Parte dieciséis: Sombra

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El mar se removía inquieto debajo de él, tirando con fuerza de sus miles de extremidades, casi como si estuviera disgustado.

'Las cosas que menos esperas viven, sienten y piensan de una manera que no comprendemos'

Aún podía escuchar su voz emocionada diciéndole eso, el recuerdo del olor de las especias subiendo desde la cocina seguía latente en su memoria, casi anulando la frontera entre presente y pasado. En ese momento, el mar se movía tanto que era imposible distinguir si estaba furioso o asustado. 

ㅡ¿Falta más de un día?ㅡpreguntó al hombre en el timón.

ㅡSolo un día, un poco menos si el mar se calmaㅡle respondió, a pesar de que su voz no titubeaba, tampoco ocultaba el miedo.

Yeonjun seguramente ya estaría en las tierras de ese maldito. Cuando se vieron en el muelle se aseguró de dejarle claro el mensaje a su Consorte, y no cabía duda que él lo entendió a la perfección; lo notó en su bonita expresión impotente.

Si no se hubiera dejado cegar por la ira y el tiempo, esa bonita piel pálida seguiría a su alcance. Seguía furioso por no notarlo antes, por no pensar en esa maldita corteza. No pensó en todo. 

ㅡUn pequeño y sencillo error siempre te llevará a muchos otros enormes y complejos ㅡmurmuró para sí. Ella se lo dijo el día que lo descubrió husmeando en su sala de estudio a plena luz del sol intentando encontrar las anotaciones sobre infusiones. En ese momento pensó que lo arrastraría del cabello o lo golpearía contra una mesa como cuando entró sin permiso a sus habitaciones, pero la Reina simplemente lo tomó del mentón y le susurró lo que sonó como su mayor secretoㅡ. Bruja.

Por supuesto mató al hombre que le informó de la supuesta muerte de Yeonjun y a las personas que lo atendieron. Nunca comprobó por sí mismo los hechos. Era lo más esencial y no lo hizo porque el pasado, las sábanas manchadas de rojo y las lágrimas gruesas seguían apareciendo ante sí cada que cerraba los ojos.

La semilla de un pequeño error estaba floreciendo con grandes pétalos de desastre. 

ㅡSeñorㅡel hombre que se paró a su lado no hablaba con el mismo miedo de los demás, sino con su confianza ciega, su cadencia vacía de opiniones propiasㅡ, ¿Qué haremos después de desembarcar? 

La respuesta golpeó con seguridad en su pecho, latiendo y clavándose en todo el cuerpo con una fuerza que ni el tiempo podía igualar. 

ㅡTodo. Llama a los otros. 

Sabía que los demás tripulantes le temían a las seis personas con las que se encontró en la parte del barco a la que nadie más tenía permitido entrar. Todos estaban al tanto de qué tipo de tareas realizaban, de qué asuntos se encargaban, aunque jamás los vieron. Eran murmullos toscos vagando por sus dominios, murmullos que él permitía. 

'Continúa así y pronto no serás nada más que miedo' Le dijeron una vez, después de una acalorada pelea y unos gritos furiosos. La intención era que se molestara, pero la acusación no le indignó del todo. 

Kurta Kamalㅡlo saludaron los seis. 

ㅡUstedes se van en los botes pequeñosㅡdijoㅡ. Quiero que encuentren los pozos más concurridos y usen estoㅡSacó unas botellas pequeñas del cajón detrás de él y las dejó en la mesa. 

Cada uno tomó una botella y ni siquiera vacilaron al meterla entre sus ropas. Todos lo miraron con un brillo particular en los ojos, uno tan grande y absoluto en sus pupilas que no dejaba duda de qué era él para ellos. 

ㅡNo quiero errores. Vayan. 

Ellos hicieron una reverencia y dijeron las mismas dos palabras de siempre. Salieron del camarote sin hacer un solo ruido. Más que personas, parecían sombras, fieles a su amo, despojadas de toda voluntad personal. 

Cavea [Soojun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora