2.Fushiguro Tsumiki

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Con ojo crítico, observó aquella "casa" de dimensiones desorbitadas, aunque casa no era la definición exacta para aquella edificación. Más bien era una mansión de estilo japonés, antigua, con puertas shoji de papel amarillento y marcos de madera con árboles de cerezo plantados en los extremos de aquel enorme jardín delantero y, que presumiblemente, daba a entender que había un jardín trasero tras aquella enorme casa que podría, a ojo, dar cobijo a cien personas o incluso más si es que no estaba equivocado.

Soltando un suspiro, ahora miró a su nuevo tutor legal: Gojo Satoru. Aquel hombre había resultado ser du "padrino", aunque era la primera vez que lo veía y que entablaba una conversación con él, algo extraño pues su voz era un eco lejano en sus recuerdos y no podía ubicarla en una línea exacta, pero con una cercanía a sus padres que ahora cobraba sentido para él. Tanto ellos como aquel hombre de peinado extravagante, habían ido a la misma escuela durante cuatro años, para luego separarse por caminos distintos y volverse a juntar para su nacimiento, lo que resultaba ciertamente extraño en aquella historia, pero no buscaría los tres pie al gato.

Tirando de la correa de la bolsa donde guardaba sus pocas pertenencias, siguió a su tutor hacia el interior de la casa principal. Un enorme recibidor lo recibió cuando pasó el umbral y quedó completamente maravillado, observando la decoración clásica de aquella casa, los adornos sacados de una película de samuráis o los pequeños bonsáis que adornaban cada sala que quedaba a su vista.

Movió los ojos según iba caminando. Se había quitado los zapatos a la entrada, o más bien una vieja señora le había obligado a quitárselos, por lo que ahora sentía el frío suelo de madera bajo sus pies descalzos según iba caminando detrás de Satoru.

Gojo Satoru. Era un hombre extraño, extravagante, con los ojos siempre tapados por una venda oscura que no dejaba a la vista. ¿Sería para proteger sus ojos? ¿Sería porque estaba ciego? Si así fuera, ¿cómo supo que él era el hijo de su vieja amiga? El muchacho entrecerró los ojos a la vez que bajó las cejas, arrugando levemente su rostro.

-Y este es tu cuarto.

Detuvo sus pies a dos metros de Satoru. Miró hacia donde el hombre señalaba con un dedo alargado, pálido: una habitación mediana sin decorar, probablemente habiendo sido usada como habitación de huéspedes. Parecía algo acogedora si era sincero.

-Bien.

Sin dar más respuestas, entró a aquella habitación con cautela. Dejó caer su mochila del hombro, generando así un pequeño sonido sordo que desapareció a los segundos, mientras inspeccionaba aquel que sería su cuarto. No había gran cosa: un armario, un escritorio al final del mismo junto a una silla con una planta sobre la mesa que identificó como un bonsái más. Parecía que a Satoru o a alguien del servicio le interesaban demasiado los bonsáis, porque no había otra planta más allá de los cerezos.

-En dos horas vengo para la cena-el hombre dijo con una voz tranquila, por debajo de la media-. Mientras, ponte cómodo.

No respondió a aquellas palabras, solamente oyó como los pies de Gojo Satoru desaparecían por el pasillo que habían usado para llegar allí y finalmente quedaba solo.

Solo.

Era una palabra que ahora lo hacía sentir frío, en una dura realidad. Se había quedado completamente solo. Nunca conoció a su padre y su madre finalmente había muerto tras mucho tiempo en cama, dejándolo al cuidado de un extraño hombre que no sabía si era ciego o simplemente un idiota que no tenía remedio.

Con cuidado, flexionó las piernas y tomó una posición de flor de loto quedando justo en medio de la habitación. Cogió la mochila abandonada y con un tirón de los bordes, la abrió para ver su contenido: una pequeña muda de ropa y varias fotografías. El resto de sus cosas llegarían al día siguiente con el equipo de mudanza.

OnmyojiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora