Capítulo 2

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Capítulo 2: El horrible primer día

Hans intentó quitar aquello que le molestaba al dormir el olor era desagradable y húmedo ¿Es que siquiera dormir le dejaban en paz? No solo había comido una horrible cena de solo papas y una carne seca, durante la noche pasó en el suelo duro junto con el horrible sonido de los ronquidos que soltaba el animal que Kristoff llamaba amigo.

—Sven —Escucho Hans hablar a Kristoff y gruño, la pesadilla aún no se acababa— Hazlo rápido, el príncipe puede soportarlo

Fue entonces cuando una horrible y húmeda lengua comenzó a lamer su cara mojando todo a su paso, su cabello y parte de su vestimenta quedaron impregnados con el olor del animal

—¡Qué diablos! —Gritó alejándose de aquel animal arrastrándose por el suelo

—Buenos días, príncipe —Saludó de forma burlona el chico rubio— ¿Te vas a comportar esta mañana o trabajaras todo el día como un gusano?

—¿No tenías una mejor forma para despertarme que no fuera con ese animal? —Preguntó furioso Hans mientras intentaba secar su rostro sin éxito en su ropa

—Pues dudo que quisieras un balde de agua fría en tu cabeza —Respondió el chico acercándose al príncipe, poniéndose de cuclillas para estar más cerca de su altura— ¿Y? ¿Te vas a comportar?

—Si —Gruño el rubio moviéndose con incomodidad intentando quitar la baba que aún tenía en su rostro y que ahora se unía al de la ropa— Solo apúrate

Sonriendo con burla Kristoff soltó una de las manos de Hans, con la cual comenzó a quitarse la baba, mientras la otra la volvía a unir a las cadenas de sus piernas, aunque en esta ocasión se las dejo más sueltas. Dejando que el príncipe se limpiara se dirigió a la pequeña mesa que tenía en el comedor, donde sirvió dos vasos con té caliente, un pan recién sacado de las brasas y un enorme trozo de carne.

—Sírvete —Ordenó el mayor mientras se colocaba su chaqueta— Iré por leña, saldremos en un momento a trabajar —El rubio le indicó la mesa— Come todo, sino te vas a repetir

—¿Eso? —Hans miró con asco la comida en la mesa— ¿Hablas de esa cosa?

—Si, eso —Kristoff le señaló— Y que no se te pase por la cabeza alguna estupidez

Hans miró con asco de nuevo la comida, el campesino era quien tenía estupideces en la cabeza ¿Cómo esperaba que comiera esa cosa? Su estómago estaba gruñendo pero no estaba tan necesitado como para hacer esa barbaridad.

O al menos fue hasta pasar una hora solo.

El olor a la carne lo hacía babear y el pan no se veía tan mal, hasta el té no se veía ya como una pobre sopa de hojas al azar.

Cuando ya pasaron las dos horas había caído en la tentación y se había comido la porquería que le habían dejado con más placer de lo que jamás aceptaría.

—Qué bueno que fueras un buen chico —Comentó Kristoff pasado unos quince minutos después de haber terminado de comer— Estaba pensando que tendría que alimentarte yo mismo

—¿Por qué tardaste? —Preguntó molesto el castaño

—Lo que hago es más rápido con Sven —Indicó el más alto al animal dentro de la casa— Pero gracias a que hay alguien en casa a quién no se puede dejar solo, debí trabajar un poco más duro y tarde el doble

Hans frunció el ceño e hizo un pequeño puchero, quería golpearlo pero ahora mismo se encontraba extrañamente cansado.

—Ya, prepárate —Cogiendo la comida que había dejado en la mesa lo guardo para luego cambiarse la chaqueta— Es hora de ir a trabajar

Cuidando al CondenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora