—¡¿Cómo es eso de que pasarás las vacaciones con Clara?! —exclamó Mara, indignada.
—Bebé, ya te dije que no es así: mi familia y la suya estarán juntas en las vacaciones, no es que vaya a pasar mis vacaciones con ella nada más.
—A ver: vas a estar junto a ella dos meses... ¡dos putos meses! Ni siquiera podré pasar una sola noche contigo, porque vas a estar a miles de kilómetros, ¡con ella!
Sus compañeros de escuela se acercaron, queriendo saber exactamente por qué la pareja perfecta estaba peleando.
—No quiero seguir escuchando tu berrinche, no tiene sentido.
—¿Qué no tiene sentido? —Cruzó los brazos por debajo de sus pechos, alzándolos.
—Tú... ¡ugh! ¡Eres una celosa! Esto que estás haciendo, este estúpido berrinche, ¡todo es por tus estúpidos celos! ¿Qué se supone que haga? ¿Quedarme en mi casa encerrado mientras mi familia está allá y solo por tus celos?
—Pues... no me parece una mala idea. Podemos estar juntos ahí, en lugar de que estés con alguien más.
—Estás loca —sentenció y se fue.
La chica de cabello negro se dio cuenta en ese momento que todos habían presenciado la discusión, incluso la persona a la que más odiaba en ese momento: Clara. Era la típica "chica buena" —o mosquita muerta, como le gustaba decirle Mara—: tímida, inocente, aplicada y amable. La odiaba.
—¡¿Qué están mirando?! —les gritó a los espectadores, con furia.
Iker se abrió paso entre la multitud y tomó del brazo a Mara, quien lo miró molesta, pese a que él solo quería brindarle un apoyo. David llegó por el otro lado de la chica y Mateo se quedó a un metro de ellos.
—No estás quedando bien —le susurró David—. Vámonos.
Lanzó una última mirada despectiva a la multitud. Ignoró la presencia de David, vio a Iker y relajó el ceño, yéndose junto a él, seguidos por David y Mateo.
Al día siguiente, durante el almuerzo con sus mejores amigos, Mara recibió un mensaje de Gustavo, pidiendo disculpas y si se podían reunido en su lugar especial.
Después de despedirse de sus amigos en la tarde, Mara se dirigió a una cabaña a las afueras de la ciudad, tal y como había acordado con Gustavo, a pesar de haber discutido frente a todos en la escuela.
—Lo lamento, en serio —dijo Gustavo en cuanto abrió la puerta—. Fui un tonto.
—Sí, lo fuiste —escupió, con los brazos cruzados.
La chica entró y él se apartó. Cerró la puerta y la siguió a un metro de distancia. Ella se sentó en el suelo, junto a la chimenea que estaba apagada. Movió con la punta de su dedo las cenizas que ya estaban frías. Gustavo se sentó frente a ella.
—Amor, lo que siento por ti es demasiado fuerte como para echarlo a perder —susurró él.
—¿Qué soy exactamente para ti entonces?
—Eres mi todo. —Sonrió con dulzura—. No hay alguien de quien me pueda sentir más atraído, simplemente eres mi diosa y mi religión. Me traes vuelto loco.
Mara sonrió al escucharlo y se tiró sobre él para besarlo, provocando que cayera de espaldas sobre la alfombra que compraron hacía unos meses, para no pasar frío durante el invierno y encima tener un lugar más suave en el suelo, ideal para ocasiones como esa. Lo besaba con tal intensidad, que parecía querer arrancarle los labios con los suyos, mientras incrustaba sus largas uñas acrílicas de color negro con serpientes plateadas en la nuca del chico.
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Chicos Malos
Mystery / ThrillerIker pasa sus tardes bailando, cuando no está entrenando a sus perros de caza. Mateo toca la guitarra, tiene su propia banda de rock y cuerdas de repuesto ensangrentadas. ¿David? Bueno, a él le gusta dormir, beber alcohol, drogarse y golpear persona...