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UN PASO A LA VEZ.

Habían pasado dos semanas desde que Yeonjun fue internado en aquella institución para omegas. Durante ese tiempo se enteró de que el lugar no era tan malo ni tan siniestro o estricto como uno esperaría. De hecho, contaba con muchos elementos que jamás creyó tener al alcance en un lugar así.

Por ejemplo, había una biblioteca al otro extremo del edificio, también, una pequeña guardería para cachorros que habían sido abandonados por sus padres. Habían otras áreas donde se hacían distintas cosas aparte de atender a omegas embarazados. Era, sencillamente, una gran variedad de actividades que en un principio no se le cruzaron por la mente, pero que vio posible luego de que Soobin le diera un recorrido por todo el edificio, que por cierto se conectaba a otros dos.

Era su segundo fin de semana pasándola dentro de las cuatro paredes que constituían su acogedora habitación. Sabía que durante esos días podía salir para despejar su mente, visitar familiares, ir a comer, o cualquier cosa que se le apeteciera.

Pero no había nada que Yeonjun quisiera más en esos momentos, que quedarse acurrucado bajo las cobijas de su cama, con la seguridad de que nadie ni nada podía dañarlo a él o a su cachorro.

Jamás creyó que estar embarazado sería un martirio, y eso que eran apenas los primeros meses. En cuatro días cumpliría tres meses de gestación y sentía que el mundo se le venía encima. Por desgracia, eso no era nada, pues todavía le quedaban seis meses por transcurrir y su barriga cada vez estaba más abultada.

Se encontraba cubierto por una cobija enorme, afelpada y cálida. Hace unos minutos atrás tuvo que ir al baño para vomitar y se la pasó pegado al retrete un buen rato. Al terminar, sentía que todo su cuerpo estaba entumido y su garganta ardía.

Fue inevitable no llorar. Llorar desde que comenzó a lavarse los dientes hasta que se recostó en la cama con un pesar que lo abrumaba y le oprimía el pecho.

—Eres muy cruel, pequeño —murmuró el peliazul, mientras acariciaba su barriga por dejabo de su blusón de pijama. Era cálida.

Lo único que podía reconfortarlo era el dulce olor que su cuerpo desprendía. Cuando se sentía desanimado el aroma de su cachorro parecía hacerse más intenso, como si intentara decirle que no estaba solo.

Yeonjun se sintió estúpido por desear tener al doctor Soobin a su lado para que le dijera que todo ese proceso era normal, y que pronto todo estaría bien. El omega lo sabía, pero escucharlo del alfa lo tranquilizaba.

El doctor Soobin trabajaba todos los días, incluyendo los fines de semana, pero le había dejado en claro que no se acercaría mucho durante esos días para dejarlo descansar de las terapias y la constante observación de su parte. Yeonjun escuchó en silencio y se tragó las ganas que le nacieron de decirle que su compañía no era ningún problema, y que, por el contrario, lo ayudaba a sobrellevar toda la carga en sus hombros.

La puerta de su habitación fue golpeada dos veces. Un extraño cosquilleo recorrió su estómago por pensar que la persona al otro lado podría ser su doctor.

-Adelante -dijo débilmente, sin moverse de su posición. Cuando escuchó el pestillo de la puerta moviéndose, se encogió más en su lugar, apretujando el peluche de conejo contra su pecho (el cual se había convertido en su preferido de entre todos los demás).

—Yeonjun —la voz que escuchó no debió haberlo decepcionado tanto.

Con un poco de esfuerzo y desgano, se removió en la cama hasta quedar sentado en su lugar y miró al chico frente a él en completo silencio.

—¿Qué sucede? —preguntó, un poco ansioso por la presencia del alfa.

El castaño le regaló una sonrisa plana y dio un paso atrás, notado de antemano la incomodidad del omega debido a su repentina presencia.

𝗠𝗬 𝗧𝗥𝗨𝗟𝗬 𝗔𝗖𝗛𝗘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora