Capitulo 2

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»E U V A P Y V Q E I A P«

Katia.

Hogar....

¿A que se le llama así?

¿A cuatro paredes y un techo, o donde tú ser reconoce como lugar seguro?

Mis ojos viajan alrededor de un departamento en el centro de la Ciudad de México. Piso 15, cerca del centro, con espacio suficiente para a penas 3 personas que lo habitamos.

Giro un poco la cabeza y pongo el brazo sobre el respaldo del sofá verde menta, recargando mi mentón para poder observar mejor el balcón, con puertas dobles de vidrio y marcó de madera pintada de blanco que me permiten observar a una chica que se sienta en barandal, recarga la espalda en la pared y sube las piernas, haciendo uso de todo su equilibrio. Mientras mira al frente, dejando que la lluvia la empape, disfrutando de su clima favorito.

Ver esto me trae recuerdos junto a una sonrisa melancólica ya que todo es igual, mismo clima, misma escena y la misma persona que....

3 años antes.

La decepción te fractura desde adentro, deja un hueco y una herida ardiente. Te rompe, no vuelves a ser igual.

Pero, el odio; corrompe. A tal punto que ciega.

Y combinados ambos.....

Me aferré con fuerza al degradado barandal de un viejo puente olvidado. La vista no era muy alentadora y mis lagrimas frustradas junto a la lluvia empapaban mi existencia pero sobre todo mis nudillos que por el frío o la fuerza que ejercía los volvieron de un blanco fantasmal.

Debí haber estado asustada, correr a resguardarme de tan deplorable y solitario ambiente.

Cualquier chica lo habría hecho, miraría por todos lados rectificando que nadie la siguiera, mantendría las llaves en su mano y las usaría como arma de ser necesario, sus pasos serían apresurados, necesitada de llegar a casa sana y salva. Pidiendo una y otra vez no pescar un resfriado o/y un mal momento. Sintiéndose preocupadas al estar en un sitio extraño.

Pero, en mi caso, aunque fue la primera vez que estaba en ese lugar, que subía a ese punto. No era primeriza en la oscuridad que se ceñía al rededor.

No me comporte como una chica sensata,no hice nada por volver a casa, junto a mi madre. En su lugar, me quedé mirando la avenida debajo, incluso perdiendo la vista entre luces que aparecían y se esfumaban. Autos que venían he iban. Intentando con todo mi ser concentrarme en ellos solamente, mantener en blanco la mente, pero fue inútil, el sentimentalismo me tomaba de una u otra forma. Negándome la situación actual y regresándome a la pasada, a la que en un principio me había traido hasta ese puente.

Las lagrimas tomaron mayor fuerza, los sollozos se volvieron grítos desesperados y.... todo me llenaba de rabia.

Que lloviera justo ese día.

Que los coches tuvieran la maldita maña de tocar el claxon a cada nada.

Que las pocas personas que pasaban con sombrillas evitaran subir el puente cuando me veían a la mitad y prefirieran cruzar por abajo.

Las luces que me lastimaban los ojos.

La poca iluminación.

Y que nadie fuese consciente que a más de cuarenta metros por encima de ellos, alguien los miraba. Teniendo una lucha interna, donde el odio iba ganando.

𝑃𝑅𝑂𝑀𝐸𝑆𝐴𝑆 𝑌 𝐴𝑀𝑂𝑅 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora