Parte quince: El Mar

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Alguien le quitó la flecha del hombro. Yeonjun no supo quién fue hasta unas horas después que se levantó de una siesta en un incómodo catre que le dieron. 

El hombre que le quitó la flecha se llamaba Beomgyu y nació en el país al que se dirigían. No hablaba la lengua del Este, pero sí del Norte y pudieron comunicarse en un idioma que no les pertenecía a ninguno de los dos. 

Hea solo observaba y más tarde, en una cena de mal sabor, le susurró a Yeonjun que podían contratar a Beomgyu de traductor. Yeonjun aceptó debido al plan que se estaba formando en su mente. 

En el otro lado había solo dos países, uno con un líder y otro con un sistema que se manejaba mediante un consejo que se renovaba cada cierto tiempo. A Yeonjun le hubiera gustado pedir al consejo, pero sabía que el otro territorio era el más favorable, con un prestigioso ejército y con el que mantenían buenas relaciones comerciales. Al menos durante su tiempo en el trono. En cuanto desembarcaran tenía que ir con el líder y rogar que no tuviera una buena relación con Kai. 

Era un plan bastante arriesgado, sobre todo porque Kai ya lo había visto y no perdería tiempo, pero era el último que les quedaba. 

Le dije que era una historia para las mareasㅡHea se sentó a su lado en el suelo contra la madera húmedaㅡ. Tendrá que disculparme, sé que mi idioma no le trae buenos recuerdos, pero... de alguna manera me da fuerzas. 

Yeonjun asintió y dejó que comenzara a hablar. 

ㅡCuando yo llegué al castillo, la antigua Reina y sus cinco hermanos varones mayores eran apenas unos niños. Todos en el Reino sabíamos que la niña era ciega de nacimiento, la mitad se compadecía y la otra mitad se burlaba.

»Sus hermanos estaban en la segunda y sus padres cambiaban de bando con regularidad. Pero como sea, estoy segura de que esa mujer recordó a cada persona que fue contra ella en algún momento. El padre no era el mejor Rey de todos, pero lograba mantener estable sus dominios, no un mal hombre, pero tampoco uno bueno. Su mujer, por otro lado, no estaba del todo cuerda y hacía cosas crueles; supongo que una parte de eso se fue a cada uno de sus hijos, sin embargo la hija... ella simplemente tenía su propia maldad. 

»Por ese entonces se acostumbraba que los sabios y eruditos vivieran en el castillo. Muchos creemos que todo lo aprendió de ahí. Escuchando, deslizándose en silencio entre los pasajes que solo pocos conocen. Primero fueron ratas. Todas en las habitaciones de sus hermanos. Los reyes las hicieron revisar, pero no tenían rastro de ninguna causa de muerte usual. Algún hombre dio con la clave; una mezcla que actuaba como veneno. De cierta manera, no había ni una persona que no supiera quién era responsable, pero no trascendió más allá de murmullos. 

»A la fecha sigo creyendo que ella se dio cuenta del momento exacto en el que empezamos a temerle, y lo alimentó. Un día un cuervo muerto en la cama de su madre. Otro un conejo en las cocinas, después unas serpientes. Su madre sugirió una cosa que nadie entendió por qué creyeron que funcionaría. 

»Fueron tres hombres que vagaban por el Reino. La interceptaron en algún lugar solitario, donde nadie la escuchó, o si lo hicieron, prefirieron ignorarlo. 

Hea se interrumpió para tomar agua. Su cara transformada en un dolor amargo, un grito permanente e inalcanzable para el tiempo. 

ㅡYo fui una de las tres criadas que la ayudaron a curarse. Nunca antes sentí algún tipo de compasión por esa chica, pero ese día...

»Dejó de comer, al menos enfrente de los demás, y parecía seguir en pie únicamente por orgullo. Sin duda ella sabía quienes eran los culpables directos, pero empezó a jugar. Por ese entonces debía tener unos quince años. 

Cavea [Soojun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora