No, sobreviviendo a ellos.
El habitual sonido de personas discutiendo y el pitido del claxon de alguien que va tarde a su trabajo, resuenan sobre la habitación de paredes blancas y extraños dibujos pegados como decoración.
El gran bulto dentro de las sábanas ni se inmuta, desea permanecer inmóvil e inexistente por un momento.
Pero, el sabroso olor a café llega a él como una dulce sensación de vitalidad, se permite destapar su rostro de lo cálido de sus sábanas y aspirar con deleite, disfrutando por un momento de lo mucho que gusta de la mañana.
Porque en las mañanas no hay pesadillas ni sombras raras mirándote desde las esquinas.Mira el modesto reloj de su muñeca izquierda, son las 7:05 am, de nuevo no escuchó el despertador pero, como siempre le resta importancia a la puntualidad.
Suspiró con cansancio pero, poco a poco su humor vuelve a ser el de siempre.
Risueño.
Se toma su tiempo cambiándose y observa con una sonrisa lo bonito de su uniforme mientras recorre lo suave de la tela con sus manos, quizás no es de diseñador como las escuelas privadas que rodean la zona donde vive pero, tiene lo suyo.
El color azul marino le queda, hace resaltar sus ojos color cielo, se coloca sus zapatos negros desgastados y trata con algo de esfuerzo de peinar su oscuro cabello el cual sigue luciendo como si siguiera recostado sobre su almohada pero, sabe que no puede hacer mucho por arreglarlo.
Mira la hora en su reloj y a pesar de que los nervios por llegar a tiempo se muestran como ansiedad, decide optar por darse un pequeño capricho, el olor a café lo torturará todo el día si no se atreve a ir a la cafetería que está enfrente de su balcón.
Toma su billetera vieja y descuidada, verifica tener lo suficiente pero, con una mueca observa que está vacía.
Se dirige a la habitación de su madre, caminando con mucho sigilo y cuidado, abre la puerta con extrema delicadeza, se acerca hasta la cómoda agachando la cabeza y toma el monedero naranja, saca de este un par de billetes y los mete a su billetera pero, al instante es asustado por la voz de su madre.
-Tráe algo para mí también ya qué parece que aún tienes tiempo. - comentó en voz adormilada.
-Casi muero de un infarto eh, pudiste haberme saludado desde que me oíste entrar. - se quejó mientras alzaba una de sus cejas en pleno reproche.
-Ya estaba despierta desde que sonó tu despertador, asegúrate de comer bien en el desayuno y ponte tus guantes, hace frío. - pidió mientras volvía a quedarse dormida.
Se acercó a ella con una dulce sonrisa y besó su su mejilla.
-Sí mamá, te amo, dejaré en la cocina tus donas y tu café, te veo más al rato. - murmuró en su oído.
Salió en silencio de la habitación y miró su reloj, ahora sí llegaría super tarde, con una mueca de estrés se apresuró a correr, bajó las escaleras en segundos, abrió la puerta principal y la cerró sin poner seguro, cruzó la calle recibiendo groserías por parte de un conductor puesto que nuestro joven muchacho es torpe y no se molestó en mirar a los lados antes de cruzar.
Entró a la cafetería abriendo con fuerza la puerta, al instante recibió miles de miradas curiosas, se avergonzó por un momento pero, siguió con su cometido, comprar dos cafés y una bolsa de donas.
Pagó y recibió su pedido.
-Que tengas un buen día Dimitri! .-gritó una de las meseras mientras veía irse ir al muchacho de los ojos azules que tanto le gustaba.
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Recuerda
Teen FictionSueños? ¿Alucinaciones? ¿Recuerdos? Al final del día parecen ser lo mismo pero, nuestro protagonista no sabe definirlos o entenderlos. Dimitri. Parece que alguien lo llama, cada noche al mirar las estrellas, algo en él se siente nostálgico, pequeñ...