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Asombro;
Impresión en el ánimo que alguien o algo causa a una persona, especialmente por alguna cualidad extraordinaria o por ser inesperado.
       

Habían pasado varios días desde su encuentro, la chica no había vuelto al teatro desde entonces, pues estaba bastante concentrada en terminar el disfraz del joven peliblanco. Y en cuanto a él, seguía ensayando para la obra que se aproximaba, y por alguna razón, no podía dejar de pensar en ella.

Se regañaba a sí mismo al recordar que no sabía su nombre, que fue bastante tímido como para no preguntárselo. Su rostro sonrojado con una leve sonrisa aparecía de vez en cuando por su mente. Ella era muy bonita.

Cada vez que la recordaba no podía evitar sentirse avergonzado, pero no entendía bien la razón, jamás se había sentido de esa manera por alguien. Tal vez porque no era muy social, pero de verdad se sentía atraído hacia ella.

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El día tan esperado había llegado, la primera función empezaría en menos de una hora y todos los actores se preparaban para su salida. El escenario estaba siendo acomodado mientras que los intérpretes se encontraban en camerinos, vistiéndose y maquillándose, recordando sus líneas.

El joven peliblanco se encontraba nervioso, no porque tuviera miedo escénico o algo parecido, más bien porque la chica que había hecho su vestuario aún no llegaba. El tiempo corría y sentía que todo se arruinaría en cualquier momento, seguía repasando sus líneas, dando vueltas en un mismo lugar tratando de calmarse.

La puerta del camerino se abrió de repente, asustando al actor quien se volteó rápidamente hacia ésta, notando que la fémina ya había llegado; se encontraba cansada y respiraba profundamente mientras que en sus manos se encontraba una bolsa con el vestuario del actor.

—Lo lamento, se me hizo tarde —dijo dando varias reverencias mientras se acercaba al chico, entregándole el disfraz de manera avergonzada, pues el llegar tarde no le ayudaría mucho a conseguir más trabajo.

El peliblanco se aclaró la garganta, para después tomar con delicadeza el traje, notando que las manos de la fémina se encontraban llenas de curitas, producto de que probablemente se había hecho varias heridas mientras cocía el traje.

—No te preocupes —respondió sin saber que más decir, estaba sorprendido, pero de alguna forma aliviado.

La chica levantó la mirada y le sonrió levemente, para después darse cuenta de que él necesitaba cambiarse, por lo que salió apresuradamente del camerino, aún avergonzada.

Suspiró una vez que estaba afuera, se sentía bastante mal con ella misma, pero por lo menos esperaba que le quedara bien el traje y no estuviera tan mal. Pero viéndolo a él probablemente todo le quede perfecto.

Se dirigió al escenario colocándose detrás de él, viendo lo bien decorado que estaba. No quería perderse para nada la obra, y para su suerte, le habían dicho que podía quedarse tras bambalinas.

La tercera llamada se escuchó, y con eso el inicio de la obra.

Su corazón dio un vuelco al verlo en el escenario, con su traje y bien arreglado. Un sonrojo apareció en su rostro inconscientemente, tragó saliva nerviosa. Nunca hubiera pensado que se viera así de bien.

La obra continuó y en un momento en específico, el joven actor volteó a verla, causando que sus miradas se cruzaran. Ambos se sonrojaron al notarlo, el chico sonrió, pero regresó a su papel tan sólo unos segundos después.

Por alguna razón, la fémina se encontraba bien. Después de todo, el peliblanco se veía perfecto con ese traje y su interpretación era asombrosa. Jamás pensó que se sentiría así al ver una obra de teatro.

Fijó su vista en los espectadores, ellos parecían disfrutar la escena al igual que ella. Sonrió y regresó su mirada al actor.

Esperaba que diera una buena reseña de su trabajo, se había dado cuenta de que amaba lo que hacía. O tal vez, que amaba ver al peliblanco con sus creaciones.

𝐄𝐢𝐠𝐡𝐭𝐞𝐞𝐧; ZenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora