Cap 6

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Derechos respectivos a: Bala-2006

Capítulo 6

Todo lo que podía ir mal en la casa de los Taisho, iba mal. En primer lugar, Kouga había desaparecido. Aquella noche, cuando cogió el coche tras enterarse de la espantosa verdad, fue la última vez que lo vieron. Nadie en el pueblo sabía nada de él; nadie lo había visto. Habían puesto carteles ofreciendo una recompensa por cualquier tipo de información útil para dar con él. Llevaba desaparecido casi un mes y no había hecho una llamada, enviado una carta o un telegrama. Temía que, llevado por el desamor, hubiera cometido alguna locura...

Inuyasha, por su parte, no le hablaba. Solo le dirigía la palabra lo estrictamente necesario dentro de su despacho, nada más. Acudió a su "trabajo" al día siguiente del incidente, intentando aparentar normalidad; él no dijo nada en contra, aunque era más que evidente que estaba furioso con ella. ¡Demonios, él no la protegió! ¿Qué esperaba? Los niños se hacían de una única forma, lo sabía tan bien como ella, pero había jugado a la ruleta rusa con su cuerpo un día sí y al otro también. Lo peor de todo era que no estaba seguro de que el bebé fuera suyo; parecía convencidísimo de que ella se había estado acostando con los dos al mismo tiempo, cual vulgar fulana. ¡Estúpido! – gritaba en su mente cada vez que él la miraba de manera acusadora.

Rin también tenía sus propios problemas. Una vez que había pasado toda la emoción por el próximo nacimiento de un bebé, se había vuelto a enfadar con su hermano. Pasaba los días alicaída, desganada o enfurruñada, esperando que sucediera un milagro. En cuanto Inuyasha se cruzaba en su camino, fruncía el ceño, componía su expresión más ofendida y daba media vuelta con la cabeza bien alta para salir de la estancia. Aun con toda su esmerada actuación, no había conseguido ablandar a Inuyasha. No quería que asistiera a aquella ni a ninguna fiesta, y no había más que decir.

Por último, ella estaba sufriendo lo suyo con el embarazo y los dos únicos hombres de su vida. Por si no fuera poco con las continuas y tremendas nauseas mañaneras que la asaltaban en cuanto abría los ojos, no podía dejar de pensar en Inuyasha y en Kouga. Despreciaba a Inuyasha mientras vomitaba violentamente cada mañana y se preocupaba por Kouga cuando le entraba sueño por las tardes. Mientras caminaba por los jardines para evitar que se le hincharan los tobillos, alzaba la mirada hacia las verjas, esperando que el coche de Kouga apareciera de nuevo con su conductor sano y salvo. En sus momentos de gula a la hora de comer, sentía deseos de que Inuyasha se atragantara con un hueso de pollo. Era evidente que ya no era dueña de sus emociones.

La única que vivía con normalidad era Kaede o eso intentaba aparentar. Sabía bien que, aunque no lo dijera, ni diera muestras de ello, estaba muy preocupada por la partida de su nieto. Más de una vez deseó acercarse a ella para contarle todo lo sucedido, para que supiera que era su culpa que sus nietos estuvieran peleados y que uno de ellos hubiera desaparecido. Pese a sus deseos, nunca lo hizo. Quería mucho a Kaede, fue muy buena con ella cuando más lo necesitaba, y, por más que lamentara no devolverle el favor, no podía perderla.

Ese día fue el primero que no tuvo nauseas. Pudo desayunar a una hora corriente e ir a trabajar. Aunque todavía no había grandes evidencias de su embarazo, la ropa le empezaba a quedar cada vez más ajustada. Ya tenía en su armario todo un ajuar preparado para una mujer embarazada por cortesía de Kaede, pero aún no quería usarlo. Una persona desconocida, al verla como estaba en ese momento, no notaría que estaba embarazada. Para alguien como Inuyasha, que conocía cada centímetro de su cuerpo, debía ser mucho más que evidente. Sus pechos se habían vuelto más redondos y en su vientre se estaba empezando a formar una curvatura que antes no estaba.

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