Iker entró al granero con su escopeta en las manos, donde estaba David frente al chico que se encontraba en el suelo. Pusieron de nuevo la silla en su lugar y le quitaron a Gustavo la tela que le tapaba los ojos. Asustado, trató de gritar, pero era inútil estando con la boca tapada.
—Incluso si no tuvieras eso, nadie te escucharía acá —dijo Iker sonriendo—. No eres el primero que lo intenta.
David le soltó la mordaza y Gustavo trató de morderlo, pero solo logró hacer que riera por lo patético que se veía.
—Vamos, chicos, ¡soltadme!
David negó riendo e Iker solo permaneció inmóvil con su escopeta en la mano.
—Cuando Mara sepa lo que estáis haciendo, ella se pondrá muy enojada.
—¡Oh! ¿En serio? —exclamó con tono de burla.
—Ella me ama.
Al escucharlo decir eso, Iker le disparó con la escopeta a la rodilla, destrozándosela. Los gritos del chico se podían oír en toda la granja, aunque en los terrenos aledaños no se alcanzaba a escuchar, por lo extenso que era cada terreno.
Gustavo lloraba de dolor y ni siquiera podía estremecerse debido a las amarras.
—¡No vuelvas a decir que ella te ama! —Apuntó con su escopeta hacia la cabeza del chico.
—Sí, bueno... pasa que el grandulón la ama desde hace años —explicó David con cierta gracia—. ¿No lo habías notado? De seguro soñó con hacerte esto desde que le pediste a Mara que fuera tu novia.
—Espera, ¿esto es porque estás enamorado de Mara? —dijo Gustavo en medio de sus lamentos, creyendo que tenía alguna esperanza—. Puedes quedártela, en serio. Si quieres estar con ella, no me interpondré, solo libérame y me alejaré, ni siquiera diré lo que pasó.
—¿Y cómo vas a explicar lo de tu rodilla?
—No lo sé, pero en serio chicos: no le diré a nadie si me dejan ir, por favor. —Siguió suplicando.
—El problema es que... no podemos hacer eso. —David fingió una expresión triste para burlarse.
El más bajo salió del granero riendo e Iker lo siguió. En la puerta del granero, Mateo los estaba esperando para conversar.
—¿Qué sigue ahora? —preguntó.
—Entra y diviértete un rato con él —opinó David—. De seguro te va a encantar tocarlo mientras se queja.
—No soy un abusador —contestó con disgusto—. Pero sí necesito liberar un poco de furia que tengo acumulada.
—¡Uh, divertido!
Mateo entró y sacó de su bolsillo una caja con cuerdas finas de repuesto para guitarras.
—¿Tú qué haces aquí? —preguntó Gustavo, extrañado.
—Verás, estas cuerdas pueden cortar un poco tu piel si batallas para liberarte. Nada grave realmente, pero sí doloroso, así que, te conviene no moverte mucho.
Colocó las cuerdas delgadas un poco más arriba de las gruesas que sujetaban al muchacho a la silla, apretando un poco sus brazos contra la madera. Estando detrás de él, no pudo evitarlo y colocó una cuerda de guitarra alrededor de su cuello.
—¿Qué...? ¿Qué haces? —preguntó asustado.
Trató de zafarse de la silla y sintió un ardor en sus brazos. Mateo jaló hacia atrás la cuerda que puso en su cuello, lo que empezó a cortarle la respiración y por instinto se movió nuevamente para tratar de liberarse, pero fue inútil. Un par de minutos después, una figura se abrió paso por el granero.
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Chicos Malos
Mystery / ThrillerIker pasa sus tardes bailando, cuando no está entrenando a sus perros de caza. Mateo toca la guitarra, tiene su propia banda de rock y cuerdas de repuesto ensangrentadas. ¿David? Bueno, a él le gusta dormir, beber alcohol, drogarse y golpear persona...