Prólogo

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Cavea. Del latín. Jaula.

Yeonjun miró la enorme puerta cerrada.

Los guardias venían corriendo, pero no intentó huir. En sus manos aún sujetaba la cobija con la que había cubierto a Ahn, en sus manos perduraba un poco del olor de Soobin.

La enorme puerta estaba cerrada. Ellos afuera y él adentro.

Yeonjun reconoció una figura bajando los escalones. La ira se sentía a su alrededor. Tenía la mirada con la que usualmente salía a una batalla, con los ojos clamando por muerte.

El Rey Huening Kai miró a su consorte, Yeonjun hizo un esfuerzo enorme por no temblar, porque incluso era más fuerte que la nieve que le calaba los huesos. Apretó la cobija de Ahn entre sus dedos, el recuerdo de que no era el final mientras su Majestad sostenía su brazo con fuerza e ira contenida y lo llevaba dentro.

Afuera unos minutos luego de dos largos años. Adentro de nuevo. Le dio una última mirada al exterior, sin saber si lo vería otra vez. 

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La declaración de guerra del Reino del Norte fue pintar de rojo el río fronterizo. El Rey, un doncel de cabello negro y belleza indescriptible, vomitó toda la noche cuando confirmaron que la sangre era de niños de su tierra.

Como una nación recién reconocida 30 años antes, no disponían de todas las alianzas necesarias y su ejército no era nada comparado con el de sus enemigos. Yeonjun escuchó con impotencia a sus consejeros, sus ojos fijos en un punto que le mostraba la tragedia y la esclavitud en la que perecerían los suyos.

No iba a permitirlo. Por eso se mantuvo firme cuando el Rey Huening Kai entró a su palacio, con sus ropas azul marino palideciendo aún más su piel y su cabello blanco. En cuanto lo vio estuvo seguro que ni la corona de laureles de oro asentada en su frente era capaz de opacar sus ojos fríos y su porte.

Ver a Kai de pie ante él, sereno, con las manos enguantadas en cuero a sus costados y su espada envainada era como ver al mar calmado antes de la tormenta inminente. Se dio cuenta que si el Rey del Norte peleaba con los seis soldados ahí, ganaría sin obtener un solo rasguño.

Yeonjun le temía al Rey Kai.

Intentó convencerse así mismo de que dialogarían y llegarían a un acuerdo, pero muy dentro, donde se alojaban sus pecados y su alma se volvía pesada, sabía que el Rey frente a él reclamaba una ofrenda.

Yeonjun era el sacrificio.

Cuando le preguntaron su opinión fue solamente por cortesía pintando una decisión ya tomada. Aún así Yeonjun vendió su libertad para dársela a los suyos.

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ㅡ¿Dónde está?ㅡla voz de su esposo hizo que Yeonjun le mirara.

Sus mandíbula apretada en señal de impotencia le dieron un impulso a Yeonjun, hicieron que algo muy dentro de sí empezara a burbujear en anticipación, pólvora pidiendo a gritos poder volverse un desastre y consumir todo a su paso.

ㅡLejos de ti.

Kai se enderezó. Y su presencia fue más alta que el castillo en el que vivían, más pesada que la sombra que ocultaba el sol de Yeonjun.

ㅡVa a morir, Yeonjunㅡdijo; sonaba como un cazador advirtiendo a su presa cuando el cuchillo ya estaba atravesando la carneㅡ, va a morir y tú ni siquiera podrás hacer nada porque no lo volverás a ver en tu vida.

Yeonjun cerró los ojos. Necesitaba con desesperación la chispa que provocara el desastre y arrasara con todo a su alrededor.

O si no ardería y se consumiría él mismo en su interior.



9/10/2021.

Cavea [Soojun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora