Noche de descubrimientos

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I

Emma se dio una ducha rápida y se puso su pijama, o lo que ella llamaba pijama: una camiseta vieja y unas bragas, eso serviría. Salió de su habitación y caminó de puntillas por el pasillo, quería asegurarse de que los otros dos inquilinos de la casa estaban dormidos antes de proceder a hacer lo que iba a hacer.

Entró a la habitación de Henry despacio y vio a su hijo afablemente dormido en su cama. Con su pijama de Star Wars, se abrazaba a un oso de peluche y resollaba tranquilamente. Le dieron ganas de estrujarlo entre sus brazos, era su niño y verlo así le hacía preguntarse en qué maldito momento decidió darlo en adopción. Esa decisión le había causado la pérdida de los momentos más importantes de un hijo: sus primeros pasos, su primera palabra, su primer día de colegio, etc. Emma Swan se odió en ese momento y se juró no volver a abandonarlo en lo que le quedaba de vida. Iba a cuidarlo cómo si jamás se hubiera separado de él.

A continuación, salió del cuarto dejando la puerta entornada y se dirigió al dormitorio de Regina. Tenía que estar 100% segura de que la alcaldesa no iba a despertarse en medio de la noche, si no la descubriría y explicar lo que estaba haciendo sería bastante complicado. Abrió la puerta muy lentamente y cerró los ojos con fuerza cuando la oyó rechinar. No es cómo si eso fuera a cambiar el hecho de que estaba invadiendo la privacidad de Regina ni fuera a hacerla invisible ante sus ojos, pero de alguna manera sintió que si no lo veía Regina tampoco lo escuchaba. Abrió los párpados poco a poco cuando no percibió ningún ruido en el interior y se encontró con una Regina dormida apaciblemente en su colchón. Estaba en la misma posición que Henry, pero no abrazaba un peluche, se abrazaba a sí misma. Emma deseó estirarse a su lado y pasar los brazos de la morena alrededor de su cintura, para que la abrazara a ella. No le gustaba ver a Regina mendigar cariño y tener que dormir sola, estrechándose sus propios brazos, ella era más que voluntaria para ser el peluche de la reina. Emma no se atrevió a entrar, se quedó en el umbral, cómo si este fuera una barrera y no cruzarla significara respetar la intimidad de la alcaldesa. La miró durante un buen rato, estaba hermosa, parecía que podía dormir para siempre y deseó con todas sus fuerzas que esa noche no la importunara ninguna pesadilla. Quería que por una noche durmiera en paz, calmada, tranquila, que por fin pudiera descansar. Sonrió una última vez ante la bella mujer acostada, con la sábana cubriendola hasta la cintura, estaba completamente adorable, y abandonó la habitación. Regresó a su dormitorio y miró el reloj de la mesilla de noche: 2:00am. Empezaba el show.

Sacó de un cajón el atrapasueños que Rumple le había confiado horas antes y se sentó en su cama. Apoyó su cabeza en la almohada y se puso cómoda, cómo si fuera a ver una película. Entonces sujetó el objeto firmemente con ambas manos y se concentró en lo que quería ver: qué le había pasado a Regina en las cuatro paredes de su castillo. Una luz amarillenta nació del centro del círculo del atrapasueños y Emma comprendió que estaba funcionando, eso era exactamente lo que había pasado el día que usó uno para descubrir quién había asesinado a Archie. Cierto, vio a Regina y no había sido ella y Archie ni siquiera estaba muerto en realidad, pero eso fue obra de Cora. Esta vez nada iba a impedirle descubrir la verdad.

La luz amarilla se diluyó gradualmente y, seguidamente, se creó una imagen. Emma la observó con detenimiento, intentando descubrir de qué lugar se trataba y quién salía en la escena. Distinguió una gran habitación, con un tocador, un espejo, un armario, una cama de matrimonio y un balcón. El estilo del mobiliario era clásico, antiguo, pero todos los objetos se veían caros. Entendió que se trataría del castillo, de una de las alcobas del palacio y entonces vio a Regina. Se la veía bastante joven, hubiera dicho que rondaba los 20. Llevaba un precioso vestido rojo, digno de una reina, y el pelo en un recogido muy elegante. Emma pudo notar que debajo del vestido había un corsé, por la forma incómoda en la que la morena se movía, aún no estaba acostumbrada a esas ropas por mucho que su madre la hubiera obligado a llevarlas desde niña, ese corsé era más apretado que ninguno que hubiera llevado en su vida. El corpiño le apretaba la cintura y alzaba sus pechos, Emma pensó que estaba absolutamente preciosa, pero le dio lástima ver que le costaba hasta respirar. ¿Cuántos años habría estado Regina llevando esa clase de prendas sin voz ni voto sobre si quería ponérselas o no? Prefirió no pensarlo y seguir con la visualización.

Operación Swan-Mills [SwanQueen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora