Parte siete: Fuego

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ㅡ¿Dejamos este aquí, su Majestad? 

La sirvienta señaló el retrato más grande del salón, uno cubierto con un gran velo negro, intentando frenar los colmillos del tiempo y alejar los recuerdos venenosos. 

ㅡQuémenlo. 

No se detuvo a contemplar la cara de sorpresa de la mujer, se centró en el sobre que tenía en sus manos. Enviado personalmente por el Emperador, le había dicho el mensajero, enviado para felicitarlo por su reciente unión. Rompió la carta en pedazos, queriendo borrar para siempre el recuerdo del dueño de esa letra. 

ㅡM-majestad, usted s-sabe que no soy más que... E-este es el último retrato de la Reina Madre y-y su consorte no ha presentado su ofrenda y-

ㅡQuémenlosㅡordenó al ver a uno de los guardias a los ojos. 

ㅡ¿Majestad? 

Él simplemente hizo una seña y dos guardias se acercaron a tomar a la mujer y al retrato. Se arrepintió de no apartar la vista, porque la barrera entre él y el retrato cayó. 

Aún recordaba cuando lo pintaron; tenía alrededor de tres años y le ordenaron pararse junto a su madre de sol a sol. Las uñas largas se encajaron en su hombro izquierdo, donde su mano indicaba su lazo familiar y la herencia que le sería dejada una vez que la Reina muriera, la sangre le empezó a escurrir a la mitad del proceso y no pudo hacer nada. 

Su madre siempre usaba una venda negra para cubrir los ojos blanquecinos de nacimiento que solo había visto una vez, en el último respiro de la mujer. 

ㅡDespierten a mi Consorteㅡdijoㅡ. Según el calendario lunar, hoy es día de ofrenda, prendan la hoguera con los troncos más viejos. 

ㅡSí, señor. 

Más tarde él mismo encendió la primera llama de la hoguera, Yeonjun estaba a su lado, intentando disimular su espanto por los gritos de la mujer y su miedo por la gente arrodillada que rezaba alrededor del fuego. 

No tenía fe en los dioses de piedra que adoraban sus súbditos, lo único en lo que creía era en la muerte, pero nadie más que él lo sabía, o de lo contrario perdería la estabilidad en su reinado. La religión controla a la gente. Lo había aprendido a las malas, pero por fortuna, la cicatriz que surcaba su espalda estaba ahí para que jamás lo olvidara. 

ㅡ¿Es necesario esto?ㅡsusurró Yeonjun. A pesar de su miedo estaba erguido. 

Sonrió al ver como su Consorte todavía creía que conservaba la dignidad de un poder que jamás volvería a tener. 

ㅡ¿Quieres ir desatarla? Míralos a todos, creen que con esa ofrenda las heladas no matarán todas las cosechas. No te ganes su odio tan rápido. 

ㅡ¿Crees que soy igual a todos ellos y no sé que tú la mandaste a quemar? 

Sujetó con fuerza el brazo de Yeonjun al ver cómo estaba dando la vuelta para irse. No lo soltó hasta que logró sacarle un gemido de dolor. Sabía que estaba presionando los lugares donde había sido atado la noche anterior, pero no importaba. 

ㅡNo te dije que te fueras. 

ㅡNo te pedí autorización. 

ㅡMe sorprende que todavía te creas ese Rey patético que fuiste. Lo que estuvo en tus manos ahora es mío, no estás en posición de desobedecerme. 

ㅡTienes todo menos el valor de enfrentarte a ese retrato, ¿no?ㅡYeonjun lo miró a los ojos. Sus iris reflejaban el fuego de la hoguera. 

ㅡTe uniste a mí para evitar la muerte y la esclavitud de los tuyosㅡle dijoㅡ. No hagas que tu sacrificio sea para nada. 

Cavea [Soojun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora