SANTIAGO.
Amaba los jueves.
Ahora no sé qué sentir cada vez que el calendario marca ese día.
Para mí solían ser un tanto relajantes porque, como me encargué de adelantar materias en mis primeros años de universidad, tengo esos días libres.
Soy estudiante universitario de arquitectura en su último año. Me encanta lo que estoy estudiando incluso con todo el estrés que eso involucra. Aunque, aun así, un día de no tener que ir al campus a ninguna clase es una fortuna.
Estoy haciendo una pasantía en una constructora los lunes y miércoles. Los jueves tengo mi mañana ocupada en tarea, luego voy a ver a mis padres, una visita a mi hermano y después paso a escalar en el lugar de siempre.
Pero la razón por la que ya no me gustan de la manera en que lo hacían, es porque es el día en el que también voy a la residencia de mi novia; Victoria.
No es como que no la vea en otro día. En realidad, solemos encontrarnos a veces en el campus de la universidad. Pero, en un intento de salvar nuestro noviazgo, sugirió un día de cita romántica obligatorio.
Y eso me habría encantado, de no haber sido que la razón por la que estamos buscando salvar nuestra relación es que me fue infiel.
Un día, fui de sorpresa a su residencia porque era nuestro aniversario. El sorprendido fui yo cuando la vi sobre su supuesto mejor amigo; teniendo sexo.
Eso me dolió. Ella intentó explicarse y, aunque por al menos un mes me negué, terminé volviendo con Victoria cuando me di cuenta de lo mal que se le veía desde que terminamos.
Pero sigo sin confiar del todo en ella.
—¿Vas a ir a verla otra vez?—pregunta Dave, mi mejor amigo, al salir del lugar en el que escalamos.
Es un rocódromo, que es de esos lugares en los que te colocas un arnés y te dedicas a ir subiendo, con ayuda de algunas rocas, una pared. Nos encanta hacerlo.
—Sí, se supone que es jueves de cita. Vamos a ver películas o algo así.
—Lo que no entiendo es por qué si es ella la que tiene que reparar lo que jodió, eres tú el que va a su residencia.
Detengo mi paso al estar frente a mi coche, removiendo la mochila en mi brazo en tanto Dave me observa con algo de reproche.
A él no le agrada ella. Es algo mutuo. Victoria dice que siempre está pegado a mí, pero no es tan así. Dave no tiene novia, de hecho ni siquiera lo he visto coquetear con alguna chica ni chico y no es porque sea feo. Tiene el cabello rubio con algunos rizos, ojos grandes, es muy alto, delgado... La verdad no es feo, pero es un poco apático. El punto es que, sin novia ni más amigos, soy su única compañía.
A menos que se le acabe lo que él llama su "batería social" y no me responda.
—Victoria no tiene coche.—explico.
—Tiene dinero y existen los taxis —niega, rindiéndose—. Pero es tu decisión.
—Siempre que dices eso me haces sentir mal porque ya sé que quiere decir que me consideras idiota.
—Oh, eso puedo decírtelo directamente sin ningún problema: Santiago, eres idiota por perdonarle una infidelidad.
Suspiro, algo cansado de toda esta situación.
—¿Y qué se suponía que hiciera? Tú la viste, Dave, estaba destrozada y me mandaba esas fotos raras.
No eran fotos íntimas. Eran fotos de ella en lo alto de un edificio, llorando. O algunas de cortadas que se hacía en las piernas y brazos.
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Sin voz.
RomanceUna acción basta para cambiar toda tu vida; no siempre es de manera negativa. Samantha Miller sufrió un accidente del auto en el que murió su prometido. La culpa de todo lo que pasó ese día le ha llevado a la depresión y, por lo tanto, a estar inte...