Capítulo 4: "Cisne rojo"

225 14 2
                                    


Horatio aguardó en la sala a que ella se emperifollara para asistir al trabajo, manteniendo el acuerdo tácito desde el principio de la relación. Uno de los dos salía primero de donde dormían juntos y minutos después, el otro. Logística aceitada diseñada por ambos, toreando a posibles fisgones. La unidad de Criminalística, estaba cruzada por Asuntos Internos y el FBI. También la CIA se había inmiscuido, amén del homicidio del periodista que provocó el tembladeral político, afectando a media Florida.

El romance era clandestino por donde se lo mirara. Aunque fuesen libres, sin compromisos, reglamentariamente era reprobable, no era ético. Para colmo de males, la oficial Fox había sido objeto de sospechas tras el asesinato de la ex del muerto. Tenía las miradas del Departamento encima.

Disipadas las dudas de su participación, con arresto incluido y un interrogatorio patibulario por parte de Tripp, Horatio decidió entonces confesarle lo que los unía. No lo había hecho antes, para no influir en su discernimiento y salvaguardar así a los demás CSIs de la venenosa Escalante, que acabó condenada a once años de prisión, no por sus delitos mayores, sino por la burda evasión de impuestos. La extravío de los mafiosos en la necedad del mal. Tal cual pasó con Al Capone, aunque la mandamás no era ni la sombra de sus talones.

Cassandra retocaba con presteza el maquillaje, cuando él halló debajo del aparador de enciclopedias y DVDs, una fotografía que yacía desplomada.

—¿Quién es ésta pequeña tan bonita? —preguntó sonriendo y la levantó —. ¡Ignoraba que tenías una ahijada!

—¡No la tengo, soy yo, tesoro! —Comentó ella—. ¿No me reconoces? —Y se asomó con los brazos en jarra, impostando un enojo ficticio.

—¿Eres pelirroja...? —El jefe se estremeció. Un golpe escalofriante lo circuló íntegro. Presagió la respuesta.

—Sí, lo soy —dijo sobrepuesta.

—¿No te gusta el cabello rojo? —Horatio quiso digerir con humor la impactante novedad.

—¿Te caben dudas? —le contestó, un poco más cerca—. ¡Claro que sí, amo el cabello rojo y a sus portadores! Alguna vez estuve enamorada del cantante de "Guns N' Roses", después te conocí a ti, ¡el más lindo del mundo! —dijo extasiada y continuó—. La cabellera roja no me agrada cómo me queda a mí... —y le contó a su amado—. Sufrí bullying en la primaria por ello. ¡Cambiaron mi apócope de "Cassie" por el de "Carrie", la colorada de la película de terror! Una tontera que me dolía... —prosiguió, en tanto buscó un álbum vintage y garantizó sus dichos.

"Y cuando cumplí catorce, cambié al negro y ya seguí así. Con los años aparecieron el tinte de pestañas, de cejas... —refirió.

Horatio respiró plácido. Desconocía la angustia que lo había irrumpido de repente.

Buscó el bolso para marcharse, mientras el prometido hojeaba el mediano libro fotográfico. Y recayó en la inquietud. Ahora con un impulso arrollador al detectar otra imagen, en la cual estaba Cassandra de bebé en un cochecito, junto a un niño de diez años aproximadamente con la misma gama de pelo. Y ya no pudo preguntarle nada a la que iba de salida y que vio lo que observaba con tanto ahínco.

—Por favor, no me vayas a preguntar quién es ese chiquillo, que no tengo idea —se atajó.

Caine apenas pudo disimular. Le sugirió que se adelantara, porque él pasaría al sanitario. La vería más tarde en la unidad, donde se dedicó a eludirla a cada rato.

Pasada la siesta y durante los preliminares de un caso extenuante, se esfumó.

La sargento Fox le preguntó a Eric y a Walter, sobre el paradero del superior. Ninguno de los dos lo había visto; también lo buscaban.

CSI: Miami -  El pactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora