Capítulo 1: "Fuego amigo"

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—¡Oficial herido, oficial herido! ¡Solicito urgente una ambulancia en la intersección de Lombard y Lincoln! —ordenó la joven.

Minutos más tarde, en el Hospital General de San Francisco, en la sala de emergencias y tras asentar la hora de admisión a las 14:32, el doctor preguntó al paramédico:

—¿Qué tenemos? —Previamente, habían ingresado a un agente con un balazo en el abdomen.

—Femenina, herida de bala con entrada y salida en el hombro derecho.

—¿Dónde está mi compañero? ¡Necesito saber cómo está! —gritaba la mujer en la camilla. Quería incorporarse. Las enfermeras a su alrededor, no se lo permitieron—. ¡Lo mío es nada más que un raspón! ¡Cómo está el policía Méndez, por favor, que alguien me responda...! —el eco retumbaba.

—Lo están estabilizando; está en muy buenas manos, oficial —la serenó el médico a cargo. Había leído en su uniforme, el recorrido de la sangre en su brazo y la estampa sanguinolenta de su colega en las rodillas, al intento de asistirle ya tendido en el asfalto. La chapa con su nombre y apellido, Cassandra Fox, se mantenía indemne.

El de guardapolvo blanco, mandó a suministrarle un inductor de sueño en el suero. La habían canalizado, su presión arterial ascendía debido a la ansiedad.

Se adormeció. Tras realizarles una desinfección de la herida, le practicaron Rayos X.

El atardecer californiano, abrió sus ojos sobresaltado. En la ventana que daba a la avenida, se calaba el contorno de su madre, Anna Curtis, que la miró sonriente, feliz de tenerla con vida. Enseguida le adelantó que el camarada, había salido del quirófano y permanecía en Cuidados Intensivos, recuperándose.

A la oficial se le desplegó la secuencia completa de lo sucedido esa siesta. Con la mano de Anna sobre la suya, unas lágrimas se vertieron con disimulo.

No era de llorar. Se había hecho la fama de la "dura" del precinto. Aun así, la madre se mostraba intranquila. Era primeriza en un enfrentamiento, su bautismo de fuego, y en abatir a un malhechor.

Un plomo destinado a su compañero y otro para ella, fueron el estímulo específico para martillar el fulminante. El traficante que iba a rematar a Méndez, no previno que Cassandra dominaba las dos manos. Con la izquierda empuñó su revólver de apoyo y lo defendió.

Varios de sus compañeros, pasaron a conocer el parte de salud de ambos, a los cuales querían y respetaban.

—Antes de que despertaras, vino a verte el capitán. Estuvo enseguida al escuchar en la frecuencia lo ocurrido —De a poco le refrescó lo acaecido después del tiroteo—. Lamentó que no estuvieras consciente, quería darte un abrazo, y ¿sabes qué? ¡Me felicitó por mi valiente hija!

—Buenas tardes, agente Fox —saludó el catedrático al entrar en la habitación. Lo acompañaba un anestesiólogo, para tomarle los parámetros pertinentes. Le efectuarían una cirugía simple, programada para las próximas horas y así extraerle un fragmento del proyectil incrustado en lo alto del húmero.

Aceptó sin queja. El ardor se irradiaba de la zona de impacto al omóplato.

Unas suelas zapatearon afuera de la habitación, preludiando la marcha marcial de Robert "Bobby" Fox.

—Hola —pronunció con desinterés—. Te dije que esto podía pasar, te lo advertí... La calle es complicada.

—¡Qué tal señor! —devolvió el saludo con la magnitud de un bostezo —. Le suplico me disculpe, por no contestarle con la venia correspondiente; tengo la diestra impedida. Las complicaciones nunca fueron un estorbo, para que cada mañana emprendiera mis rondas, cooperando a reducir la peligrosidad a la que se refiere... —y le recordó con descaro—. ¡Vaya, lo olvidaba, en muchas ocasiones me ordenaron dirigir el tránsito en alguna esquina escolar! —aduciendo la intervención parental en un designio de principiante, pese a que llevaba años en la carrera. Un desfile de obstáculos interpuestos, le vedaba desarrollarla en plenitud.

CSI: Miami -  El pactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora