Capítulo 9: Tu voz es todo lo que escucho.

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SAMANTHA.

—Te amo, Samantha. Eres lo primero que quiero ver todos los días al despertarme y lo último que quiero ver al dormir. Tú eres la persona indicada para mí y no puedo imaginar una vida en la que no estemos juntos.

Jace se pone sobre una rodilla y me muestra un anillo. Escucho a mi mamá jadear en sorpresa y yo solo siento mi corazón latir a toda velocidad.

»¿Te quieres casar conmigo, cariño?

Me quedo en trance, sin poder creerme que esto está pasando. Es hasta que él me da una mirada de insistencia que logro encontrar mi voz.

Sí...

Pero justo cuando está deslizando el anillo por mi dedo, su cara se cubre de sangre y puedo sentir algunas gotas escurrir también por mi rostro.

—¿Por qué lo hiciste, cariño? —escucho a una voz que no es la de Jace.

Creo que es la mía.

Antes de poder descubrirlo, me despierto sobresaltada. Apenas son las 4 de la mañana, pero no puedo volver a dormir, no puedo volver a ese sueño.

Empiezo a tallarme las piernas, sintiendo que de hecho la sangre me está escurriendo de verdad.

Por un momento, incluso puedo oír mis gritos aterrados, las llantas derrapar, la advertencia de Jace... Todo en mi cabeza.

Desesperada, sigo tallando mis piernas para quitar de ellas la sangre y sensación de pesadez que me sobrepasa.

Mis manos están ardiendo, ¿estoy ahí? ¿De nuevo estoy atrapada?

Intento inhalar profundo, calmarme un poco, pero su voz gritando que me detenga me roba el aliento una vez más.

Una parte de mí que aún quiere estar aquí, me orilla a presionar el botón de emergencia porque se me estaba acabando el aire.

Sin embargo, nadie me ayuda a encontrar la respiración, solo me inyectan algo que me encierra con candado en los aterradores recuerdos.

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Hoy no será un muy buen día, no tengo ganas de nada. Una nueva enfermera viene esta semana. No es muy cómodo en la ducha que me hacen darme, aunque en realidad no creo haberme bañado bien, me parece que solo me paré bajo el agua hasta que me dejaron salir.

Este día en especial, estar dentro de mi cabeza es un infierno.

¿Por qué mierdas no me morí yo en el accidente?

No recuerdo cambiarme, pero supongo que debí hacerlo, porque de repente me encuentro acostada en mi cama.

Ni siquiera pruebo el desayuno o la comida cundo me la traen, lo que de seguro se lo informarán a mis padres.

Es como si mi cerebro me traicionara, porque cuando peor me siento es cuando comienzo a reprocharme todo lo que he hecho.

Y ahora pienso que Camille tiene razón; no soy más que una niñita caprichosa que solo les trae problemas a todos. Toda mi familia estaría mejor si yo simplemente estuviera muerta. Tal vez les dolería al principio, pero sería una preocupación menos.

En sí no aporto nada bueno a la vida de absolutamente nadie.

Ojalá tuviera con que hacerlo y no fuera tan cobarde.

Porque me siento tan cansada, no un cansancio físico, si no uno mental. Quisiera solo dejar de pensar y de sentir unos momentos. Poder descansar de mi misma.

Sin voz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora