Extraño

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Daban las cinco de la tarde en Stanford Cofee, se podía apreciar el aroma a cocoa caliente y pastelitos.

En una mesa al lado de un gran ventanal se encontraba Iris. Sostenía con una mano lo que leía y con la otra guiaba su taza de chocolate caliente a su boca para darle un sorbo. Su vista estaba puesta en su libro, Sherlock Holmes. Y encima de la mesa tenía otro libro de él.

Al otro lado del café, había un chico de expresión seria que intentaba robar el reloj de plata que tenía uno de los comensales, quien probablemente era un profesor de Arrebola. El robaba por diversión, sabía que no era lo correcto por supuesto, pero le importaba nada, le gustaba ver las caras de sorpresa y preocupación de las personas al saber que les faltaba algún objeto. Al obtener ya el reloj y esconderlo en su bolsillo el chico levantó su mirada, observando a una chica rubia sentada en el fondo de la cafetería junto a el ventanal.

Iris:

Estoy totalmente concentrada en lo que estoy leyendo, cuando una voz hace que me distraiga completamente.

—¿Que lees?

—Un libro—Respondo yo un poco molesta, estoy ocupada por dios.

—Es una interesante selección de libros.

Levantó la mirada un poco confundida, entonces lo veo, un chico de cabello negro, piel pálida y ojos azul intenso me está mirando fijamente y sus labios se curvan hacia arriba creando una sonrisa divertida.

—¿El asiento está ocupado?

Yo no respondo, y el no lo duda más y se sienta frente a mi. Me mira con intensidad, de repente estoy nerviosa, no puedo decir que no me parece atractivo porque estaría mintiendo completamente.

—Bien, ¿cuál es tu parte favorita?

¿Quiere conversar? ¿Así nada más? No es que me queje, amo hablar sobre libros, y más si son mis favoritos, pero no dire que un chico que me pone sumamente nerviosa, y no se porque, se acerque y me pregunté sobre el libro que estás leyendo me pase todos los días.

—Escándalo en Bohemia—Logre decir.

—Ese es muy bueno, me he leído todas sus historias. Y también algunos otros libros donde aparece Sherlock.

No estaba segura si decirlo pero, me decidí y le dije:

—¿Sabes como se llama la cafetería?

—No...

—Ah—exclamé—un pésimo espíritu de la observación.—dije citando la parte de un libro que me marcó.

—Sherlock Lupin y yo...

—El trío de la Dama Negra—dije terminado su oración.

—Verano de 1870.

Ahí comenzamos una conversación. Mi madre me diría que no hablara con extraños, Mi padre estaría feliz de que por fin haya encontrado a alguien que le apasione lo mismo que yo, y yo estoy sumergida en su comentario a cerca de aquellos libros.

—¿Quieres algo de comer o tomar?—Me pregunta el.

—Si, un helado.

—¿Sabor?

—Vainilla...—No se porque lo dije con tanta inseguridad, y empecé a hablar muy rápido—Se que es muy simple y clásica pero en realidad a mi si me gusta porque ósea es icónica y sabe increíble y prefiero los...—No pude a terminar cuando él me interrumpió.

—Oye, tranquila, si a ti te gusta no tienes porque darme explicaciones ¿Si?

Yo asentí, el se marchó a buscar los helados.
Me agradó mucho ese chico, parecía muy simpático y buena persona. Pero al mismo tiempo al ver sus ojos me intimidaba.
Lo que dijo sobre mis gustos me pareció muy lindo, que digo lindo, era genial. Nunca nadie me había dicho algo así, aveces era juzgada por todo, por mi ropa, decían que era muy alegre y que parecía una niñita pequeña con ella, por mi cabello, si lo llevaba suelto era muy desordenado, pero si lo llevaba tomado no se veía bien, hasta por qué sabor de helado me gustaba. Pero el no me criticó, por lo menos no en voz alta, tal vez en su mente si lo hizo y yo estoy aquí pensando cosas buenas de él aunque siquiera sé su nombre, en todo este rato no se lo he preguntado, el tampoco el mío.

Salí de mis pensamientos cuando el chico con el que había estado conversando hace unos minutos llegó rápidamente a la mesa con una expresión de preocupación.

—Debemos irnos—dijo apresuradamente.

—¿Que? ¿A donde? A penas te conozco, no me iré con un completo extraño, además ni siquiera sé tu nombre — escuche unos murmullos en el local, iba a ver de que se trataba pero el hablo primero.

—No hay tiempo para eso—exclamó.

No pude protestar cuando me tomo de la muñeca y me saco a rastras del café, por suerte había guardado los libros en mi mochila y pagado mi cuenta. Mire hacia atrás y un hombre nos seguía, no se veía muy feliz...

El chico y yo corrimos por todo el establecimiento hasta salir al jardín, el paro agitado y miro para todos lados indeciso, sin saber cuál sería nuestro siguiente movimiento. En ese momento tome el mando.

—Sígueme.

El y yo corrimos hacia unos arbustos, de atrás de ellos había un lindo sauce, una gigante, con grandes ramas, y firmes.

—Hay que trepar—Dije un poco desesperada mirando para todas partes para ver si el señor nos seguía todavía.

Ambos trepamos el gran árbol, lo más alto que pudimos, y nos cubrimos con unas ramas y nos quedamos quietos al ver cómo se acercaba el hombre, era bajito e iba bien vestido, aguantamos la respiración y nos quedamos en absoluto silencio. El me miro tenso y yo también. El hombre se fue corriendo tal y como había llegado a buscarnos a otra parte, o eso supongo. Quedamos en silencio y con el aire aún retenido hasta estar completamente seguros de que el hombre se había marchado. Y al estarlo, solté todo el aire, al igual que el,el silencio ambientó el lugar. Fueron segundos, no, no, fueron minutos o tal vez fueron horas, no lo sé.

Lo único que se, que sabía en ese momento, era que había entrado a una cafetería con un libro en mano dispuesta a tener una tarde tranquila, y había salido de ella corriendo junto con un extraño por algún motivo desconocido. De inmediato, me hecho a reír.

El me miro confundido, con el seño fruncido, y eso me dio aún más risa, el sonrió y soltó una pequeña pero sonora carcajada.

Aclare mi garganta calmándome poco a poco.

—Nunca había estado tan cerca de que me atraparan en seis meses.

—¿De que hablas?

El saco de su bolsillo un reloj, el cual parecía de plata, y muy valioso. Ahora lo entendía todo, el señor, los murmullos en el café, la salida tan repentina, era porque el me había robado a ese señor.
Lo mire sorprendida y angustiada, Dios, había sido cómplice de un...¿crimen? No puede ser...
El parece que noto mi cara de preocupación y me dijo:

—Tranquila, lo devolveré después, me gusta molestar a la gente por un rato, es todo.

No sabía porque, pero confiaba en su palabra.
El me miro detalladamente, tanto que me hizo sentir nerviosa.

—¿Como te llamas?—Me pregunto el.

—Iris Black, un gusto—dije alegremente.—¿Tú como te llamas?—pregunte con toda mi curiosidad.

El chico me miro directamente a los ojos, sonrió y me dijo:

—Seth, Mi nombre es Seth.

The strangers -Tan igualmente diferentes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora