Capitulo 20

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»N P E D T D«

Meredith.

—¡Yo me encargo! —me apresuro en decirles.

No sé a qué me voy a enfrentar, pero sea lo que sea, es mejor que yo lo arregle ya que, Owen lleva todo el día aquí, soportando lo pesado del trabajo, sin descanso, parado todo el tiempo y sin comer, todavía lidiando con sus problemas personales y con la carga de llevar el restaurante y la cocina a la vez, como para que ahora también tenga que solucionar la molestia que es la imprudente de Dasha.

Y Diego, a cubierto dos turnos seguidos en un día, no a parado de atender he ir de acá a allá, todavía de estar haciendo su trabajo también tiene que estar vigilando a los mamones, con la perspectiva que si cometemos algún error podemos perder nuestro trabajo, es más que suficiente la carga que llevan cada uno.

Salgo disparada de la cocina, no me detengo ni disminuyo el paso hasta que estoy en la zona VIP frente a Dasha que está arreglando las servilletas en cada uno de los servicios de los comensales, aprovechando para inclinarse y darles una muy buena vista de su pechonalidad y de su redondo culo.

La sangre me hierve al notar sus intenciones al acercarse a Asbel y adoptar una posición exageradamente sensual para poner una simple servilleta de tela.

El la nota y a pesar que no puedo verle la cara se que le presta atención por la manera en que tiene inclinada la cabeza.

No espero más y con fuerza que hasta a mi me impresiona tomo a Dasha del brazo y la alejo. La servilleta se le cae en el regazo de Asbel y eso empeora las nauseas en mi estómago.

Nos alejo a Dasha y a mi lo más posible, aunque pone resistencia como un niño chiquito al qué hay que estar arrastrando, no me detengo hasta cuatro mesas lejos de los comensales y la música que suena de fondo ayudará a la interferencia para que no escuchen nada.

—¿Que mierda te pasa? —se enfurece dando un tirón para que la suelte.

—No, dime tu ¿Que haces? —tengo que esconder las manos detrás de mis caderas para que no note la fuerza que ejerzo en cerrar mis puños—. Abandonaste tu trabajo y ahora vuelves como si nada, a insinuarte de esa forma sin importante que tienes novio.

—Estoy trabajando, y no importa el método, lo que cuenta es que sea un éxito y esos clientes son muy importantes y si no les damos una buena impresión podemos perder el trabajo, esto lo estoy haciendo por todos. Además, no tengo porque darte explicaciones de nada, ¡Porque tú no eres nadie! —me grita lo último.

—No confundas lo bueno con lo fácil, tú no estás haciendo bien tu trabajo, tú estás ofreciéndote.  —le digo sin expresión alguna.

—Ni que fuera tu, ¿Que crees que no vi a el señor Dantes meterse tras de ti al baño y que cerraron con seguro?

Ooooooh, todo encaja.

—Fuiste tu, de nuevo —susurro—. Tú fuiste quien enviaste a la persona a que gritara a través de la puerta.

Porque la persona ni siquiera toco la puerta, ni intento abrirla, simplemente aseguro que estaba cerrada porque lo sabía.

—¿Que se siente que te interrumpan? —sonríe—. Ahora sabes lo que yo sentí cuando Marc me dejo plantada para ir a sacarte de la cárcel maldita delincuente, y cuando me dejo por ir a salvarte, y cuando aplazo nuestros planes por cuidarte maldita enferma. 

La observo sin saber que más hacer, la respiración se me atrofia y los ojos me arden por la saturación de lagrimas que aunque quiero, no puedo liberar.

𝑃𝑅𝑂𝑀𝐸𝑆𝐴𝑆 𝑌 𝐴𝑀𝑂𝑅 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora