Capítulo VII

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Diario: 23 de noviembre de 1981 – 3:05 am.

       Me siento casi como si estuviera tratando de seguir un maldito arquetipo de los hombres a mi edad. Me levanto temprano cada día para ir a una oficina donde realmente me cuestiono si trabajo gratis o no, y me la paso contando las horas del reloj que está en la pared para llegar a casa y encontrarme con otro problema más, mi mujer; (eso diría si no hubiésemos terminado). En mi caso hace más de un año solo me espera una casa vacía y el partido de la NBA que retransmiten a las nueve en punto.

       La verdad es que aunque podría estar mucho peor nunca me imaginé verme así, desde pequeño siempre tuve sueños y aspiraciones. Quería ir a la universidad, conocer a alguien, enamorarme y tener una vida normal como todos. Nada de eso sucedió. Miro a mi alrededor y no tengo nada de lo que a los 16 años había planeado para mi futuro; hay segmentos de la prensa del domingo en el suelo, un viejo álbum de Led Zeppelin en el estéreo y una caja de pizza junto a una lata de gaseosa al alcance de mi mano. La lluvia golpeando en el vidrio de la ventana y filtrándose por la gotera de la cocina lo hace mucho más acogedor.
     

        Un viernes en la tarde, cuatro días después de lo ocurrido en el Café Roxane, me encontraba con mis nuevos amigos sentado en las gradas del estadio observando como entrenaba el equipo de futbol de la escuela para el partido contra Rockedfield el lunes. Esa primera semana se me fue volando. A diferencia del largo y tedioso primer día, el resto de la semana había pasado desapercibida ante mis ojos. Bueno, no tanto.

       Desde el Lunes en la cafetería mi relación con Meybis había mejorado bastante. En varias ocaciones nos sentábamos juntos a almorzar y en otras solo nos quedábamos charlando por un tiempo hasta que el timbre nos hiciera regresar a clases. Esa semana me permitió acercarme a ella más de lo que me esperaba, era una chica muy particular, muy inteligente y tenía varios gestos y manías que sin darse cuenta me las había estado revelando poco a poco. Meybis era huérfana de padres, eso me contó una tarde por el camino cuando me dejó acompañarla de regreso a su casa. Sus padres murieron en un accidente cuando ella tenía solo 5 años, desde ese entonces vivía con su tío el Sr. Skarsgård, el cuál se encargó de ella y mantienen una bonita relación como si fueran padre e hija.

       Por otro lado está Michael, seguía siendo el mismo idiota al que conocí el primer día. El martes en la mañana cuando lo ví por los pasillos de la escuela intenté saludarlo pero se comportó muy hostil conmigo. Creí que después de lo que pasó en la cafetería de una forma u otra habíamos hecho las pases, me equivoqué. Al saludarlo en la mañana me dió la espalda y mientras se marchaba me dijo: –No somos amigos, y creo saber por qué se comportó de esa manera. Thomy Williams, el chico al que ayudé en el baño de la escuela y que Michael le hacía la vida imposible me comentó algunas cosas. Resultó ser que Cristian Miller el chico al que encontraron brutalmente asesinado en el bosque y que su muerte había mantenido a mi padre tan ocupado en la semana, ya que no encontraban ninguna pista que los llevara al asesino, ese chico era el mejor amigo de Michael y la noche en la que fue secuestrado estaban juntos. Para mí seguía afectado y no quería acercarse a nadie. Solo volvimos a coincidir en la biblioteca.

       Michael y yo nos libramos del castigo. El Sr. Skarsgård como agradecimiento por evitar que arrestaran a su sobrina les pasó el castigo a tres chicos del equipo del futbol que se estaban tirando bolas de papel dentro de la biblioteca. Solo con la condición de que si el director preguntaba decirle que fuimos nosotros quien limpiamos la habitación, obvio.

       Ese viernes en la tarde, allí estábamos los tres observando como Los Cocodrilos de Lakestone entrenaban para su nuevo partido contra los lagartos de Rockedfield. Una gran parte del equipo corría alrededor  del terreno mientras que un pequeño grupo de cinco personas hacían unos tiros a la portería. El entrenador corría al compás de ellos con sus pantalones cortos  mientras hacía sonar el silbato. Todos corrían sin descanso una y otra vez dando la vuelta al campo, cuando pasaban por delante de nosotros podíamos ver sus rostros agotados y sus uniformes empapados en sudor, el que más disfrutaba el entrenamiento era Thomy, “no se porque”. Por otro lado Kevin Bowers, con el cual había logrado una gran amistad en esos días, hablaba con nosotros sobre un lugar que conocía cerca del viejo muelle donde se pescaba muy bien y nos convidó a Thomy y a mí a ir de pesca al lago el domingo. Ambos aceptamos la invitación. Al poco rato nos despedimos y Thomy me acompañó hasta llegar a comisaría donde iba a visitar a mi padre. Luego me despedí de él y se marchó a su casa.

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⏰ Última actualización: Sep 25, 2021 ⏰

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