If I take more than ten minutes... bring me back

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Para un espectador externo, los días en Los Graneros podían parecer idénticos, una copia exacta de la jornada anterior, donde el sol bañaba las tierras Lynch por la mañana, las cigarras hacían eco entre la hierba por las tardes y el cielo estrellado velaba por la seguridad de sus inquilinos cuando la luz desaparecía del mundo.

Porque el tiempo es un sendero circular, decían las voces de los muertos; un secreto que se podía burlar si tenías la suerte de ser una de las pocas personas que sabía hacerlo.

Ronan era una de ellas.

Adam, también.

Sus dos entes juntos estaban convirtiendo un verano normal, en un recuerdo para toda la vida, una leyenda, un mito del que muy pocos conocían la verdad... Nunca nadie preguntó los detalles de lo que había ocurrido durante esas vacaciones y aun así, todos sabían perfectamente a lo que se habían dedicado Ronan Lynch y Adam Parrish mientras nadie miraba.

Se dedicaron a ser felices.

En aquella casa envuelta en sueños, los dos se permitían respirar, disfrutar de cada minuto como si fuera el último, convirtiendo las escenas cotidianas de la vida en algo íntimo.

A Adam le encantaba ver a Ronan cocinar, algo que no solía ocurrir muy a menudo fuera de aquella burbuja que habían creado los dos. La forma en que se curvaba su espalda sobre la encimera, el mimo que inesperadamente le ponía a cortar las patatas, sus finos dedos acariciando los cuchillos como si las hojas fueran una extensión más de sus garras de cuervo, la suave sonrisa y el ceño fruncido de concentración con que preparaba la comida siempre para los dos... Si le hubieran preguntado a Adam sobre aquella escena, habría respondido que se trataba de una de las visiones que más le excitaban de su chico: el Ronan que se escondía siempre bajo su coraza de nudillos pelados y labios partidos.

—¿Vas a quedarte ahí mirando o me vas a ayudar a preparar la comida?

Adam escondió la sonrisa que nacía en sus labios... Sí, aquella manera que tenía el soñador de expresarse sabía a hogar y a recuerdos.

—Prefiero disfrutar de las vistas.

Ronan agarró una patata sin pelar y la lanzó contra Adam sin miramientos, el cual la esquivó con la elegancia de alguien experimentado en aquel acto.

—O cocinas, o te quedas sin comer —sentenció Ronan, apuntándole con el cuchillo en la mano. Estaba serio, pero su figura delataba demasiado para los ojos de un mago experto en la materia Lynch, capaz de distinguir la relajación en sus hombros, la confianza en la forma en que Ronan movía los brazos o pestañeaba.

Asintió débilmente y se situó junto a él, agarrando una nueva patata dispuesta a ser cortada. Adam miró de reojo la fina muñeca recubierta de pulseras de cuero de Ronan, recorriendo cada vena, cada cicatriz o rozadura que su piel revelaba... Sus brazos chocaron, atraídos por la propia fuerza magnética que los unía.

Durante unos instantes, el silencio fue cómplice de la mirada de Adam sobre el cuerpo de Ronan mientras este seguía enfocado en cortar vegetales. Hasta que la cercanía del mago fue demasiada y los agudos dedos de Ronan titubearon sobre el cuchillo.

El silencio recogió con terrible claridad el momento en el que la afilada hoja se hundía en la carne del soñador.

—¡Mierda! —La voz ronca del mediano de los Lynch reverberó con intensidad en los tablones de madera del suelo, haciendo eco del sonido metálico del cuchillo al caer sobre la encimera teñido de un hilo escarlata.

Ronan se quedó mirando el dedo herido, sintiendo el corte palpitar desbocado mientras la piel de alrededor se cubría del espeso color de su sangre.

The Barns: A very "pynch" summer taleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora