Capítulo 1

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Aquella bodega alejada de la civilización es el lugar en donde mueren diariamente las esperanzas de muchas mujeres, ¿solamente de mujeres?, no, las de todos los familiares de las víctimas, pero nadie sabía lo que en carne propia sentía cada una de las doce chicas, desnudas todas, llenas de mugre, con un olor muy desagradable pues no se bañaban desde hacía tres días, la última vez que ese hombre las golpeó con el chorro de agua de la manguera para incendios se habían refrescado, pero no podían recibir otro baño, era demasiado el dolor de sus pieles.

¿Con agua se puede torturar?

¿Algo tan necesario para la vida puede llegar a ser odiado?

Pues para las doce flores marchitas sí, ellas preferían sufrir el mal olor que cada una emanaba a pasar treinta y dos minutos de sufrimiento. Ese era el tiempo exacto que aquel maldito pasaba regándolas, o mejor dicho, torturándolas.

Les echaba agua con una presión casi incapaz de soportar, ardía en la piel, picaba, se sentía como mil espinas clavándose a la vez en cada parte del cuerpo que el chorro alcanzaba. Aquel líquido frío que salía de la manguera era uno de los tantos métodos de tortura que usaba Stefan.

Llevaban mucho tiempo en ese lugar, una vez al mes, el día correspondiente Stefan traía a una chica nueva. Había pasado todo el año en eso, desde la primera hasta la última mujer en llegar lo odiaba exageradamente.

Sin importar que fuese alto, y muy atractivo, TODAS sentían lo mismo por él, un desprecio incapaz de ser descrito con palabras, Stefan de tan solo 20 años había destruido sus vidas.

............

El primero de enero del 2012 había capturado a su primera presa, Sofía, una joven que apenas comenzaba la universidad.

Tenía una sonrisa dulce, era alegre, muy soñadora, con grandes metas por cumplir, su vida era muy envidiada, claro, no era para menos; sus padres eran dueños de una empresa de telecomunicaciones en Francia, era millonaria de nacimiento, no necesitaba preocuparse por nada en la vida, al menos en la parte material. Todas sus necesidades estaban cubiertas.

Pero a pesar de ello Sofía quería estudiar y superarse para llegar a ser una buena psicóloga, por eso había empezado sus estudios en Harvard, sus buenas calificaciones y su patrimonio la ayudaron bastante.

Al cumplir sus 18 años se trasladó a Estados Unidos, donde conoció a Stefan, se hicieron grandes amigos e incluso se enamoró de él.

Stefan era un buen chico, tenía 19 años cuando decidió acercarse a Sofía.

Su deslumbrante cabellera castaña hacia suspirar a cualquiera, sus risos le quedaban perfectos y combinaban muy bien con esos ojos verdes y pícaros.

Su expresión seria provocaba que ella quisiera pasar mucho tiempo con él, pues le encantaba descubrir qué había detrás de esa fachada tan dura, la verdad es que practicaba muchísimo con Stefan poniendo a prueba métodos aprendidos gracias a la lectura de varios libros de psicología que había acumulado durante su estancia en Europa.

Pero...todo cambio aquel primero de enero, cuando Stefan la secuestró y la encerró en una jaula de una vieja bodega que estaba muy apartada de la ciudad.

La dejó ahí dormida, pasó varias horas mirándola desde una silla que estaba en la esquina de aquella sala cuadrada en donde había once jaulas más.

Al despertar Sofía estaba muy incómoda, había pasado de dormir en una cama King size a estar acurrucada en un suelo de tierra.
La jaula era muy pequeña, ni siquiera podía ponerse de pie. Las dimensiones eran suficientes para que cupiera una persona sentada.

Dentro de la misma, había dos pozuelos, sí, de esos que se usan para darle comida a los perros.

Abría y cerraba los ojos sorprendida mientras repasaba con la vista el sitio en el que estaba, el olor a polvo, a humedad, a suciedad, a viejo y a hierro por las rejas, la hizo sentir mareada. Entonces se miró y se sorprendió a sí misma desnuda, llena de tierra, su larga cabellera rubia estaba muy desarreglada y la delgadez de su cuerpo era muy notoria para Stefan que la miraba desde lejos.

Al verlo su miedo disminuyó, empezó a sentirse más segura, y con su cálida voz de siempre lo llamó:

-Stefan, que bueno que estas aquí, tengo mucho frío y miedo, ya sabes que no me gusta la soledad, ¿qué pasa?, ¿Dónde estoy?, ¿Qué haces ahí mirándome así?

Stefan no respondió ninguna de sus preguntas, más bien se levantó y salió de ese lugar.

Sofía alzó la voz desesperada:
-Stefan ayúdame, no entiendo nada, SÁCAME DE AQUÍ.

Sus ojos azules empezaron a inundarse y las lágrimas corrían por su rostro, estaba muy asustada, gritaba, lloraba, trataba de abrir la jaula, hacia todo lo que estaba a su alcance por salir, pensaba que era una broma, una de mal gusto.

Eso creyó hasta que los días pasaron, unos más lentos que otros.

Su único entretenimiento era cronometrar el tiempo en el que entraba y salía Stefan a ese cuarto.

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Flores Marchitas de un Psicópata © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora