.

—¡Esto es asqueroso! —se queja —, van a entrar hormigas.

Vuelvo a suspirar y esta vez decido levantarme. Lo hago de mala manera y le arranco de la mano la basura para tirarla a la papelera. Me siento de nuevo algo mareada por haberme puesto en pie tan rápido y me restriego los ojos.

—¿No vas a clase? —pregunta.

Niego con la cabeza y desvío la mirada hacia la ventana, admirando el color anaranjado de la madrugada.

—He dormido poco, seguramente tengo unas ojeras que me llegan hasta la boca y te aseguro que vivo con la pereza más grande que existe de ir a clase ahora.

Natalia niega con la cabeza y agarra mi brazo para levantarme.

—No si estoy yo aquí nena, voy a dejarte como una reina.

Sin tiempo a replicar, mi amiga me arrastra hasta el baño y me sienta sobre la tapa del váter. Desde unos centímetros más abajo la observo todavía dormida. Natalia ya estaba vestida y maquillada. Se ha recogido  las trenzas en una coleta y dejado medio bote de colorete sobre sus mejillas, contrastando el color oscuro de su piel. Y huele muy bien. Quizás demasiado.

Estornudo cuando el perfume a rosas se cuela por mi nariz.

—Levanta la cabeza —Hago lo que me pide y cierro los ojos cuando comienza a espolvorearme la cara. —Cuéntame, ¿Pesadillas?

El alma de un Sine DieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora