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Cuando nuestros brazos están rozando y su perfume está tan cerca de mis fosas nasales, diecisiete minutos se sienten como mil horas, y la sensación de un desmayo inminente me invade cada segundo.

Sentir como es tocar su piel tan directamente es tan placentero que me hace no poder imaginar una vida sin estar a su lado. Necesito sentir su cercanía todo el tiempo, sentir su aroma, y el calor que irradia su cuerpo en cada momento de mi vida, en cada lugar, incluso en mis pensamientos.

Lugar que ya debería conocer a la perfección.

Cuando nos bajamos del autobús, sus libros pasan a estar nuevamente repartidos entre mis brazos y los de ella, y no puedo evitar que la sensación de abrazarla indirectamente, se apodera de mí.

Siento que mis piernas se quedan atrás en cada paso que doy, supongo que solo para alargar el rato a su lado mientras caminamos hasta su casa. Pero el tiempo avanza como una brisa, y en minutos ya estamos en su puerta.

Le cuesta, pero termina sacando las llaves de su bolsillo, y abriendo la puerta, girándose hacia mí por un momento, diciéndome con una gran sonrisa en la cara:

— ¿Quieres pasar?

Trago en seco y me quedo estático en mi lugar, un escalofrío recorriendo mi espalda. Me quedo helado. No estoy preparado para hacer algo, mi lengua está paralizada, y es simplemente demasiado para asimilar.

Por un momento siento que me hago pequeño frente a ella y su sonrisa genuina. Me siento como una pelusa que podría irse volando con una brisa, y mi corazón parece detenerse dentro de mi pecho. Mi pulso se acelera, y las manos me sudan, y niego. Niego como puedo.

Ella asiente agachando la cabeza, y comprendo que ella quería que me quedara. Y es definitivo, mi corazón ha caído hasta mis pies. La he cagado, y por dios, ¡ella quería que me quedara!

—Yo... eh, tengo qu-que irme, lo siento, tengo... yo- mi madre, debo... a-ayudarla.

¡¿Es en serio?!

—Sí, tranquilo. Nos vemos.

Sonríe sin mostrar los dientes, y duda un poco antes de acercarse a ¡mi cara!

OH DIOS, SU CARA TAN CERCA DE LA MÍA. ESTO NO PUEDE SER REAL.

Mi mejilla. Oh dios, mi mejilla. No la volveré a lavar en años.

Diary » corrigiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora