Capítulo 6: "Vuelve..."

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Al romper el viernes, la señorita Fox degustó su café, una pócima de molienda cubana que Delko le había recomendado. Era una infalible quitapenas. Gustoso, aunque inconveniente para la acidez periódica que la perseguía, incrementada en esa semana frenética. Le supo amargo, más de lo usual.

Colocó la alarma y partió a la unidad, arrastrando un equipaje mediano sobre un carrito con ruedas y su inseparable amplia cartera.

—Buenos días —pronunció al aparecer en el escritorio del detective Tripp, inmerso en papeleos, con el tubo telefónico pegado en la calva y con un dedo tecleando en la computadora. Se enfadaba por una orden de decomiso, que le negaban hacía una hora.

Se puso de pie con aires de circunspección, como si un resorte lo incitara.

—Tan temprano por acá... —comentó sorprendido, cuando la vio venir de adentro del destacamento—. ¿Cómo estás, Cassandra? —Observando fijo a sus lestes oscuras.

—¡De maravillas...! —insegura juró—. La suerte me sonríe...

Tripp hizo ese gesto que, a los chicos de Criminalística, les causaba tanta gracia al demostrar descontento. Elevaba el labio inferior por sobre el otro y arrugaba el entrecejo.

—Perdón, es que no... —ni hizo falta explicarle que la encontraba demolida.

Efectuado un extenso vacío, el correcto para que no le preguntara, ella se frotó la sien derecha despejando malos augurios

—Te quería avisar que me voy de viaje; mi abuela se enfermó...

El gesticular del texano se multiplicó. El enunciado esgrimido, era el mismo que el teniente Caine utilizaba para aplazar un juicio, al ser notificado sobre probables indicios de la presunción de inocencia del acusado.

—Ya se lo comuniqué al de arriba —Señaló Cassie, marcando con el pulgar al comandante que circulaba por ahí huroneando.

—Okey, le informaré a Horatio... —Consideró que se lo había salteado en el rango de jerarquía.

La afligida se escurrió después de la cortísima charla. La aguardaba un auto de alquiler que la llevaría al aeropuerto, lejos del dolor.

A medida que desanduvo los 4100 kilómetros que la separaban de aquel amor perdido, sus neuronas destejieron los distintos segmentos del enredo familiar. Se haría preguntas que nunca antes.

En el laboratorio, a diez de las ocho antemeridiano, Horatio conversaba bajo cuerda con Frank en "Interrogatorio", apoyados en la ventana con rejas colador.

—Las cosas salieron mal, ¿no? —Destacando las raspaduras en los nudillos del entristecido rubicundo.

—Nada más a mí, se me ocurrió la idea de que podía haber sido diferente —contestó—. Ah, esto... fue una descarga del momento.

—Disculpa... ¿en serio pensaste que se podía conversar algo así con ella... digo con "alguien"? —se corrigió, no debía nombrarla—. ¿Realmente lo pensaste? A mí me da la sensación, que propiciaste la ocasión para estar con... ya sabes... con...

—"Alguien" también aceptó, convengamos... —refutando, sin consentir que el pelado estaba en lo cierto.

Caine puso las manos en los bolsillos, caminó sin meta, mirando sin ver y —de vez en cuando— vigilando la emersión de algún entrometido. Para ese entonces, el sureño acomodó el torso de su zurda por debajo del codo derecho, y con el índice selló su boca, impidiendo que se le escapara un desglose descarnado sobre el cuadro de situación. No se prolongó demasiado la deferente prudencia.

CSI: Miami -  El pactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora