Cuatro.

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Decir que Alonso había entrado en pánico era no hacerle justicia a la verdad. La palabra pánico se quedaba pequeña a la hora de describir lo que estaba experimentando en ese momento de pulso acelerado y temblor en las manos. Apenas leyó los mensajes de Jos, como si el teléfono de repente quemara su piel, lo arrojó sobre la cama (porque incluso estando asustado no era tan idiota como para romperlo contra el suelo) y soltó un chillido agudo de miedo que probablemente el mayor desde la puerta podría haber escuchado, cayendo en la cuenta de la gravedad de la situación. Dios, acabo de masturbarme pensando en él y ahora está aquí, ¿qué hago ahora? No cabía dentro de sí por la sorpresa, y tampoco entendía por qué rayos su hermana se empeñaba tanto en juntarlo con Jos hasta el punto de pedirle que fuera a hacerle compañía. ¿En serio era tan ingenua como para no notar el interés que Alonso sentía por el pelinegro? ¿En serio era tan dulce como para enviar al chico de niñero para su hermanito enfermo? ¿O se había dado cuenta de todo y estaba tratando de probarlo? No, Rebeca nunca haría algo así, a Alonso le constaba eso. Su hermana lo adoraba tanto que quería a toda cosa que se llevara bien con Jos, esa era la única explicación lógica. Y había visto la oportunidad al hacer que el mayor lo cuidara mientras se sentía mal, seguramente pensaba que con eso los dos se volverían cercanos porque sabía cuánto adoraba Alonso ser mimado cuando estaba enfermo. Si fuese cualquier otro ser humano estaría muy agradecido y lo disfrutaría, pero se trataba de Jos Canela... nada bueno podía salir de eso.

Escuchaba el sonido del móvil vibrando sobre la cama, probablemente era Jos mandando más mensajes para que lo dejara pasar. Se obligó a serenarse respirando profundo, cerrando los ojos con fuerza como si así pudiera evadir la vergüenza de ver a los ojos al chico por el que acababa de correrse, aunque no estaba teniendo éxito. Tengo que calmarme, se decía mientras se golpeaba la cabeza repetidas veces, si estoy tranquilo no notará nada y problema resuelto. Antes de que pudiera reaccionar del todo y decirle a su cuerpo que fuera hasta la puerta, sus piernas ya se encontraban bajando las escaleras llevándolo por cuenta propia hacia la entrada, como si tuvieran vida propia y quisieran correr al encuentro del mayor, o mejor dicho, como si su cuerpo entero supiera lo que él quería pero no se atrevía a admitir en voz alta. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando se le pasó por la cabeza la posibilidad de que incluso sus hormonas pudieran reconocer que se trataba del pelinegro de sus fantasías y entendieran el efecto que tenía Jos sobre él. Tengo que calmarme para no delatarme solo, ¡tengo que calmarme! , gritaba en su interior. Se repetía una y otra vez que necesitaba relajarse para no lucir sospechoso frente al mayor, pero aun así cuando tomó el picaporte con la mano temblorosa sentía las orejas calientes. ¡Acababa de tener un orgasmo en la ducha al imaginarse que el chico lo masturbaba, rayos! ¡Era completamente humillante! Abre la estúpida puerta, se ordenó, suspirando exageradamente antes de finalmente hacerlo.

-Ya era hora -bufó Jos a modo de saludo-. Llevo siglos aquí.

-Lo siento, Jos, estaba dándome un baño -se excusó-. Pero no hacía falta que vin-

Don't Tell Rebe | Jalonso Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora