3. Gretel

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Mamá solía decir que había un aura a mi alrededor, que era alguien especial con la capacidad de llamar a los ángeles y por esa misma razón ellos cuidaban de mí, siempre había un ángel guardián esperando a sacarme de mis apuros y por mucho tiempo creí lo mismo. La ilusión de tener un ángel cuidando mis espaldas creció conmigo, a veces pasaba horas mirando el cielo o el techo imaginando los finos rasgos de su rostro, una mirada que por alguna razón siempre era verde, unos vibrantes ojos verdes llenos de vida y misterio que me llamaban en cada uno de mis sueños, sabía que estaba ahí aunque no podía verlo, sentía su presencia y con eso bastaba para mí.

Supongo que parte de crecer y madurar es dejar de creer en los ángeles de alas blancas como yo lo había hecho, comenzar a cometer errores y saber que no había manera alguna de salvarte de las consecuencias, a veces deseaba volver a ser una niña, creer en los ángeles, recordar con más claridad esos ojos verdes, estar protegida, pero ahora estaba por mi cuenta, sola, de la misma manera que había nacido. No sabía si el destino era algo cierto o toda mi existencia se reducía a una interrogante sin respuesta, ciertamente no era lo mismo buscar quien eres a los 15 y no entender nada a los 25, los años pasaban por mis ojos sin darme el tiempo suficiente para tomar las riendas de mi vida. Siempre esperando, no tenía ni idea de cuál sería ese momento, no existía una fecha en el calendario, no sabía si de verdad esperaba algo o a alguien, no tenía idea de nada.

Cada día se esfumaba entre mi miedo a no encajar en el mundo, la impaciente espera de mi momento o la llegada de algún extraño, como esa noche, estaba asustada, no podía negarlo, él era considerablemente más fuerte y alto que yo e incluso teniendo todo a su favor parecía tan indefenso frente a mí, cuando pude distinguir sus ojos entre toda la oscuridad, sus iris verdes, pero no cualquier verde, uno bastante familiar para mí, uno con el que había soñado cuando era pequeña, el verme reflejada en esos ojos fue abrumador, sus pupilas expandidas en medio de todo el miedo. Sus ojos brillantes me envolvieron, se movían intentando hablar, no podía comprender con claridad pero me confundió lo suficiente para no buscar ayuda e ignorando mis instintos de supervivencia decidí simplemente alejarme.

Corrí a la parte trasera del restaurante en donde me refugie por varios minutos, los latidos de mi corazón parecían no ceder, nadie me había intimidado tanto en toda mi vida pero de pronto esa voz en mi cabeza diciendo "espera" dejo de escucharse, me abrace en un intento por tranquilizar el miedo pero fue inútil, los minutos pasaban, no podía tranquilizarme y tampoco podía quedarme ahí si el vagabundo a quien intente ayudar seguía rondando. Me aferré a mi bolso antes de volver a retomar mi camino a casa. Fui por el sendero de las luces intentando tranquilizarme y mantener la mente clara, alerta, ¿Cuándo fue la última vez que me sentí tan confundida?

Caminé en silencio, mirando sobre mi hombro, tendiendo cuidado con cualquiera que tuviera algún tipo de intención para acercarse y volví a pensar una y otra vez en esos iris verdes, respire profundo, no quería verme descompuesta, si ese hombre seguía rondando por ahí entonces no podía darle la oportunidad de verme completamente trastornada y dejarlo atacar. No iba a ser una presa fácil, tal vez era hora de conseguir un arma de verdad.

No me había dado cuenta de lo rápido que latía mi corazón hasta el momento en que crucé la puerta de mi casa, me quedé pegada a esa puerta por unos minutos intentando relajarme pero incluso el pensar en volver al trabajo al día siguiente me mantenía inquieta, por alguna razón a pesar de no volver a ver al enorme hombre de ojos verdes en el resto de la noche todavía me sentía observada como si nunca se hubiera alejado, camine de arriba abajo para cerciorarme de poner seguro a todas las cerraduras de la casa al menos 10 veces, cuando el cansancio por fin me venció algo más interrumpió mi sueño. El golpeteo incesante de la puerta me hizo abrir los ojos con pesadez, miré el despertador a mi lado y las 5 am con 12 minutos, ¿Quién demonios había decidido interrumpir mi sueño a esa hora?

— ¡Ya voy! —grité desde lo alto de la escalera cuando fui capaz de levantarme sin caer. Apenas era capaz de enfocar los escalones cuando llegué al final de estos, con cuidado me asomé por la mirilla y encontré la razón de mi despertar medio recargada en la puerta tarareando una canción que apenas podía reconocer —. Otro día, otra fiesta.

Quité el seguro de todos los cerrojos para abrir la puerta alerta por si Christi no podía sostenerse, cosa que era bastante común cuando regresaba a esas horas de la mañana.

—Hola —dijo apoyándose contra el marco de la puerta mientras me dedicaba media sonrisa.

— ¿Te he dicho cuanto odio tu hora de llegada?

—Tal vez, pero hoy lo olvidé. ¿Cómo estás Gretel? ¿Qué sucedió en mi ausencia?Christi era una chica con muy buen humor, a veces me costaba trabajo entender cómo era capaz de mantener el sarcasmo y la sonrisa que tanto la caracterizaban, vivía de fiesta, como si no hubiera un mañana, como si todas esas sustancias nocivas en su sistema no pudieran hacerle daño, a veces parecía que deseaba ignorar algo tras todos esos excesos, un mal recuerdo, un mal sueño o quizá parte de toda esa vida que no terminaba de contarme. Generalmente yo no era capaz de verla como lo hacía todo el mundo, para mí no era el alma de la fiesta, era una chica asustada, un poco perdida, como yo, tal vez por eso me sentía tan cercana a ella.

—Sí aceptas venir conmigo —hizo una pausa —, podría ahorrarme todas las preguntas.

Yo no odiaba las preguntas de madrugada, pero me sentía renuente a formular respuesta alguna, mi cerebro se encontraba en un lapsus el cual no me permitía armar una oración completa y congruente, pero a Christi eso solamente le parecía adorable.

—Voy a dormir, gracias por nunca abandonarme Gretel.

Asentí sin agregar nada y terminé por volver a rastras a mí habitación sin pensar demasiado pero cuando volví a cerrar los ojos entonces lo vi de nuevo, esos ojos verdes, esa oscuridad, esa fragilidad, esperaba no volver a verlo, no volver a sentir esa bruma en mis pensamientos, esperaba que por la mañana cuando el sol estuviera en su punto y yo de vuelta al restaurante entonces todo volvería a la normalidad, era cuestión de sueño para volver a escuchar la voz "Espera" susurrarme de nuevo.

—Había un chico muy alto de ojos verdes —repitió mientras yo la miraba intentando explicar lo que había ocurrido la noche anterior—, le apuntaste con un arma y entonces él te dejo en paz.

Metió la cuchara en su boca con el ceño fruncido quizá pensando en cómo había logrado meterme en problemas con una arma falsa.

—A mi criterio eso es una "reacción normal" ¿O me equivoco?

No podía explicarle con certeza por qué me inquietaba sobremanera todo lo que había sucedido, pero estaba intentando dejar mi punto en claro, al parecer, sin mucho éxito.

—Sí, es normal —respondí bajando la mirada a mi plato de cereal—, es que no estoy acostumbrada a ser perseguida, estaba temblando de miedo mientras veía lo enorme que era, pudo quitarme el arma sin problema alguno, darse cuenta que era falsa y...

Me quedé en silencio imaginando el escenario, había tantas posibilidades, desde quedarme en ese callejón hasta terminar en algún otro lugar lejano, intenté mantener la postura pero las ganas de llorar me invadieron por completo.

—Estás asustada —murmuró con ese tono de voz tierno que siempre usaba cuando podía adivinar mis sentimientos. Se levantó de la silla para acariciar mi cabello con delicadeza y abrazarme por el cuello—. Si quieres hoy puedo ir contigo al restaurante, no tengo ningún tipo de plan y hasta volver a ver a ese sujeto para amenazarlo o cuando te sientas segura, puedo estar ahí.

Contar con alguien como Christi me ayudaba a sobrevivir en ese mundo, sobre todo a sentirme confiada y a salvo. No sabía cómo podía lograrlo pero tenía una facilidad extraña, para alejar y convencer a cualquiera de hacer justamente lo que ella deseaba y estando con ella no podía sentir ningún tipo de peligro, era mucho menos temerosa.

— ¿De verdad harías eso por mí?

Dejó de abrazarme para verme directo a los ojos, me acarició la mandíbula y sin pensarlo respondió.

—Yo haría cualquier cosa por ti.


Pyretta BlazeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora