Cap 11

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Derechos a: Bala-2006

Capítulo 11

Había pasado cinco meses desde que falleció Kaede. El primer mes fue el peor de todos para la familia Taisho. Inuyasha hacía su trabajo por inercia más que por ninguna otra razón y, aunque seguía jugando con Sonomi, lo notaba decaído. Por las noches, la abrazaba estrechamente y no la soltaba ni un solo instante, ni aflojaba el agarre hasta la mañana siguiente. Rin había perdido toda su energía y ni siquiera recordaba que fuera a casarse. Kouga caminaba por los corredores de la casa sin decir una sola palabra y se sentaba en la galería a contemplar el cuadro de su abuela.

Después de ese fatídico primer mes, la casa fue recuperando la normalidad poco a poco. Faltaban pocos días para la navidad, así que todos trataron de recuperarse para esas fechas. Rin fue la primera en abandonar el luto para organizar la boda a toda prisa con Kohaku. El novio había sido muy paciente con el retraso y se mostró encantado de poder comenzar con los preparativos. De vez en cuando, la llevaban con ellos para que les ayudara a escoger la decoración o el cáterin. También acompañó a Rin a encargar su vestido de novia. Se alegró mucho de verla tan contenta después de aquel devastador mes.

Inuyasha era otra cuestión. Le hubiera gustado poder consolarlo mejor, pero no estaba en condiciones. Cuando recibió la noticia de que sus padres habían fallecido, él supo cómo distraerla y hubiera querido devolvérselo. No obstante, acababa de dar a luz y estaba contraindicado que mantuviera relaciones sexuales antes de que transcurriera el tiempo de su sangrado. Solo pudo abrazarlo por las noches e intentar no interferir en su día a día. Sabía que si le preguntaba continuamente cómo se encontraba, terminaría enojándose con ella. Así pues, usaba a la niña de excusa para acercarse a él; Inuyasha nunca rechazaba a Sonomi. Con el tiempo, fue levantando la cabeza y volviendo a comportarse como el verdadero Inuyasha.

Por su parte, Kouga fue sufriendo una evolución similar a la de Inuyasha. Se alegraba de haber abandonado su dormitorio, pues sabía a la perfección que él estaba ahí y no quería compartir su lecho. Mucho menos introducir a su hija en ese lugar. No creía que él le hiciera daño, pero sería como poner la manzana de la discordia ante sus narices. Lo único que podía hacer era tratar de evitarlo.

A medida que Inuyasha y Kouga se iban recuperando, las discusiones iban en aumento. No podían ni verse el uno al otro; en cuanto se cruzaban, empezaban a oírse gritos por toda la casa. Rara era la ocasión que lograban mantener la compostura. Si no era uno, era el otro quien intentaba armar bronca por todos los medios. Ella había intentado intervenir para detener la pelea en alguna ocasión, pero solo terminaba saliendo muy mal parada. Por suerte, Rin pasaba tanto tiempo fuera solucionando los detalles de la boda que no se enteraba de lo que estaba sucediendo. Además, Inuyasha se volvía más pacífico y diplomático cuando su hermana estaba en la casa. No quería que se enterara de nada.

Un día en el que Sonomi se hizo una pequeña herida en el brazo, se acercó al despacho de Inuyasha para que le diera un beso a la niña. Estaba muy nerviosa y le había costado muchísimo calmarla para curarle la herida. Cuando se acercó, escuchó voces y adivinó que estaban discutiendo. Inuyasha y Kouga hablaban en italiano con un acento muy marcado, pero ella había mejorado muchísimo, tanto que prácticamente entendió cada palabra.

− ¡Como eres el heredero te crees con derecho de hacer lo que te dé la gana!

− ¡Harías bien en callarte si no quieres que te eche a patadas de esta casa!

Kouga no se amedrentó por la amenaza.

− No puedes tomar cuanto te dé la gana. Kagome es mía, ¿entiendes? − le restregó − Tengo una alianza y un documento que la une a mí de por vida.

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