Capítulo 2: "Amor a segunda vista"

306 21 0
                                    



Emprolijó su sempiterno rodete. El renegrido de la cabellera, lucía brilloso. Había dominado el mechón sublevado que se le cruzaba en los mejores momentos. También revisó su blusa, negra para disimular la prominencia de sus pechos, y a su pantalón sencillo en beige, previo a entrar al Laboratorio de Criminalística de la Policía de Miami-Dade. Se persignó y dio el paso inicial.

Se maravilló con la constante circulación que había en ese amplio espacio. Uniformados que proliferaban, entrecruzando el argot desde su intercomunicador con otro en las afueras. Civiles que emprendían la jornada laboral y un recluso, que vestía el overol anaranjado de la penitenciaría, era llevado a testimoniar.

Pronto estuvo en el mostrador de la recepción; estaba vacío, más aguardó hasta que alguien apareciese.

Desde adentro, dos hombres de vestimenta informal, intercambiaban criterios acerca de los beneficios de la convivencia marital:

—Lo que tú precisas, es casarte —aconsejó el espigado latino con andar de jaguar.

—¿Matrimonio? Pero que manía tienen ustedes los cubanos con el casamiento, no vayas tan a prisa... ¡Todavía no, soy muy joven! Además, debería conseguirme una novia, ¿no crees?

—Desde luego, prime...

—¡Me caso ahora mismo! ¡Lo hago ya si es con esa lindura! ¡Mírala! —interrumpió extasiado, el chico con viso de lobo astuto—. ¿En dónde tengo que firmar?

—¿De qué hablas? Recién ni pensabas en boda, ¿qué te hizo cambiar de parecer? —Y acompañó al camarada con la misma expresión, cuando admiró a la esbelta mujer que los descubría.

Meneando su cabeza, se recobró del impacto y dijo:

—¿Marisol?

En ese instante a Cassandra, se le desmembró el peinado, desplegando una cascada de ondas de ébano sobre la espalda, que le trajo recuerdos difusos.

—¿Te encuentras bien? Estás blanco, ni que hubieras visto un espectro —retrucó el anti-bodas. Ya había quitado las manos de los bolsillos para palmearlo.

—Es igual a Mari, se le parece mucho... —un silencio y previno enseguida— ¡Si la llega a ver Horatio...!

—No se asemeja en nada... ¡Bah, quizá el pelo y la estatura...! —y se adelantó a saludarla. Quería dar una buena impresión a la ilustre desconocida—. Buen día, ¿la puedo ayudar?

—Buenos días, caballeros, busco al teniente Caine —anunció dirigiéndose a los dos.

El más alto divisó a Caine, recalando en el edificio, quitándose sus gafas oscuras con gesto turbado, alucinando como él unos minutos antes.

—Justamente ahí está. —Le indicó.

A ella se le iluminó la cara de júbilo. A pesar del contraluz, logró mapear a ese hombre. Era un monumento a Apolo, trajeado y sin corbata. Longilíneo, estiloso, con unos ojazos turquesas iguales al del mar caribeño. Gozar de esa de esa tonalidad de la naturaleza en una persona, no tenía parangón.

Su mirada traslúcida, superaba cualquier descripción. Irradiaba una calma inconmensurable, aunque con la advertencia de la tristeza del que perdió a muchos seres amados. Y la aflicción por un hijo encontrado a destiempo, dieciséis años tarde, en circunstancias desfavorables. Sobre él pendía la acusación de un secuestro extorsivo y de delitos menores por los cuales penar. Se aprontaba el desenlace judicial.

CSI: Miami -  El pactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora