En el cual..
Tres hermanos viajan a Italia y termina con ellos conociendo a sus almas gemelas.
𝑯𝒊𝒔𝒕𝒐𝒓𝒊𝒂 𝑪𝒐𝒎𝒑𝒍𝒆𝒕𝒂
DESPUÉS DE CREPÚSCULO.
Oc x Reyes volturi
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Isadora fue enviada a su habitación por un guardia, justo cuando los reyes salían del coche tenían que ir a juicio, dejándola sola y aburrida.
Ella resopla y piensa en formas de entretenerse. Llegando a la conclusión de que lo único remotamente divertido que se puede hacer es desempacar.
Ella rueda fuera de la gran cama, dando vueltas hacia su maleta al lado de la puerta.
Lo agarra y se esfuerza por llevarlo al armario. Pero finalmente se detiene y empuja la puerta de caoba para abrirla, revelando un gran armario ya lleno de ropa.
Sus ojos se abren de asombro mientras escanea los estantes de ropa y zapatos. No tenía ni idea de cómo iba a hacer que su ropa de casa encajara en el armario ya lleno.
Abre la maleta y agarra los brazos llenos de ropa, colgándolos y guardándolos junto con los pocos pares de zapatos que metió.
Una hora después, la maleta estaba vacía y el armario parecía que iba a explotar.
Isadora suspira de alivio y se pone de pie, caminando de regreso a su habitación.
Estaba pensando en qué hacer cuando hubo tres ligeros golpes en la puerta.
Ella levanta una ceja delgada hacia la puerta y salta, tirando de la puerta para abrirla.
Allí estaba un hombre de piel oscura y piercings en las orejas, mirándola con los ojos enrojecidos. Ella no había visto a este hombre antes.
Ella parpadea, "¿Hola?"
Él le sonríe, "Los reyes me han enviado a ver cómo estás, ya sabes, para ver si todavía estabas viva".
Isadora se estremece pero le devuelve la sonrisa, "Oh, claro. Bueno, lo estoy".
Él se ríe, "Puedo ver eso, mi Reina". Isadora hace una mueca ante el nombre formal. "¿Te gustaría alguna cosa?" Pregunta formalmente.
"¿Qué tal una gira? Estoy aburrida". Isadora sabía que se refería a la comida o la bebida, pero no le importaba.
Frunce los labios, "Se supone que debo estar en el juicio, pero, claro". Él sonríe.
Isadora no pudo evitar sonreír con él.
No perdió el tiempo entrando en los pasillos desolados.
"¿Y cómo te llamas?" Pregunta mientras mira las paredes y las pinturas que colgaban de ellas.
"Santiago, señora." Su voz era formal una vez más.
Isadora suspira, no le gustaron los nombres elegantes, "Solo llámame Isadora, por favor".
"Si insistes." El asiente. "Aunque", agrega después de un segundo, "mientras los Maestros están cerca, usaré los nombres elegantes".
