Iker se despidió de sus amigos el sábado en la tarde, el día después de que acabara el año escolar. Como tenían de costumbre, ellos acordaban no verse ni hablar hasta las clases, pues para él y Mara era imposible encontrarse en las vacaciones cuando eran niños pequeños, de ahí que se volvía emocionante el primer día de clases, porque significaba un reencuentro para ellos.
Adicional a la nostalgia, eso les permitía enfocarse en cada uno durante el verano. Por su parte, Iker había quedado de acuerdo con su familia en que él se quedaría en una granja que tenían a un par de horas de la ciudad, mientras su tío hacía su tratamiento en la ciudad.
Como ya tenía permiso para manejar una camioneta y había aprendido a usar la escopeta, ya podía ocuparse de cuidar la propiedad las veces que quisiera, en total soledad. Sin embargo, por un momento se le ocurrió invitar a Mara a ir con él, aunque fuera por unos días, pero primero no pudo hablar de inmediato con ella y, cuando por fin pudo decirle, el padre de la chica dijo que ella no podía ir sola con él.
Siendo así, Iker solo se llevó a sus tres perros, de ya un año de edad, para que no perdieran su entrenamiento y, a su vez, que lo ayudaran en el terreno, sobre todo porque era una zona incomunicada y debía valerse por sí mismo. Sería la primera vez que estaría por completo solo, lo cual le emocionaba, aunque a su madre le asustaba.
Iker entró a la casa de la granja, sujetando con fuerza las correas de sus perros, quienes estaban inquietos tras bajar de la camioneta en un lugar desconocido para ellos. Dejó junto a la puerta la maleta que llevaba en la otra mano, se agachó junto a sus perros y les quitó las correas.
—Bien, exploren. Se lo merecen.
Uno de los perros le ladró, alegre, a lo que Iker sonrió y acarició su cabeza. Los otros dos solo movieron la cola y sonrieron con la lengua afuera. El chico turnó sus manos para hacerles cariño y después dejó salieran de la casa. Como el terreno era amplio y el cerco era bajo, él sabía que sus perros podían recorrer lo que quisieran, lo cual lo asustaba bastante, pero confió en que ellos volverían si escuchaban su silbido.
Empezó a guardar sus cosas. Para no sentirse tan solo, se llevó una foto enmarcada de Mara y él, de cuando eran niños y tuvieron que actuar juntos en una obra escolar. Al momento de sacar la foto de su enorme bolso, que quedó mirándola.
Si tan solo ella supiera...
Llevó consigo también una cinta de fotografías que se tomó con su grupo de amigos en una cabina fotográfica. Recordaba a la perfección ese día: decidieron ir a una feria de entretenciones que iba a estar por un par de semanas en la ciudad, pero justo llovió ese día en la noche, por lo que, al bajar de una montaña rusa, se refugiaron en lo primero que vieron: una cabina fotográfica. Luego de unos minutos, decidieron tomarse esas fotos y otras más, quedándose cada uno con una lámina distinta, para luego ponerse a jugar bajo la lluvia cuando esta disminuyó su intensidad.
Extrañaba eso. Había sido durante las vacaciones de invierno, días antes de que Gustavo invitara a salir a Mara, para que un par de semanas más tarde, le pidiera que fueran novios.
Iker apretó el puño con el que no sostenía la lámina de fotografías, irritado al pensar en que Gustavo era novio de Mara.
De verdad lo odiaba. Le había quitado a la persona que había estado junto a él desde el preescolar.
Su mejor amiga.
El amor de su vida.
Iker solo podía pensar en ese momento en que, por culpa de Gustavo, ya no podía estar siempre con Mara. Él la había alejado.
Dejó las fotografías sobre el velador de la pieza y fue a la sala de estar, en donde estaba colgada la escopeta. La tomó y salió de la casa, disparando a cada árbol que había.
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Chicos Malos
Mystery / ThrillerIker pasa sus tardes bailando, cuando no está entrenando a sus perros de caza. Mateo toca la guitarra, tiene su propia banda de rock y cuerdas de repuesto ensangrentadas. ¿David? Bueno, a él le gusta dormir, beber alcohol, drogarse y golpear persona...