cap 3

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Creditos a su autora: Bala-2006

Capítulo 3

Inuyasha era el único que no parecía alegrarse del regreso de Kouga. De hecho, se comportaba como si prefiriera que Kouga muriera a que se encontrara agonizando en una cama, en busca de la forma de lograr sobrevivir. ¿Por qué ese odio tan repentino? Cuando se encontró con Inuyasha por primera vez, acababa de casarse con Kouga, y le pareció que no solo eran primos, sino también amigos. Se dieron la mano y un abrazo y hablaron muy amistosamente. Inuyasha la trajo hasta la casa Taisho como favor hacia su primo. ¿Por qué se comportaba de esa manera tan repentinamente?

No acudió ni una sola vez al dormitorio que compartía con Kouga para comprobar su estado. Ni siquiera sabía si había preguntado por él en alguna ocasión. A Kouga no le gustaría saber eso, pero no sería ella quien se lo contara. Su deber como esposa era cuidarlo y ahorrarle más malos tragos de los que ya tenía encima. Kouga ya tenía más que suficiente con enfrentarse a la muerte. No necesitaba saber que su primo lo odiaba y que su mujer, por más que lo apreciara, no podía amarlo como se merecía.

La primera noche fue la peor de todas. Mientras el médico llegaba a la casa Taisho, trasladaron la camilla de Kouga al dormitorio y lo pusieron sobre la cama. No le quitaron la ropa, ni se atrevieron a limpiarlo por miedo a tocar alguna herida interna o externa. El doctor agradeció que hicieran eso cuando llegó y lo examinó ante Kagome y Kaede. La razón por la que le costaba tanto respirar era que tenía varias costillas rotas. También parecía tener una pequeña hemorragia interna y una rodilla rota. El resto solo eran cortes superficiales pese a que, previamente, habrían jurado que se estaba desangrando.

El doctor curó todas sus heridas, aplicó los tratamientos que encontró oportunos y les explicó cómo tenían que cuidarlo. Kouga no podía quedarse solo ni un solo minuto hasta que, al menos, despertara. Además, el médico acudiría todos los días a la casa a comprobar su estado de salud y la evolución de las heridas. Kaede y Kagome estuvieron muy agradecidas por su ayuda y se decidieron a cumplir al pie de la letra cada una de sus indicaciones.

Como la primera noche era fundamental para la vida de Kouga, no hubo forma de convencer a Kaede de que se fuera a la cama a descansar. Insistió en velarlo junto a ella y así lo hicieron. Le pusieron a Kouga ropa para dormir, lo cubrieron con las mantas y cada una se instaló sobre un sillón en cada lado de la cama. De vez en cuando, intercambiaban alguna palabra si el ambiente se volvía demasiado tenso y daban de beber un somnífero a Kouga cuando lo sentían inquieto. El médico había insistido en que lo mejor era mantenerlo dormido para que el dolor no acabara con él. Solo dejarían de darle la medicina y permitirían que despertara cuando sus heridas evolucionaran lo suficiente.

Habían pasado cinco días completos desde que lo trajeron a la casa. Kagome siempre estaba con él, pero sus acompañantes variaban. Kaede era quien más tiempo pasaba a su lado. Cuando la anciana necesitaba descansar, Rin se acercaba y, excepcionalmente, también acudió Kagura a ayudar a la familia. Con el hábito puesto jamás habría reconocido a la atrevida mujer que estaba pintada en uno de los cuadros de la galería. Parecía otra, pero conservaba esa chispa que el artista supo captar en su obra.

Bañaban todos los días a Kouga entre Kaede y ella. Lo desnudaban, le quitaban los vendajes y utilizaban unos paños mojados para lavarle todo el cuerpo. Años atrás, se habría ruborizado como una niña virgen al tener que lavar a un hombre desnudo. Durante la guerra, había visto tantas cosas espeluznantes que un hombre desnudo era la que menos la amedrentaba. Además, un hombre inconsciente no podía hacerle daño, no era como aquel soldado alemán.

Ella también se bañaba todos los días. Solía pedirle a Rin que se ocupara de Kouga mientras se daba un baño rápido y se cambiaba de ropa. Usaba los vestidos más simples y cómodos para vigilar del enfermo y apenas se peinaba. A continuación, se hacía una coleta y se sentaba al lado del convaleciente.

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