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Sorpresa;
Alteración emocional causada por algo imprevisto o inesperado.
               

El día tan esperado para el joven actor llegó. La gran obra comenzaría en algunos minutos y podía ver cómo gente importante se sentaba en las butacas una por una.

Suspiró tratando de calmarse. Podía hacerlo, no había de que preocuparse. No era la primera vez que actuaba frente a muchas personas, pero si la primera en que gente con buenas conexiones se encontraban ahí.

Siguió repasando su guión. De vez en cuando pensaba en la noche anterior, sonrojándose levemente al pensar lo cerca que estaba de la fémina. Sonrió para si mismo, estaba seguro de que una vez terminase todo se lo diría, se declararía.

Y por supuesto que la besaría.

Probablemente era la primera vez que sentía algo parecido hacia una persona. Pero no se quejaba, ella era asombrosa. Tierna, linda y amable. Era diferente a las demás chicas que había conocido.

—¡Zen, ahí estás! —exclamó la fémina, llamando su atención, causando que saliera de su pequeño trance.

—Hola, bella dama —no podía evitar decirle así ahora, le encantaba ver el pequeño sonrojo que aparecía en su rostro al escucharlo.

—Sólo haré unos pequeños ajustes a tu traje —dijo ella acercándose al mencionado con una sonrisa.

—No es necesario, es perfecto de esta manera —le devolvió la sonrisa con un leve sonrojo, ella rió, pero aún así tomó sus mangas y colocó un poco de tela. Decidió no cambiar mucho pues el peliblanco se negaba repetidamente.

La tercera llamada se escuchó, ambos intercambiaron miradas, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Mucha suerte, se que lo harás genial —lo animó tomando sus dos manos, para después apretarlas levemente, dejando algo sorprendido al chico, quien sonrió.

Y sin más cada quien se fue a sus posiciones, preparados para lo que venía.

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La joven veía todo desde bambalinas, en la mayoría de las escenas se encontraba Zen, por lo que no podía evitar mirarlo de manera embobada; cada movimiento, cada palabra, cada mirada, hacían que disfrutara un millón de veces la obra.

La gente en las butacas también lo veían de esa forma. Era bastante obvio que el chico tenía un gran talento, y que en su futuro sería reconocido por esto.

—¡Oh, joven doncella! Lo que yo daría por ser el que tome su mano todos los días —exclamó el peliblanco, de manera dramática.

La fémina escuchaba todo atentamente, veía desde bambalinas y de vez en cuando, imaginaba que Zen le dirigía todas esas palabras a ella.

—Tal vez no tenga joyas ni obsequios caros para regalarle, pero lo que le puedo dar es mucho más valioso que eso —hablaba mientras miraba a la actriz—. Todo mi amor, atención y cariño será sólo de usted —le extendió la mano a aquella afortunada, quien sólo seguía el guión.

La chica veía detenidamente cada acción, desde el lugar en donde estaba; la actriz le daba la espalda, y Zen estaba frente a ella, separado por su compañera.

Lo que yo daría porque me dijese esas palabras— pensó con una sonrisa y un leve sonrojo.

—Por favor, dulce doncella, ¿me haría el honor de casarse conmigo? —la mirada del peliblanco se cruzó con la de la chica que se encontraba detrás de bambalinas, le sonrió, para después guiñarle un ojo, sorprendiendo a la contraria.

Se sonrojó al instante. ¿Acaso eso iba dirigido hacia ella? Negó con la cabeza, tal vez sólo había sido su imaginación.

La obra siguió, y a pesar de que la escena romántica ya había pasado, Zen seguía cruzando su mirada apropósito con ella, guiñándole o sonriendo de lado. La confundía un poco, pero reía levemente al notar que le importaba que estaba ahí.

Aplausos inundaron el lugar una vez que se cerró el telón. Silbidos y gritos de emoción se oían, la gente había amado la obra, y por supuesto, a su protagonista.

La fémina estaba segura de que se acercaría al peliblanco, pero al verlo hablar con su director y otra persona, decidió dejarlos solos.

—¿Usted es la creadora del vestuario del protagonista? —una voz interrumpió sus pensamientos, giró la cabeza, encontrando a un hombre alto, vestido de traje y cabellos rubios.

—E-Eso es correcto —de manera nerviosa respondió, no esperaba verlo ahí.

—Bueno, no se si me conozca pero soy un representante de una agencia de modelaje —habló él de manera orgullosa—. Me ha fascinado su trabajo, y quería darle una pequeña oferta.

—¿Oferta? ¿A qué se refiere? —preguntó ella, algo confundida.

—Quiero llevarla conmigo a mi agencia —los ojos de la contraria se abrieron de golpe—. Quiero que trabaje para mi.

—¿E-Es en serio? —sus ojos se iluminaron, no lo podía creer, uno de sus sueños se cumpliría.

—Por supuesto, puedo notar que tiene un gran talento para la moda —asintió él, con una sonrisa de oreja a oreja—. Entonces, ¿acepta?

—Y-Yo —se interrumpió a sí misma, dirigiendo su vista a Zen, quien hablaba animadamente con algunas personas. Él notó su mirada y la miró, sonriéndole levemente, para después regresar a su plática—. No lo sé...

El hombre suspiró.

—Amor joven —dijo, mirando al peliblanco y después a la fémina—. Le diré algo: si están destinados a estar juntos, entonces se reencontrarán.

—Tiene razón —regresó su mirada al rubio, quien le extendía una tarjeta.

—Estaré unos días más en la ciudad, llámeme cuando tome una decisión —la contraria tomó la tarjeta, para después asentir. Aquel hombre se alejó lentamente, dejándola sola.

La chica miró la tarjeta, leyendo todos los detalles que se encontraban en ésta. Suspiró, para después pasar una de sus manos a su cabeza, pensando.

—¡Mi ángel! —exclamó Zen, causando que ella rápidamente guardara la tarjeta en uno de sus bolsillos—. La obra fue un éxito, y todo gracias a tu gran trabajo.

Tomó sus manos como ella había hecho antes, sonriéndole con un leve sonrojo.

—Lo hiciste genial —sonrió, olvidándose de sus problemas rápidamente—. Fue por tus habilidades, y lo sabes.

Ambos rieron levemente. Sentir la presencia del otro les alegraba el día.

—¿Y bien? ¿Quién era aquel hombre con el que hablabas? —preguntó curioso, aún sin soltar sus manos.

—Ah, bueno... —pensó rápidamente en una excusa, no quería contarle la verdad—. Me elogió, dijo que amó tu traje.

—¡Eso es genial! —exclamó él, para después sonreír al pensar en algo—. ¿Te imaginas? Yo siendo un gran actor y tú siempre haciendo mis vestuarios, seríamos un gran equipo.

Sintió como algo dentro de ella se rompió.

—Sí, seríamos el mejor —sonrió, tratando de ocultar su dolor.

—¡Oh! ¿Te quedarás a ver las demás funciones? —preguntó con una sonrisa.

—Por supuesto —respondió, devolviéndole la sonrisa.

—Me alegro —se sonrojó de nuevo—. Sé que... si tú estás ahí, entonces todo saldrá bien.

Su corazón dio un vuelco, ¿por qué ahora era más difícil?

—Vamos por una bebida, debes estar cansado —dijo tomando una de sus manos, para después llevarlo con ella.

—Contigo a donde sea, mi bella dama —la siguió con una gran sonrisa.

La fémina pasó saliva nerviosa, no podría tomar una decisión clara si seguía diciendo ese tipo de cosas.

𝐄𝐢𝐠𝐡𝐭𝐞𝐞𝐧; ZenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora