5o día de convivencia

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I

Esa mañana Regina Mills despertó totalmente renovada. Ni siquiera sabía cuántas horas había dormido, pero había descansado tanto y tan bien que no le importaba el tiempo. Es más, ni siquiera le importaban las amenazas que atacaban Storybrooke. Se olvidó de Greg, se olvidó de Tamara, se olvidó de Cora, se olvidó de todo. Cuando por fin pudo instaurar un mínimo de raciocinio en su cerebro, Regina abrió los párpados lentamente, bostezó y dio un par de vueltas en la cama. Miró el despertador y se sorprendió al ver la hora, la alarma había sonado, pero ni siquiera la había oído.

Se puso en pie y se dirigió al baño. Tras una relajante ducha se peinó, maquilló y vistió para dar los buenos días a Emma y empezar con la que esperaba que fuera su última clase. Sabía que la rubia quería indagar tanto en la pena como en el miedo, pero afrontar la muerte de Daniel iba a ser suficientemente doloroso como para además hablar de su mayor miedo. Regina creía que Emma no sabía lo que le habían hecho, que desconocía cuál era su gran temor y no quería que lo descubriera. No quería que nadie lo supiera. Ni Emma, ni Henry. Nadie.

Bajó las escaleras haciendo sonar sus tacones por toda la casa y entró a la cocina para encontrarse con una escena de lo más surrealista. Emma llevaba puesto su delantal y lo había manchado todo de sirope, chocolate y masa de tortitas. Su cara estaba más o menos igual, llena de harina. La rubia se había recogido el pelo en una coleta de caballo y le caían algunos mechones rubios por el rostro. Estaba ajetreada y se peleaba con el fuego como si fuera su peor enemigo. A Regina, por primera vez desde que la conocía, le pareció ver a Emma Swan bonita. Se sorprendió al pensarlo. Había visto a Emma en su cita en Granny's donde, sin duda, iba mucho más arreglada que ahora. Se había peinado y vestido para la ocasión, pero a ella no le pareció más que una mujer normal, la sheriff de la ciudad y la otra madre de su hijo. Sin embargo, ahora, toda despeinada y estresada le parecía mucho más atractiva que nunca. Sacando a Regina de sus pensamientos, Emma se cabreó con la sartén y la soltó de mala gana sobre la encimera, haciendo un gran ruido y a Regina se le escapó una risa. Emma se giró hacia ella totalmente avergonzada.

"¡Regina!" exclamó sobresaltada. "Estás despierta..." murmuró mirando alrededor en busca de una escapatoria.

La rubia empezó a ordenar y limpiar cómo pudo la cocina de Regina, pero sólo estaba empeorando las cosas. Se limpió las manos en el delantal, lo cual provocó que ensuciara la ropa que llevaba debajo, trató de limpiar la harina de la mesa con un trapo, pero sólo consiguió esparcirla más por la encimera, por último, para terminar de coronarse, los nervios pudieron con ella y cuando fue a ofrecerle un café a Regina este se le escurrió entre los dedos, impactando en el suelo y rompiendo la taza en mil pedazos.

"Muy bien, Swan. Deja que te tome el relevo" se ofreció Regina burlándose de ella.

"Yo... quería... no sé, intentar cocinar algo... pero se me da de culo" resopló quitándose el delantal.

"Lenguaje, por favor" se quejó Regina cogiendo un delantal nuevo y limpio.

La morena se puso manos a la obra. Apagó el fuego que estaba quemando el intento de masa de tortitas, limpió la encimera correctamente, recogió los trozos de taza del suelo y echó a Emma de la cocina para fregar. La rubia subió al baño para lavarse las manos y la cara y, cuando bajó, se encontró con la cocina limpia como una patena. Desencajó la mandíbula de la sorpresa, esa no podía ser la misma cocina en la que había trabajado ella hacía un rato. Entró a la estancia y vio a Regina con la sartén que por los pelos abolla ella antes.

"¿Henry está ya en el colegio?" preguntó Regina sin girarse hacia Emma, concentrada en su trabajo.

"Sí, hoy has dormido más de lo habitual" contestó Emma.

Operación Swan-Mills [SwanQueen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora