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—Papá, el es Luca —habló Alberto mientras tomaba a Luca del hombro y lo acercaba a la cocina —Luca, él es mi padre, Massimo.

—Massimo Marcovaldo.

—Luca Paguro —habló con un ligero temblor ante el enorme hombre frente a él.

Alberto sentó a Luca en la mesa mientras ayudaba a Massimo con la cena.

Tras un par de minutos más, Massimo y Alberto sirvieron la cena y empezaron a comer.

Esta vez, con algo de comida en su estómago, Luca comió de manera más decente o al menos eso intentaba pues la mirada del enorme hombre lo intimidaba.

—Papá, lo estás asustando —le reclamó Alberto.

—Y dime Luca, ¿te gusta pescar? —pregunto Massimo, tratando de ser amable.

—Eh, no sé nadar, así que nunca he ido a pescar —habló nerviosamente.

—¿Alguna vez has hecho trabajo duro?

—No en realidad —Admitió avergonzado.

—¿Qué sabes hacer?

—¡Papá! —le habló exaltado.

—En realidad... Soy artista —por primera vez desde que había estado con Alberto, Luca había sonreído genuinamente —. Bueno, lo estoy intentando.

—Tengo una hija, ella también se prepara para ser una artista, logró entrar al instituto de arte de Génova.

—Yo... Fui rechazado.

Un silencio incómodo se formó. La cena continuó de manera llevadera y al terminar, Alberto preparó el sofá para que Luca durmiera ahí.

—Disculpa —le dijo Luca antes de que Alberto se fuera —¿Estás lastimado, verdad?

Alberto se sorprendió un poco, creía haber escondido bien su malestar.

—No es nada, mañana pasará.

—Pero si no lo tratas ahora mañana te será incómodo para moverte —Luca le reclamó —. Déjame ayudarte, por favor, al fin y al cabo fue mi culpa.

Al ver el rostro apenado de Luca y pensar en que podría pasar un rato más con el, accedió. Fueron a la habitación de Alberto subiendo las escaleras y Luca llevó con el su maleta.

—Necesito que te quites la camisa.

El sonrojo de Luca al decir esa frase saco una sonrisa pícara por parte del moreno.

—Que pillo eres —le bromeó sonriendo coquetamente.

—¡No es eso! Tengo un ungüento muy bueno, pero necesito que te quites la camisa.

Tras una risa por parte de Alberto, este obedeció y se sentó en su cama mientras le daba la espalda a Luca.

El menor, por lo mientras empezó a tallar el ungüento en la espalda del mayor. Primero lento y de manera circular, pero de un momento a otro, se perdió en las pecas de la grande y tonificada espalda de Alberto. Sin la camisa puesta, se podía notar un bronceado que llamaba mucho la atención. Era claro que ya no había más ungüento que frotar en su espalda, pero no fue nada fácil para Luca dejar de tocarlo.

Terminando con la espalda, colocó un poco del ungüento en el brazo lastimado de Alberto.

Debía estar enloqueciendo, ¿cómo era posible tener un cuerpo tan bien trabajado? El apenas si tenía masa muscular de sobra.

Con una mirada curiosa por la demora, Alberto volteó a ver a Luca. ¿Era cierto lo que veía? El menor parecía algo perdido mientras frotaba el ungüento, sus labios levemente abiertos, su mirada perdida y su rostro sonrojado hacía que surgieran unas enormes ganas de acercarse más a el para ver con claridad ese encanto que solo Luca tenía.

El arte del amor (LucaxAlberto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora