Capítulo 4. Memorias Con Cargo De Conciencia.
Tal vez no es apropiado que sea yo quien les hable de mi, pero en esta ocasión es diferente, quiero ser sincero conmigo mismo, al menos por una vez en la vida.
Me acostumbré a herir la nobleza de las buenas intenciones y ahora que entiendo cuánto daño causé, acepto caminar descalzo entre las brazas de mis consecuencias. Pensé que hacía las cosas bien.
Crecí en medio de una familia disfuncional. Mis padres se conocieron muy jóvenes en un campamento de verano y justo en esa aventura consumaron a mi hermana, lo que desencadenó qué mi madre con tan solo dieciocho años y mi padre de veintiuno en aquel entonces, terminaran casándose por presión familiar.
Al principio parecía que todo estaría bien, pues ambos juraban amarse y las familias aunque aterradas habían aceptado apoyarlos en el proceso. Los problemas entre ellos llegaron con el nacimiento de Akaly; mi hermana mayor, cuando se enfrentaron a la verdadera realidad de ser padres y cuya responsabilidad los estaba sacando de quicio.
A pesar de todo y en medio de muchas adversidades, pudieron mantener su relación durante 6 años más, hasta que nací. No tenia muy claro por qué justo en ese momento decidieron terminar, quise pensar que simplemente ya no sé soportaban y que estarían más tranquilos ambos por su lado. Lo cierto es que mucho después mi mamá me confesó en llanto que el día que rompió fuente estaba sola en casa con mi hermana, mi padre no le respondía el teléfono y nunca se presentó en el hospital hasta un día después, ya que se había ido con su amante a una ciudad cercana.
Ese dolor la ha perseguido durante toda su vida. Puedo ver lo qué cree que nadie ve, la escucho en medio del silencio, mientras sus ojos distraídos divagan en melancolía. Su alma grita desesperada y aunque encuentra paz en mis buenas intenciones, no es suficiente para rescatar sus frustrados sentimientos.
Mi hermana siempre con su neutralidad y madurez se convirtió en un pilar importante entre tanto desorden, prácticamente llegó un punto en el que ella era quien tomaba las desiciones importantes de la casa. Siempre me inspiró su carácter, mi respeto y confianza los tenían sin titubear. Hasta que se marchó muy joven, era irónico, pero en este caso quiero pensar que le correspondieron como lo merecía.
A diferencia de Akali yo siempre fui muy temperamental, me enojaba mucho con mis padres, no soportaba la forma en que manejaban sus vidas. En medio de mi inmadurez y frustraciones sentía que absorbía cada problema y sentimiento de tristeza que pudiera estar agobiando a los que más quería; porque realmente me importaba, demasiado.
La música, el gimnasio y los caballos se convirtieron en mi único escape ante todo el drama familiar que me agotaba mentalmente; pasaba horas escribiendo canciones, aprendiendo a tocar la guitarra o ayudando a mi padre en las caballerizas de mis abuelos.
Mientras crecía y maduraba mi carácter, me fui volviendo solitario, pero al mismo tiempo me adentraba en una monotonía de drogas, fiesta, carnalidad y placer. Culpé a la adolescencia y a mis ganas de experimentar, olvidé por completo lo que era el afecto a niveles reales de conexión, o bueno, mas bien no sabía lo que eso significaba.
Habían días en los que solo miraba el techo y pensaba en lo vacío que me sentía. Eran sentimientos efímeros que llegaban justo después de terminar el acto sexual con cualquier desconocida o tal vez conocida que en aquel momento me hubiera interesado. Las cosas nunca trascendían a más, solo un rato o una noche y luego como si nada hubiera pasado. Sin darme cuenta había normalizado un comportamiento que me consumía y complicaba mi vida. Me estaba haciendo infeliz, aún más.
No justifico mi comportamiento con las mujeres que se acostaban conmigo, las veía como unas más del montón, pensaba en lo fácil que era llevarlas a la cama y me abrumaba el hecho de que así mismo como yo las convencía, alguien más pudiera hacerlo y estas cederían sin remordimiento.
Era un imbécil, ellas depositaban su confianza en mi y yo las traicionaba con desinterés y frialdad. Creía que eso me haría más interesante, lo peor de todo es que todos me lo hacían ver de esa forma, suspendido en una realidad que había acomodado a mis deseos cegados por mi ego inquebrantable, me fui adentrando en un infierno terrenal más real que cualquiera inventado por una iglesia.
Pasó el tiempo, conocí a alguien de quien creí enamorarme y como si mi pasado no importara quería que aquel amor fuera quien me cambiara, porque dentro de mi anhelaba cambiar de verdad. Pero jamás imaginé cuánto me dolería literalmente, aunque acepto que lo merecía no fue la mejor manera de aprender a amar.
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Duraznos Verdes
Teen FictionEra la primera vez que tenía una epifanía, vi como el cielo venía hacia mí con tanta fuerza que detenía el tiempo al impactar en mi frente. Sentí que siempre había necesitado ese momento, pues en medio de tanta luz entendí lo que significaba el amor...