Parte diez: El Altar

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¡! Descripción detallada de lugares pequeños. Falta de aire y sangre. 




Le faltaba muchísimo aire. 

Al principio intentó tomar grandes bocanadas, pero dejó de hacerlo en el momento en el que se dio cuenta que estaba en una caja de madera.

Su plan había funcionado.

Recordó lo que pasó, cómo había masticado de más, el dolor en el estómago y la inconsciencia. Yeonjun no dejó que su mente vagara más allá en lo que le haría Kai a la mujer que le dio la corteza.

Con los pocos libros que alcanzó a leer, aprendió que en el Norte enterraban las cajas de madera donde ponían los cuerpos de sus muertos luego de una semana de rezos, a diferencia del reino de Yeonjun, donde los cremaban y dejaban las cenizas en los bosques sagrados.

Con cuidado de no respirar a menos que fuera necesario, Yeonjun buscó algo en su ropa con lo que pudiera agujerear la madera, que no parecía ser muy gruesa. No tenía nada útil. Afuera no se escuchaba nada, ni voces, rezos o movimiento. Se movió un poco, la herida le ardió, pero aun así levantó su codo lo más que pudo y comenzó a golpear la madera. 

Intentaba no respirar ni gritar, si lo hacía era solo una milésima de segundo. Las precauciones no servían de nada, porque la presión en su pecho y la sensación de ahogo se hacían más y más grandes. 

Si moría realmente ahí no importaría mucho; Soobin estaba muerto por su culpa, su familia ardió hacía mucho tiempo y Ahn seguramente no lo recordaría. Yeonjun no se dio cuenta que estaba golpeando la madera más fuerte y que su codo comenzaba a sangrar. 

Empezó a perder la fuerza y la consciencia de sus acciones, lo más contundente en esa caja eran las lágrimas. Su libertad frustrada sangraba por tirar y tirar de las cadenas que no cedieron. Un ruiseñor moriría en su jaula. 


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Yeonjun besó repetidas veces las mejillas pálidas de Ahn, limpiando discretamente las lágrimas que le escurrían, porque sabía que su niño lloraba con más fuerza si se daba cuenta. 

ㅡVamos de nuevo. Eres muy valiente. 

Tomó con cuidado sus manitas y lo levantó. Los pies descalzos de Ahn temblaron al sentir la alfombra y su agarre se apretó. Yeonjun lo ayudó a dar un paso pequeño. Esperaron un tiempo hasta que el otro pie de su hijo se movió sin ayuda. 

Yeonjun había estado intentando enseñarle a caminar, al menos por los alrededores de la habitación. Ya podía dar un paso con ayuda, pero Ahn tenía miedo. 

Pudo escuchar claramente que se abría la puerta de la entrada, Yeonjun tomó a su hijo en brazos y lo llevó a su nido de mantas con su peluche de venado. Lo había colocado en la esquina más alejada de la entrada, donde las columnas y la cama brindaban un poco de refugio. 

Cada vez que Kai llegaba, Yeonjun temía que el Rey le hiciera algo a su hijo, algo más allá de una mirada venenosa que tarde o temprano terminaban ocupando lugar en la piel del Consorte. Justo como ese día. 

Después de terminar, Yeonjun amarró la cinta al brazo de Kai. Era una regla no escrita que lo hiciera, quizá para reafirmar la posición en la que se encontraban ambos. Lo hacía únicamente porque un solo error suyo podía costar la vida o la integridad de otros, simplemente ignorando la manera en la que se le revolvía el estómago .

La puerta se cerró detrás de Kai y Yeonjun se quedó ahí, como siempre. Por un momento se quedó en la cama, solo mirando la puerta que no podía abrir. Respiró con fuerza, tratando de calmar los temblores en sus manos. 

Cavea [Soojun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora