💫 Estrellas 💫

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15 de Agosto 1981
Mansión Potter

Peter sabia que pronto llegaria esta etapa tan complicada y estresante por la que pasaba cada niño, si estaba hablanco de "esa" estapa y no, no hablaba sobre hormonas locas, no estaba hablando de aquella que todos los padres temian mas que las hormonas. Cuando sus pequeños angeles comenzaron con el sentido de propiedad y el berrinche, un ejemplo el mas reciente integrante de la famlia Tommy, Peter sentia que habia sido demasiado pronto para que el pequeño Tom de ocho meses tuviera esos arranques tan posesivos.

Peter culpaba a la televison y al personaje Stingy de Lazy Town, que en cada momento decia "mio". Ha Peter no le cabia en la cabeza como era que un bebé de casi diez meses podia llegar a ser tan posesivo.

— Tommy deja ir a Tio Peter, el tiene que ir a trabajar y ya es tu hora de dormir te prometo que cuando despiertes el estara aqui —

— NO — grito el pequeño bebé de cabellos oscuros que se aferraba con toda la fuerza que le permitian sus pequeños y adorbles manitas

— Vamos Tommy deja ir a Pops —

— ¡No! ¡Pops mio! —

Los merodeadores miraban aquel pequeño berrinche que hacia el menor cansados si Tom no dejaba su berrinche atras llegarian tarde a la reunin con la Orden, Harry que sostenia la mano de su padre solo podia ver la escena frente a el confundido, no podia entender porque Tom no queria soltar a Pops, como recientemente habia estado llamando al susodicho despues de intentar decir los nombres de su nueva familia, a Harry se le hacia de lo más tierno como Tom pronunciaba con torpesa los diferentes nombres hasta que terminaba por darles nuevos apodos al grupo de Merodeadores.

Peter solo podia sostener el pequeño cuerpo que se aferraba a el con tanta fuerza que le era sorpendente como aun no caia dormido ante todo el esfuerzo que hacía por no caer ante el sueño depues de todo ya había pasado hace mucho tiempo su hora de dormir.

— Chicos y si... —

— No Peter, Tom tiene que aprender que cuando es no es no

— Pero... —

— Pops.... mio... — gimoteo el bebé que soltaba pequeños bostezos conviertiendose su voz ahora en un pequeño murmullo

Todos vieron encantados y aliviados de igual forma como el más joven de la manada caia dormido del cansancio, Peter sostuvo ahora con mucho cuidado al pequeño bebé, acunandolo hasta que por fin los pequeños puños soltaron su camisa dejandola completamente arrugada con pequeñas lagrimas, despues de que Tom había llorado del enojo porque lo apartaran de el.

Lentamente lo dejo recostado de lado en su cuna en forma de media luna de madera blanca, que en la oscuridad brillaba con pequeñas y tenuas luces blancas.

Poco despues de que Tom fuera integrado a la familia, habían comenzado a decorar un cuarto solo para el bebé en el ala familiar de la Mansión Potter, la habitación era blanca con estanterías llenas de peluches y cuentos, el piso era esponjoso y suave para que el bebé no pudiera lastimarse (idea de Remus) las esquinas incluso tenían runas de protección y bloques de espuma para evitar que se golpeara (también idea de Remus). Pero tal ves lo que más llamaba la atención y que fue toda obra de Sirius, era el techo pintado de un azul oscuro con las constelaciones y signos zodiacales dibujadas en dorado, Sirius había dicho que aunque odiaba a su familia, jamás podría olvidar todo lo que le enseñaron entre esas cosas las estrellas, su amor por la astronomía lo dejaba en claro.

Sirius se había sentido orgulloso de su obra después de terminarla y ver como el pequeño bebé miraba encantado el techo al ver tantas estrellas levantando sus pequeñas y regordetas manitas intentando alcanzarlas, mientras balbuceaba cosas que solo podían ser entendidas por el mismo bebé.

Sirius cada que tenía tiempo venía y le contaba a Harry y Tom historias sobre las estrellas que eran contadas por los Black a los más jóvenes, la favorita de estos era:

"Las estrellas fugaces que antes fueron personas"

" Cuenta la leyenda, que más allá de Dioses y Olimpo, existen historias, que aunque sucedieran entre mortales, dejan al que las escucha con la boca abierta y el corazón en vilo. Mi abuela siempre decía que eso prueba que los humanos estamos entre dos dimensiones toda nuestra vida, la terrenal y la estelar.

La terrenal es la que todos conocemos mejor porque es la que se completa cada día con nuestra rutina de vivencias. Se enciende durante la mañana cuando abrimos los ojos y se apaga al anochecer, cuando nos retiramos a descansar. Todo es mecánico y, si no se pone un poco de color a cada acción, la persona puede llegar a percibir tedio: desayuno, aseo, organización de tareas, comida... La misma canción un día tras otro. Un bucle casi eterno, que a veces no promete nada nuevo.

Aunque también existen algunas personas que agarran esta dimensión de vida con mucho entusiasmo y su paso por este mundo es emocionante y sobrecogedor. Cada pequeño hecho es un espectáculo repleto de belleza, digno de sorpresa y admiración: la primera luz del día, el atardecer, el cambio de color de las estaciones, una tormenta inesperada o la magia de un arco iris. Son hombres y mujeres perpetuamente agradecidas por el regalo de vivir.

Mi abuela siempre decía que la dimensión estelar tiene que ver con el cosmos y sus astros. Con mundos lejanos que añoramos y que soñamos, sin saber siquiera qué historias se viven allí. Ese universo es más extenso y casi infinito. Su atractivo es inagotable e indefinido. Nadie puede medir la hermosura de la luna llena, ni la deidad que supone una noche plagada de pequeños farolillos de luz, que son las estrellas. Los observamos mudos de fascinación. Otros planetas nos miran y nosotros no podemos evitar soñar con ellos y con sus misteriosos habitantes. Pensar que allí todo estará plagado de enormes paraísos y de grandes glorias.

Mi madre decía que algunas personas se pasan la vida en babia, mirando hacia la luna y añorando cosas que jamás sucederán. Cuando mi progenitora decía eso, yo siempre buscaba la mirada de mi abuela, que junto con una sonrisa cómplice, me indicaba con las manos que mi madre estaba muy cansada de trabajar tanto, pero que esas cosas extraordinarias sucedían y que todos al final, acabábamos convertidos en polvo de estrellas. Entonces me guiñaba un ojo y seguía bordando bufandas.

Crecí sin haber experimentado esa conexión que los humanos tienen con esa otra  dimensión, según mi abuela. Supongo que me hice adulta y las preocupaciones del trabajo y las obligaciones me pusieron una venda, como a mi madre le había pasado también. Las historias que mi abuela me contó en mi infancia siempre siguieron acompañándome en mi vida adulta, pese a que mi tiempo cada vez era menor para visitarla y escucharla o simplemente pasarme horas con ella, sin hacer nada especial, solo mirar al firmamento.

La noche que mi abuela murió una estrella fugaz me sorprendió mientras miraba por la ventana. Entonces comprendí que solo las personas que han disfrutado enormemente de su estancia en la tierra, cuando dejan su cuerpo, se convierten en estrellas fugaces y viajan a esa otra dimensión, donde ya ninguna preocupación importa."

— Descansa mi pequeña estrella — susurro Peter besando la pequeña frente del bebé como despedida

Cerró la puerta de la habitación, dejando a un elfo a cargo por si despertaba el pequeño, detrás de la puerta el techo que era más como si él cielo nocturno de afuera estuviera sobre el iluminaba la habitación con sus estrellas, mientras pequeñas figurillas de animales de las cuales se distinguía un perro, una rata, un venado y un lobo que danzaban por la habitación del infante cuidándolo de cualquier mal.

Sin temor alguno Tom descanso sabiendo en lo más profundo de su corazón que su familia siempre lo protegería.

-LeviAckerman185

Pequeño MerodeadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora