El Mapa del Merodeador

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La Señora Pomfrey insistió en que Bella y Harry se quedaran en la enfermería el fin de semana. Los muchachos no se quejaron, pero Harry no le permitió que tirara los restos de la Nimbus 2000. Sabía que era una tontería y que la Nimbus no podía repararse, pero Bella también sabía que Harry no podía evitarlo. Era como perder a uno de sus mejores amigos.

Los visitó gente sin parar, todos con la intención de infundirles ánimos, en especial a Harry, puesto que seguía triste por no haber tomado la snitch. Hagrid les envió unas flores llenas de tijeretas y que parecían coles amarillas, y Ginny Weasley, sonrojada, apareció con una tarjeta para el azabache (pasando por alto a Bella desde el saludo, hasta la mirada) de saludo que ella misma había hecho y que cantaba con voz estridente salvo cuando se cerraba y se metía debajo del frutero.

El equipo de Gryffindor volvió a visitarlos el domingo por la mañana, esta vez con Wood, que aseguró a Harry con voz de ultratumba que no lo culpaba en absoluto.

Ron y Hermione no se iban hasta que llegaba la noche. Pero nada de cuanto dijera o hiciese nadie podía aliviar a Bella o a Harry, porque los demás sólo conocían la mitad de lo que les preocupaba.

—Entonces... ¿también lo viste? —preguntó Harry, una vez que ambos pudieron estar completamente solos en la enfermería, sin que nadie, ni siquiera la señora Pomfrey anduviera cerca.

Bella asintió con la cabeza.

No habían dicho nada a nadie acerca del Grim, ni siquiera a Ron y a Hermione, porque sabían que Ron se asustaría y Hermione se burlaría.

—El hecho es, sin embargo, que el Grim se nos ha aparecido dos veces a ambos y en las dos ocasiones han habido accidentes casi fatales —dijo Harry—. La primera —contó con su dedo— casi te atropella el autobús noctámbulo, Bella —Bella, se mordió el labio, mirando a otro lado—. La segunda —contó otro dedo Harry—. He caído de veinte metros de altura, sino es por ti... Te debo la vida...

—No digas eso —dijo Bella, mirándolo—. Tú me salvaste cuando el autobús noctámbulo estuvo a nada de arrollarme.

Harry la miró.

—Siempre estaremos para eso, ¿no? —dijo Harry, tratando de sonreír, pero la tristeza no lo dejó del todo—. Salvándonos el uno al otro.

Bella asintió, sintiendo como sus mejillas se calentaban.

—Pero, volviendo al punto —dijo Harry—. ¿Irá a acosarnos el Grim hasta la muerte? ¿Iremos a pasar nosotros el resto de su vida esperando las apariciones de esa cosa?

—Pero si el Grim lo hemos visto ambos —dijo Bella con duda—, antes de que pasen estas cosas, ¿por qué el grim no salió reflejado en mi taza en la clase de Adivinación? ¿Por qué solo a ti?

—Pues... no sé... yo también tengo esa duda.

Bella, aunque Harry no se lo comentara, sabía que por su cabeza estaban los dementores. Sabía que Harry se sentía muy humillado cada vez por ellos. Todo el mundo decía que los dementores eran espantosos, pero nadie se desmayaba al verlos, ni siquiera ella misma...

Fue un alivio para ambos regresar el lunes al bullicio del colegio, donde estaban obligado a pensar en otras cosas, aunque Harry tuviera que soportar las burlas de Draco Malfoy. Malfoy no cabía en sí de gozo por la derrota de Gryffindor. Por fin se había quitado las vendas y lo había celebrado parodiando la caída de Harry, cosa que Bella no miró con buenos ojos. La mayor parte de la siguiente clase de Pociones la pasó Malfoy imitando por toda la mazmorra a los dementores. Llegó un momento en que Ron no pudo soportarlo más y le arrojó un corazón de cocodrilo grande y viscoso. Le dio en la cara y consiguió que Snape le quitara cincuenta puntos a Gryffindor.

Bella Price y El Prisionero de Azkaban©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora