Capítulo 5: "Asuntos íntimos"

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El miércoles amaneció insomne, incordiante y nublado. La pareja estaba sola por más que se rodearan de gente. Entre la pesadumbre y el disgusto, se dispusieron a la metier que los mantenía en un alerta permanente. La acción los conservaba estoicos, supervivientes.

No se miraron y cada cual encontró la tribu con la que se sentían especialmente a gusto. Horatio, con los hombres y Cassandra, buscó a las chicas.

Eran aquellos bandos contrapuestos, acechantes en los bailes de graduación en los '80. Se median entre sí, después elegían a las del otro sector de la muralla invisible con un cabeceo compinche. ¿Quién sería el adelantado en hacer la punta y animarse?

Algo imperceptible en general, aunque puntual para el dúo en aprietos, sobrevolaba el entorno.

—¿Repararon en eso...? —preguntó Boa Vista, frotándose los brazos ante un aire fantasmal que se coló—. Me dio escalofríos. Desde que te descompensaste ayer, algo cambió, pero todavía no sé bien qué... —dirigiéndose a Fox, se sinceró.

La susodicha se encogió de hombros, sin dar datos.

—Es una brisa, el laboratorio es muy ventilado, relájate... —interpuso Calleigh limitando la conversación, implicando su físico para obstruirle la vista. No permitiría que viera los ojos de Cassandra. Los ostentaba congestionados, debajo de sus lentes.

—Estoy relajada —contestó—. Déjalo, son cosas mías... Con lo que pasé el último año, he quedado muy sensibilizada.

Por poco había muerto en tres ocasiones. Al explotar una cocina de metanfetaminas; el estampido la dejó con baja audición de un solo oído, que suplía con un audífono. Cuando la secuestraron y se produjo el vuelco de la Ranger. Y la más severa, al ser encerrada en la cajuela de un auto y arrojada al agua. Un malherido teniente Caine, la salvó. Gajes del oficio policíaco.

Además del homicidio de su ex marido. Un demente que regresó, luego del divorcio, a acosarla.

Con la premura persistente de una fechoría en progreso, salieron a la señal del jefe: "Damas y caballeros, es hora de trabajar, ¡andando!".

Avenidos a la escena, con varios patrulleros rodeando la zona de los humedales a los que Fox odiaba, le temía a los caimanes, se ignoraron con Hache.

Caine, en un aerobote con un uniformado avieso en la conducción, dirigió las tácticas del rescate de uno de los cuerpos, enmarañado entre las raíces de los abundantes juncos. El encomendado en retirarlo del cauce del río Everglades, fue Eric.

Un cuerpo más sería hallado por las analistas en la ribera, tras un corto rastrillaje, distribuido en sendos cuadrantes, tapado con una parva de hierba reseca.

Con cámaras de alta resolución, sacaron fotos a los indicios, justo cuando el doctor Loman se agachaba a examinar al muerto, que exteriormente presentaba signos de apuñalamiento.

Mientras tanto, Walter y el señor Wolfe —en tierra firme— fotografiaban huellas de un rodado y colocaban escalas numeradas a un goteo gravitacional, direccionado en una sola trayectoria. Había otra víctima lastimada o era el victimario.

Durante la recolección de pruebas, la oficial Fox detectó un destello a varios metros de donde se estudiaba el trazado sanguíneo. Los otros, todavía no se habían percatado. Por lo tanto, sin demasiada bullanga, se escabulló por los altos pastizales.

Distinguió a Horatio, bajando del deslizador con el pistola empuñada, también había tomado cuenta del resplandor. Y ambos se dispusieron a acorralar al objetivo. Una telepatía singular los activaba por acto reflejo.

CSI: Miami -  El pactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora