Epilogo

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Derechos a: Bala-2006

Epílogo

Pensó que nunca volvería a ver la muñeca que su madre cosió para ella. De hecho, nunca imaginó tan siquiera que volvería a poner un pie en su casa familiar, pero allí estaba. Inuyasha había reservado un viaje para Francia, aprovechando que Sonomi ya tenía dos años y podía soportar un viaje tan largo, y allí estaban, reviviendo su infancia.

Su casa había sido saqueada por los soldados. Temió encontrar manchas de sangre, pero no había restos de que hubieran sido asesinados allí. Solo estaba todo desordenado y habían desaparecido algunos cuadros de su padre además de las joyas de su madre. Tal vez algún día aparecieran los cuadros expuestos en un museo. Las obras de los artistas muertos se revalorizaban con el paso de los años, más aún en esas circunstancias. A su padre le habría encantado que así fuera; eso significaría que tenía talento. ¡Por supuesto que lo tenía!

Cogió la muñeca entre sus brazos y salió del dormitorio. Fuera estaba Inuyasha esperándola junto a Sonomi. Al ver que el piso era seguro, habían entrado con la niña en lugar de dejarla con la familia. Sonomi intentaba jugar entre los escombros, pero Inuyasha la apartaba con cariño y paciencia. Había crecido mucho en el último año y, desde que caminaba ella sola, los estaba volviendo locos. Quería tocarlo absolutamente todo y, si se descuidaban, literalmente desaparecía. ¿Tendría la niña sus propios pasadizos secretos por la casa?

Se casaron en cuanto Rin regresó de su luna de miel. Fue una boda sencilla en el juzgado, pues ella ya no podía casarse en la iglesia. Más tarde, Inuyasha la agasajó con la fiesta que preparó para ella. Además, cumplió su promesa. No permitió que ningún invitado lo separara de su mujer o lo dejara sin comer; tuvo las dos cosas y disfrutó de ellas. Esa noche, pasaron su primera noche sin Sonomi desde que había nacido. Rin se ocupó de ella para que tuvieron su tan ansiada noche de bodas. A la mañana siguiente, Sonomi lloraba de alegría al verlos y ella se puso a llorar también por la intensidad del emotivo encuentro. La pobre debía pensar que la habían abandonado.

− Sonomi, no... − insistió Inuyasha − Mancharás tu bonito vestido.

Sonomi era tan testaruda como su padre. Kagome abrazó la muñeca contra su pecho y se acercó a la ventana para contemplar la calle. Rin y Kohaku se habían sentado en el café al que sus padres solían llevarla a merendar. Tomaban el té y comían croissants. De repente, Rin se llevó la mano a la barriga de cinco meses de embarazo y, luego, tomó la de Kohaku. Los dos sonrieron, sintiendo, indudablemente, las patadas de su futuro hijo.

Shippo jugaba con unos niños en la acera. Todos llevaban chapas, el juego de moda en Francia, y competían por conseguir el mayor número. Al principio, Shippo perdía siempre, ya que nunca había jugado. Sin embargo, desde que ella se sentó una noche a jugar con él y enseñarle todos sus trucos, no había vuelto a perder ni una sola vez.

También estaba Kouga. Con el tiempo, había recuperado su buena relación con Inuyasha y podían sentarse como una familia a hablar. En ese momento, estaba persiguiendo a Ayame, una francesita pelirroja con cara de seductora que se estaba haciendo de rogar. Conociendo como conocía a las francesas, Kagome estaba segura de que terminaría cediendo a los cortejos de Kouga, pero ella no le quitaría la posibilidad de experimentarlo. ¡Lo estaba volviendo loco! Y debía admitir que él a ellos también suspirando por las mañanas y hablando de ella todas las noches.

Dejó la ventana de lado y se volvió hacia donde estaban Inuyasha y Sonomi. Después, se arrodilló y le mostró a Sonomi su muñeca.

− Mira, Sonomi. − la movió ante sus ojos − Esta es Ángela. Mi madre la cosió para mí.

− Helena...

Levantó su propia muñeca para enseñársela.

− Sí, esa es la tuya. Yo cosí esa muñeca para ti. – sonrió − Ahora que yo he recuperado la mía, podremos jugar las dos juntas. ¿Qué te parece?

La niña sonrió y asintió con la cabeza al escuchar a su madre.

− Estaba mirando ese cuadro. − comentó Inuyasha − Tenemos que llevarlo a casa.

Buscó el cuadro con la mirada y sonrió al verlo. Era ella la chica del cuadro. Su padre lo pintó unos meses antes de que se marchara a la academia en Polonia. Fueron a recoger flores y se sintió inspirado al verla sentada en el campo. Le pidió que posara para él y la pintó. ¿Cuántas veces habrían contemplado ese cuadro antes de morir?

− Vas a ser la envidia de toda la galería. Ningún Taisho podrá competir con toda esa belleza, pasarás a la historia.

Sonrió al escucharlo y se levantó de nuevo. Sí, tenía razón. La galería tenía cuadros muy sobrios y cuadriculados. Su alegre pintura de colores cálidos y flores silvestres alegraría el lugar. Cogió la mano de Inuyasha y la llevó a su vientre. Inuyasha cogió la indirecta en seguida.

− ¿Cuándo? − preguntó sin poder contener la emoción.

− En primavera, poco después de que Rin dé a luz.

Antes de casarse habían decidido esperar para volver a tener hijos. Hacía unos meses, sin embargo, decidieron dejar de impedirlo, y ese había sido el resultado. Quería llenar la casa de niños que hicieran sus vidas lo más felices posibles. Lo único que la apenaba era que tanto sus padres como Kaede no pudieran estar vivos para presenciarlo. Sabía que todos ellos habrían sido unos abuelos estupendos.

Inuyasha se inclinó para volver a evitar que su hija se tirara de lleno sobre los escombros y la hizo volverse hacia él. La niña le puso ojitos. Había aprendido a controlar a su padre mientras que ella aún hacía malabares. Sería un auténtico dolor de cabeza para los hombres, estaba segura de ello.

− El año que viene tendrás un hermanito.

Sonomi lo miró sin entender.

− Supongo que lo entenderás cuando llegue.

Cogieron a Sonomi de la mano y caminaron hacia la puerta. Inuyasha prometió que mandaría a alguien ese mismo día para recoger todo lo que se llevarían de la casa. No podía ni imaginar lo feliz que le hacía que la hubiera llevado a su hogar de visita.

Al salir, Sonomi corrió hacia las piernas de Kouga y este dejó de perseguir a Ayame para cogerla en brazos. Ayame fue quien lo persiguió al perder su atención frente a una niña de dos años. Sonrió sabiendo muy bien que la francesita se estaba haciendo la dura para comprobar cuánto podía soportar Kouga. Bueno, ahí tenía la respuesta: hasta que una niñita se metiera de por medio.

− Me hace muy feliz estar aquí, Inuyasha.

− Lo sé. − le rodeó la cintura con un brazo − Al principio tenía mis dudas. No estaba seguro de que fuera una buena idea, pero, al ver lo feliz que parecías de recuperar tu muñeca, me di cuenta de que fue una gran idea.

− En realidad, creo que ha sido tu mejor idea.

Inuyasha hinchó el pecho con orgullo y los dos se rieron. Se dirigieron hacia el café en el que merendaban Rin y Kohaku para acompañarlos y disfrutaron de una agradable tarde con su familia.

...

Haaaaaaaa

No, se termino y siento como si fuera demasiado rapido que termino...

Termino lo escrito, mas no su amor...

Bueno esperense que estoy por publicar otro asi de rapido como para llenarme de mas responsabilidades :)

Sayonara🌸 les dice Red

Deseos ocultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora