4. Kapitel Vier

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"El recuerdo es otro tipo de cicatriz."

Heather White

El olor de la pintura se estampaba en mi nariz, provocándome esa relajante sensación de familiaridad reconfortante. Detallaba minuciosamente como la mano de mi padre resbalaba con mesura el pincel por la rugosa y áspera textura del lienzo.

Azul, rojo, verde. Eran las tonalidades que mi padre empleaba y que, a simple vista, se lograban apreciar fácilmente. Los colores podían llegar a transmitir miles de emociones. Un autor anónimo solía decir que, estos a través de la pintura, podían llegar a tener un gran impacto en nuestra mente y a su vez, evocar infinidades de sensaciones en esta de manera distinta.

A mi padre le gustaba jugar con los colores, y debía admitir que yo también adoraba la idea de jugar y poder expresar, a través de ellos, sentimientos que con palabras no podían ser dichos.

Las manos me picaban por querer pintar, por querer volcar sentimientos y emociones que había estado estancando en mi ser.

Hacía un año atrás que había dejado de pintar. Solía plasmar en lienzos lo que mi corazón sintiese. Todo aquello que mirase, que me hiciera sentir la vida en mí. Me refugiaba entre pinturas, lienzos y pinceles cuando sentía que mi mundo se desmoronaba. Con el pasar del tiempo la brocha se había vuelto mi amiga y el aroma de la pintura mi hogar, ese lugar seguro al que podía recurrir sin el miedo a ser juzgada.

Me recordaba a mí de pequeña en mi habitación, siendo acompañada por un lienzo, un pincel y la melodía de una mansa tonadilla de fondo. Estando manchada de pintura hasta la nariz, con una sonrisa plasmada en mis labios mientras apreciaba con el pecho hinchado la obra que había realizado. Era, sin dudas, enorgullecedor. Ahora no acostumbraba a pintar con frecuencia, la mayoría del tiempo lo pasaba cumpliendo los deberes del instituto, leyendo algún libro o estando con Aleix. Para el último, el arte no eran más que trazos sin sentido alguno, y eso, siendo sincera, dolía.

La secuencia de recuerdos que emitía mi cabeza calentaba mi pecho, al instante me visualizaba junto al pelinegro confesandole mi amor hacia el arte, mis sueños más anhelados, llevándome una total desilusión y, no menos importante, arrepintiéndome de haberlo hecho.

Recordaba lúcidamente cada una de sus palabras...

—¿Arte? —replicó arrugando su nariz, como si tan solo pronunciarlo le causara disgusto.

La desilusión, la decepción, ese maldito sentimiento se oprimía en mi pecho, haciendo estragos toda ilusión que tenía al esperar algún buen comentario de él, sobre aquello.

—Si... —respondí en un murmullo reprimiendo las lágrimas que amenazaban con salir.

—Es aburrido. —cada palabra que decía caía como balde de agua fría. Cada una de mis ilusiones se destruían dejándolas hechas segmentos a medida que hablaba—. Y tampoco te llevará a ninguna parte. Es una pérdida de tiempo, es... Basura.

Directo, frío y sin ápice de afecto alguno.

—Si... Tienes razón —me limité a responder con mis ilusiones hechas mil pedazos, y con las ganas de llorar desconsoladamente emergiendo.

Desde ese día mis ganas por pintar se fueron esfumando poco a poco, como el humo que brota de un cigarrillo y comienza a disiparse en el aire volviéndose nada.

La cadena de recuerdos me abrumaba a medida que se exponía en mi mente. Intenté concentrarme en los problemas de aritmética que tenia anotados en mi libreta, pero al segundo me vi desistiendo en mi fracasado intento por resolverlos. Los números se mezclaban entre sí, generándome jaqueca.

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⏰ Última actualización: Jan 04, 2023 ⏰

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