Capítulo 02.

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KIARA.

Un año y medio atrás...

Siempre bajo amenaza. Una vez que entras no podías salir. Así eran las reglas. Tenía pánico a ver lo que encontraría hoy.

Habíamos quedado todos juntos a las 22:00 y ni luz había en el barrio. Todo oscuro.

Pegué un salto al sentir que alguien me tocaba el hombro.

- Hola preciosa.

- Hola Rayas.

El Rayas. Así lo llamábamos. Todavía recuerdo el primer día en el que lo ví.

Cada línea trazaba su pelo corto. Piel morena, alto y cuerpo corpulento. Intimidante.

Chicos, él es nuestro nuevo amigo.

- Un placer.Nos llevaremos todos muy bien

- No tengo dudas de ello.

- Decidme vuestros nombres.


Nunca supe que era tener un conocido peligroso hasta que llegó el.

Desde primera hora no me dió buena espina y decidí en casa investigar por internet donde encontré información y nada buena.

Estuvo durante tres años en un reformatorio al encontrar pruebas de que mató a su hermana aunque declaró que fue inocente. Nunca hubo más sospechosos.

Actualmente está acusado con pruebas no contundentes de trapicheo de drogas.

Menor de edad, por ello nunca estuvo en la cárcel.

- Te acompaño.

Insistió.

- Iremos al mismo sitio.

Empezó todo muy despacio con las apuestas de chuches de qué equipo ganaría el partido (una chorrada de apuesta comparando con las de ahora) hasta acabar con las apuestas de dinero de quién ganaría las peleas físicas. Solo participaban los chicos. Las chicas indicaban con un pitido de silbato el comienzo de la lucha.

También había carreras separadas de coches. Es decir. No llegan a ser competiciones en parejas, sino cada piloto tenía una hora para salir. Encargados de Rayas, con un cronómetro iniciaban el tiempo, que indicaría cuánto tardaban hacer el recorrido. El coche que tardase realizarlo en el menor periodo posible, conseguiría la pasta.

Llegamos al descampado cerca de una casa abandonada. Se proclamó jefe allí mismo hace más de año y medio de nuestro grupo de amigos. Un grupo con buen rollo, hasta que llegó. Tan inocentes entrando en un mundo lleno de complicaciones.

Todos lo vitoreaban con aplausos. Menos sus viejos amigos que ellos parecían contentos vitoreando.

- Traed la mesa.

Con autoridad la pidió y enseguida la tuvo. Servía para colocar el mapa que indicaría a donde teníamos que ir y la cantidad de dinero. Nos lo decía a tan solo diez minutos para que nadie pudiese dar el soplo.

- Las apuestas se elevan a mil más. ¿estamos?

- Sí jefe.

Yo no respondí.

- Un total de diez mil se llevarán los vencedores y ya veremos la forma en la que se repartirán. El dinero se recauda como mayormente lo hacemos. Ahora, mi colega, mirará uno por uno dando indicaciones sobre el valor y después el dinero. El mínimo del valor son 100. No hay debate.

Tranquila KiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora