Prólogo

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El verano solía ser la temporada favorita de Louis además de su cumpleaños, claramente. Le encantaba ir de vacaciones a playas privadas y hospedarse en lujosos hoteles. Le fascinaba visitar pequeños pueblitos franceses tanto como disfrutaba de visitar a amigos de la familia en las más grandes e importantes capitales del mundo.

Era fiel admirador de regresar a casa un par de semanas antes de que empezaran las clases nuevamente para poder juntarse en exquisitas reuniones con sus amigos y compañeros de curso, disfrutar del sol que bronceaba su pálida piel hasta dejarla dorada, etérea y divina como si se tratara del hijo de Afrodita y no un omega puro.

Louis amaba el verano. Pero no éste. El último verano en el que tendría la libertad de viajar y olvidarse de todas las responsabilidades que esperaban pacientemente por su regreso a Doncaster, una última oportunidad para vivir el típico sueño de adolescentes mimados; la última temporada de inmadurez y rebeldía antes de entrar a su último año de preparatoria y empezar en su camino como heredero de la compañía de la familia, y ya no lo tenía.

Ha pasado todas sus vacaciones de una forma miserable. Su madre le ha arrebatado el último suspiro de libertad que creía tener, lo ha encerrado en un frasco de cristal frío, vacío y hueco que le permite mirar hacia afuera y pedir ayuda pero por el que nadie se interesa lo suficiente como para intentar sacarlo.

Al iniciar las vacaciones, se había prometido a sí mismo no alejarse demasiado de su ciudad natal para poder tener una despedida antes de marcharse para siempre al terminar el ciclo escolar. Acordó con un pequeño grupo de amigos el estar en Inglaterra para poder tener un tiempo memorable.

Las primeras semanas no estuvieron tan mal. Le permitían salir solamente los viernes y sábados pero suponía que era la costumbre de tener responsabilidades entre semana. 

A mediados del mes, su madre empezó a presionarlo para que dejara de ir a fiestas de personas que no pertenecían a familias de linaje puro y solo le permitía salir si sabía que al menos la mayoría de los asistentes lo fueran.

Conoció a un alfa puro de ojos turquesa que pertenecía al mismo grupo de amistades que el. Empezaron a hablar.

A finales del mes, Louis seguía sin poder salir más de 3 veces a la semana, así quisiera ir a eventos importantes para él. Las peleas con su madre empezaron.

El alfa de ojos bonitos se llamaba Alex. Le gustaba un poco y esperaba que fuera mutuo.

El segundo mes empezó tranquilo y sereno. Tal vez demasiado para su gusto. Sus padres se negaban a otorgar más libertades y empezaron a obligarlo a trabajar en una de las empresas de la familia, amenazaron con quitarle cualquier acceso a internet y encerrarlo en casa hasta que no generara ingresos. Dejó de comer en familia y empezó a buscar espacios para hacerlo solo. Su madre lo felicitó por dejar de comer tanto como antes, alegando que le hacía falta bajar de peso a pesar de lo delgado que era el omega. 

Se le fue el apetito por completo.

Alex lo había invitado a una cita y le pidió ser exclusivos. Dijo que sí.

A mitad de verano ya había bajado al menos 5 kilos. Su doctor le pidió que empezara a tomar suplementos alimenticios para subir de peso al no encontrar ningún problema con la salud del omega que explicara el drástico cambio. 

Reemplazó todas las comidas del día con los suplementos, al contrario de lo que había recetado el doctor. Solo comía cuando salía a cenar con sus amigos.

Alex y él salían todas las semanas. El alfa decía que estaba pensando pedirle ser su novio. Louis le creyó.

Faltaba un mes para que se acabara el verano. Las peleas con su madre subieron de tono, ya no solo eran regaños aquí y allá; llegó a pasar días enteros encerrado en su habitación gritándole a su progenitora que su opinión sobre su vida no importaba. Louis dejó de ignorar los pensamientos negativos.

 Era 21 de agosto cuando la navaja tocó su piel por primera vez. 

Seguía saliendo con Alex. Era como su ancla en medio de todo lo malo que le estaba pasando y esperaba que no lo soltara.

Menos de un mes para el final del verano. El dolor resultó un buen escape para todo lo malo. No preguntaba qué era lo que estaba fumando; lo único que importaba era llegar consciente a casa para que no lo castigaran. Estuvo a punto de tener una sobredosis y ni siquiera sabía qué era lo que lo había ocasionado. 

Escribió la primera carta de despedida por si algo le llegaba a pasar. Pensó en ocasionarlo él mismo para manchar la imagen de la familia perfecta que su madre tanto ansiaba conservar. Se reprimió a si mismo por ser tan débil.

Llegó con Alex a una fiesta importante como pareja oficial por primera vez. Él no le habló al día siguiente con la excusa de estar celoso de sus amigos. 

Una semana después, el alfa le envió un mensaje alegando que Louis era un infiel y que ya no quería tener nada que ver con el. El omega le explicó incontables veces que no era cierto, le rogó por que se quedara.

Lo dejó ir confesando que sabía que no le era infiel, pero que se había cansado de su dramatismo y la carga que representaban sus problemas 

3 días antes de que las clases iniciaran, la navaja llegó más profundo.

El domingo despertó por los gritos horrorizados de su madre al leer sus cartas y revisar su teléfono de arriba abajo.

Sollozó alegando que era un egoísta al buscar la salida fácil, lo culpó por todas las desgracias de la familia, le quitó todos sus aparatos electrónicos y le ordenó que nadie viera sus cicatrices.

Durmió esperando que alguien respondiera sus plegarias y lo arrebatara de una vida que le había traído tanto dolor.

Nadie lo hizo.


A lovely friend [l.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora