Donde todo arde |KageHina| NSFW

6. Sudor |kagehina|

Le empuja contra las taquillas, con una mano baja sus pantalones, con la otra le inmoviliza. Shoyo ríe, echa la cabeza hacia atrás, juega al juego de intentar escaparse mientras abre más las piernas.

Tobio lame su cuello. Su oreja, su mandíbula, su nuez, sigue hasta las clavículas y las recorre con la lengua, despacio, como si no estuviesen a cinco minutos de ser descubiertos.

—Estoy... sudando —jadea Shoyo, debe oler fatal, después de cinco sets y con la ropa empapada—. Estoy...

Kageyama le besa con fuerza, su lengua ahoga las palabras, la cabeza le choca contra las taquillas. Está en ese modo, el modo Salvajeyama que es como una erupción volcánica, brutal, desmedido, le roba el aire, tira de él a su antojo y le lleva entre besos hasta el vestuario con puerta.

Le atrapa en la ducha individual, le baja más los pantalones, hasta las rodillas. Sigue bebiendo de su piel, Hinata se muerde el dorso de la mano para no jadear, pero los dedos de Tobio están por todas partes, se agacha, le tiene de rodillas, lame su muslo, su ingle, estoy sudando, idiota, no puedes...

—Sabes a vóley —susurra contra su cadera.

Hinata jadea, lleva la mano derecha al grifo y gira. El agua cae sobre los dos, pero más sobre Kageyama.

Hace calor.
Por todas partes.

Tobio tose, se levanta, le aprisiona contra la pared de la ducha, mirándole desde arriba, serio, manteniendo una mano firme en su polla.

Ambos están empapados. Y duros, y jodidamente calientes.

—Q-qué —gime Shoyo, sin apartar la mirada. Tobio le agarra por el pelo, da un tirón suave y le hace echar la cabeza ligeramente hacia atrás.

—No vuelvas a hacer eso.

—¿El qué?

Kageyama cierra el grifo. El agua gotea. Hunde los dientes en el hueco entre el cuello y la clavícula, muerdr y después sube hasta su cara. Shoyo jadea.

Tobio apoya los labios en su mejilla y habla.

—Tu sudor... —susurra— Después de jugar... Es mío.

Hinata ríe.
Gira la cara, abre la boca y recibe su lengua, cálida e impaciente.

Cuando se separan, Tobio vuelve a arrodillarse.

Shoyo sonríe, cierra los ojos, apoya cabeza en los azulejos y se deja llevar.

Me encanta este tío.